DIARIO DE UN PEREGRINO
HERIDO
Camino de Santiago
Mi
primer Camino a pie lo inicié en Roncesvalles en 2002, con el brazo
izquierdo escayolado. En seguida me acompañó una tendinitis. Sufrí mucho
para llegar a Santiago en veinte días. En este Diario recogí con todo
detalle mi aventura. Sólo fue el principio de dos nuevas experiencias,
la de peregrino y la de prejubilado.
Fotos rehechas de mis originales en papel y algunas bajadas de internet.
Fotos rehechas de mis originales en papel y algunas bajadas de internet.
Para salir herido a una
misión y regresar sano es necesario que la mente sea muy fuerte, además de
otras cosas.
A mi esposa e hijos.
A los peregrinos.
A mi mente y... mi mochila y
zapatillas.
Viernes,
3 de mayo de 2.002
PRIMERA CAIDA EN EL CAMINO DE SANTIAGO
Parece broma, pero es serio.
Una mañana de tiempo atroz:
lluvia, ventisca, granizo, truenos, tormentas constantes...
Preparo la mochila para ir
andando a Bilbao, a arreglar el bastón plegable, ya que no lo conseguí ayer.
Hay que cambiar una pieza interior. La mochila me pesa 6,910 kilogramos en la
frutería, donde bromeo un rato sobre el tiempo y el camino. Tengo que ir en
tren. Y al pasar corriendo el túnel de la estación, un resbalón me planta de
espaldas en el suelo, pegándome un buen morrazo. Me levanto como un cohete y
cojo el tren. ¡Menos mal que la suela de las zapatillas y las baldosas de Renfe
las venden y garantizan como
antideslizantes!
Definitivamente, ante el tiempo
y los pronósticos pesimistas -nieve a
partir de 700/800 m. y muy bajas temperaturas- que auguran para todo el fin
de semana, suprimo la prevista marcha de mañana sábado a Roncesvalles con Julia
y empezar a andar el domingo 5 de mayo.
Vamos a Ozeka. La Sierra Salbada está nevada. Aún siego unas horas los
jardines del caserío.
Sábado,
4 de mayo.
ME DUELE LA MUÑECA
Nubes, lluvia, sol y claros me
permiten echar algo de hormigón en el suelo de la cabaña. Y sallar las patatas
que me quedan, a pesar de estar muy blanda la tierra.
Me duele bastante la muñeca, que
me he vendado y aplicado pomada anti-inflamatoria.
Domingo,
5 de mayo.
ESGUINCE Y BRAZO IZQUIERDO INMOVILIZADO
La muñeca izquierda hinchada y
el mucho dolor que no remite me empiezan a preocupar. Comemos pronto y vamos a Urgencias del Hospital de Galdakao.
Esguince en muñeca izquierda, que me inmovilizan colocando una cérula, desde
los dedos hasta casi el codo. De nada
sirve mi cabreo e intento de consensuar con el médico una solución menos
aparatosa, pesada y molesta en tan inoportuno momento.
¡Vaya faena! Aún nos está
esperando Julia en Arrigorriaga para llevarnos en coche a Roncesvalles. Pero regresamos a las 17,30
del hospital y con el brazo inválido
para 14 dias por lo menos. ¡Y el traumatólogo me lo pone muy serio!
Una dificultad más, pero que no
impedirá mi salida para el día 8, que Zigor libra y quiere a toda costa
llevarme, como recuerdo y agradecimiento a aquel viernes 19 de mayo de 2000, que
le llevara yo en el mismo recorrido, a
iniciar su Primer Camino de Santiago a sus 24 años.
Todavía esta tarde triste me quedará moral suficiente para, encerulado el brazo y con la mochila cargada a tope para el viaje,
entrenar haciendo a pie los 10 kms. de la vuelta a las canteras de Zarátamo.
Lunes,
6 de mayo.
SIMULO LA PRIMERA ETAPA ENTRENANDO
Vestido, calzado y cargado con
el equipo completo previsto para el peregrinaje, camino andando seis horas por
el monte Mandoia hasta Ermitabarri de Zeberio, para regresar por el asfalto a
Ugao y Arrigorriaga. Son unos 26 kms. En una etapa todoterreno y todotiempo,
sol y lluvia incluidos, similar a la Roncesvalles-Larrasoaña, de 26, 5 kms.,
que tenía prevista para hoy.
Brazo en cabestrillo, con el
viejo pañuelo palestino trotamundos de Nerea, termino bastante bien física y
animicamente. Aunque las costuras de los calcetines me han dañado los dedos.
Martes,
7 de mayo.
DESCANSO Y REFLEXION
Mañana de descanso y últimos
preparativos en casa. El tiempo sigue muy malo y de invierno. Me tengo que
replantear las prendas para la mochila. La anchura y rigidez de la escayola me
obligan a cambiar algunas prendas de agua y abrigo. Hasta tengo que cargar con
un paraguas plegable de 550 gramos, ya que los pronósticos anuncian agua y más
agua. Con los cambios efectuados, el peso sobre mi espalda ha pasado a unos 8,5
kilogramos.
Por la tarde, en el Kzgunea de
Arrigorriaga, navego por Internet en el Camino de Santiago. Entro en el foro de
Jacobeo.net para leer los mensajes e incluso dejo el mío. Hago una defensa
razonada de las ventajas de hacer el Camino
a pie y en solitario.
Miércoles,
8 de mayo.
MISA DEL PEREGRINO EN RONCESVALLES
Como último entrenamiento, voy a Bilbao en tren a comprar una máquina de fotos desechable y regreso andando unos 10 kms.
A las 16,30 h., aunque sigue
lloviendo, pero la decisión ya está tomada, marcho con mi esposa e hijo en la sufrida
Kangoo hasta
Roncesvalles.
El mal tiempo es el tortuoso e
incómodo compañero en una tarde para olvidar. Pero la moral alta supera los
charcos, nieblas, oscuridad y frio
invernales. A las 7 de la tarde empiezo el Camino, con el sellado de la Credencial y la reserva de la litera en el
Albergue, previo pago de 7 €. Rosario y Misa del Peregrino a las 8.
Rodeamos el altar unas 55 personas, que recibimos las bendiciones de aquella
pequeña comunidad de siete concelebrantes que nos encargan que recemos por
ellos en Compostela.
BENDICION DE PEREGRINOS
Oración
Oh Dios, que sacaste a tu siervo
Abraham de la ciudad de Ur de los Caldeos, guardándole en todas sus peregrinaciones, y que
fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto. Te pedimos que te
dignes guardar a estos siervos tuyos que, por amor de tu nombre, peregrinan a
Compostela. Sé para ellos compañero en la marcha, guía en las encrucijadas,
aliento en el cansancio, defensa en los peligros, albergue en el camino, sombra
en la luz, luz en la oscuridad, consuelo
en los desalientos y firmeza en sus propósitos
para que, por tu guía, lleguen incólumes al término de su camino y,
enriquecidos de gracia y virtudes, vuelvan ilesos a sus casas, llenos de
saludable y peremne alegría.
Invocaciones
Que el Señor dirija vuestros pasos con su beneplácito y que sea vuestro compañero inseparable a lo largo del camino. Amén.
Que la Virgen, Santa María de
Roncesvalles, os dispense su fraternal protección, os defienda en los peligros
de alma y cuerpo, y bajo su manto, merezcáis llegar incólumes al final de
vuestra peregrinación. Amén.
Que el Arcángel San Rafael os
acompañe a lo largo del camino, como acompañó a Tobías, y aparte de vosotros
toda incomodidad y contrariedad. Amén “
Desde el siglo XI en
Roncesvalles, según nos asegura el oficiante de la Santa Misa, dirigen esta
bendición diariamente a los peregrinos. Yo la copio en el Albergue de
Larrasoaña, donde me la facilita de su archivo el veterano hospitalero Santiago
Zubiri.
A las 9 de la tarde, ya casi de
noche, un beso paternal y un rápido achuchón con prolongado contacto
labiolingual marcan la despedida de mi hijo y amada esposa. Por el obturador de
la máquina desechable ya no entra suficiente luz para inmortalizar el momento
de la despedida de mi compañera de más de 30 años. Aunque salga la foto,
tampoco dirá que se trata de nuestra más larga despedida conyugal. Nuestros
cuerpos se pueden separar más de 30 dias, con todas sus largas noches.
Sigue lloviendo. La niebla y el
frío inundan el legendario y sacrosanto lugar de Roldán y Carlomagno. La noche,
el silencio y el sitio obligan a la meditación profunda.
Todavía, en el interior de
aquellas paredes sublimes, mientras apuramos el último bocadillo de casa que
constituye nuestra cena, cambiamos algunas impresiones. Escucho a los veteranos
peregrinos que hoy inician otro viaje más. El gallego de Noya, al que han
robado su teléfono móvil en Iruña, va a por su tercero. Para José Luis, un
riojano de 58 años afincado en Vitoria, será su cuarto camino. Y hablan de
etapas de 40 kilómetros y de poder hacerlo en 20 dias. Su comentario, su reto,
su objetivo, entre me asusta y me gusta. ¡Què
va, Patxi , tu objetivo
es de 25
a 30 dias!
¡ Y contento! ¡No
pienses en tonterías!
Un madrileño de unos 30 años come y escucha. Dos extranjeros han
invadido la pequeña mesa de estar junto a las butacas, con las viandas frías de
una cena más copiosa y variada que
nuestros contenidos en papel de aluminio.
A las 10,30 les invito al silencio de nuestras literas. Me espera una
larga primera noche de ronquidos a coro mal dirigido, con pequeños
ratos intermitentes sumido en sutil sueño. El frío del exterior se cuela por
una cercana ventana a la altura exacta de mi cabecera. Y no es suficiente
acurrucarme primero en el fino saco ni envolverme después en una vetusta manta,
veterana en pasar miles de noches con
los esforzados caminantes. A las 3 de la madrugada, tras sacar la pequeña
linterna de Zigor para ver la hora, decido levantarme a cerrar aquel portillo
de frío. Aún se me hace una eternidad llegar hasta las 6,15, cuando empieza el
movimiento en la gran sala de dormitorio.
Jueves,
9 de mayo
1ª ETAPA: RONCESVALLES – PAMPLONA
42 kms
De 6,15 a 7 h. me da tiempo a organizar mi mochila y preparar mis pies con la primera dosis de vaselina. Una manzana constituye mi primer desayuno antes de empezar a andar.
Roncesvalles: capilla de Santiago, junto al silo de Carlomagno |
Salen delante de mi, juntos, el de
Coruña y el de Vitoria. Ya no les veré andando en el día de hoy. Llueve, llueve
y llueve. Y así todo el día. Lluvia y barro. Mi brazo izquierdo en cabestrillo,
mi mano derecha sosteniendo el paraguas abierto. El bastón plegado, pero estorbándome mucho. Porque no
lo puedo sujetar en la mochila, a la que tengo que cubrir con su esclavina de
nylón.
Adelanto a varios. Pero no
alcanzo a los que presumo van los primeros, los Vitoria yCoruña. A una hora de caminar bajo la
lluvia, un paso por un arroyo, donde el agua desborda las piedras. Río abajo
hay que encontrar un paso más favorable. Salto y lo consigo. Pero el humedal y
fangal posterior introduce el frío agua en mi cuero pedestre. Siento su humedad
y un escalofrío atraviesa raudo mi cuerpo al pensar en lo que me queda y con lo
que llueve! No es el diluvio, ni es
estruendoso, ni el viento lo hace más imposible. Es seguido, eternamente continuado,
parece inhumanamente eterno. ¿Hasta donde voy así, tan pronto calado en mis
pies?
Desayuno a las 8,40 en Espinal.
El primer bar abierto. Café con leche, mantequilla y tostadas, 3 euros. Si le
pasan 100 cada mañana, que no lo ha negado, buen negocio el desayuno de los
peregrinos.
Cruces en el camino, de madera,
de piedra, muy humildes. Parecen de peregrinos que han abandonado su cuerpo en
este valle y han dirigido los pasos de su alma al verdadero Compostela Celeste.
Rezo padrenuestros por estas cruces y por sus familias, para que sepan
comprender el peregrinaje de esta vida y la difícil grandeza de quedar en el
Camino. Con todo, las cruces humildesme conmueven más. Y hasta dejo a mi mente
que durante algunos minutos imagine aquel cuerpo en sus últimos metros, cómo
cayó, cómo se resistió o entregó en su probable solitario final del camino.
PADRENUESTRO PEREGRINO
Padre
nuestro, que estás en los caminos,
venga
a nosotros tu aliento y vela por nosotros, los peregrinos.
Hágase tu voluntad
así
en el calor como en el frío.
La
ruta nuestra de cada día ilumínala hoy.
Auxilia
nuestros desfallecimientos
así
como nosotros auxiliamos a los que desfallecen.
No
nos dejes caer en la aflicción
y
líbranos de todo mal.
Amén.
Así sea.
Lluvia y barro. Y no cesa de
caer. La pista se convierte en un peligro. Barrillo, raíces y lastras
deslizantes obligan a caminar con pies de plomo. Pasitos cortos y mirando cada
paso donde coloco las deportivas Salomon
que hoy tienen que soportar
la mayor responsabilidad de esta cruel etapa. Si caigo, mi nariz se clavará en
el suelo y la leche será de circo. Pero sin red ni espectadores.
Los caballos me miran al pasar,
pero no saludan. Están gordos y exuberantes de fuerza. Claro que si saludaran a
todos los peregrinos, su relincho estaría afónico. No hay pájaros. Saben que el
día es de perros y
se han quedado en sus casas sin piar.
Adelanto a muchos. Pero aún me
quedan Vitoria y Coruña. Llego a Zubiri. Hay que perder unos cientos de metros
para ir al albergue. Y allí no sellan la credencial. “Comer antes de tener
hambre y beber antes de tener sed”. Una pastelería, tienda de pueblo, escasa de
género, no tienen pasteles de arroz, que
me aconsejó mi hijo, aunque a mí no me atraen de manera especial. La
dependienta tiene más juventud que simpatía. “El 95% de los que pasan son
extranjeros”. ¡Vaya esfuerzo que le habrá costado contarme todo eso!. Tres
rosquillas y dos vasos de agua, 0,60 euros.¿Qué pasa, que también cobran el agua del
grifo?. Me parece que por aquí ser peregrino es como hacer el primo.
A las 12,10 h. sello mi primera
credencial del día. Concejo de Zubiri –
V.Esteribar (Navarra). Y en el sello el puente medieval que da orgullo a
este pueblo.
Puente medieval de la Rabia en Zubiri sobre el Arga. |
Tengo que parar en Larrasoaña a
saludar al veterano hospitalero Santiago Zubiri, con 24 años encargándose de
ayudar a los peregrinos y a la vez a su pequeño municipio como teniente
alcalde. Ha hecho dos caminos desde Roncesvalles y ambos con su amigo el
alcalde del Valle de Esteribar, Francisco Javier Borda. En su segundo viaje, en
mayo del 2000, coincidieron varias etapas con Zigor en los leoneses páramos del
río Orbigo. Doy una vuelta completa al pueblo y le localizo en su casa, frente
al albergue municipal. En cincuenta largos minutos me resume su dilatada
experiencia en su doble actuación de ayuda humana. Y me enseña algunos trofeos
del humilde local, que abre para atender a los primeros caminantes del día.
En el sellado de mi
credencial anotaré fecha y hora exacta de llegada, para ayudar a la memoria de mi cerebro en el más exacto
recorrido por las 24 horas de cada ciclo diario. Y el ovalado recuerdo
entintado de la Villa de Larrasoaña marcará las 13,30 horas.
El sol intenta tímidamente colar
unos rayos de luz a través de unas espesas nubes. Es sólo un espejismo que dura
unos segundos cuando mi reloj Casio marca las 13,22 h.
A mi derecha el Arga y sus fuertes
aguas. Las siento más que las veo. Con una vistosa vegetación, tan bella como
las curvas frontales de una lozana veinteañera. Me separan sólo unos metros, a
veces sólo unos trozos de metros, del torrente que baja hacia Iruña.
En casi tres kilómetros de recorrido
me han tomado la delantera unas 3000 peregrinas. Pero son de cuatro patas y de leche y
lana. Pienso en la filmación de “El Templo Maldito”, en la escena del pasadizo
de las ratas. Yo casi hubiera preferido hacer de extra gratis pisando las
roedoras que aguantar el equilibrio
abriendo piernas para evitar el chocolateado caño central y caminar levitando bajo la lluvia un eterno lodazal.
abriendo piernas para evitar el chocolateado caño central y caminar levitando bajo la lluvia un eterno lodazal.
Y más del tema. ¿Cuántos
kilómetros harán 3000 ovejas en fila
india? Creo que nadie lo va a conseguir saber exacto porque a ver quién es el
hábil que las coloca. Tengo ganas de encontrar al pastor para preguntarle algo,
más bien para desahogarme del cabreo que llevo. Pero sólo he encontrado a aquel
otro casero cercano a la Colegiata de Orreaga y la conversación de la madrugada
no fue muy extensa.
-Buenos días, Señor.
-Buenos días, igualmente.
Pero
qué quiere decir con el “igualmente”. Será por cortesía o porque no quiere ser
menos que yo. ¡Cochino! Mejor que limpiara un poco ese pedazo de
sagrado camino de santos peregrinos que tiene como propiedad particular y
continuación de su cuadra de ovejas.
Allí mismo y entonces yo no hubiera aceptado probar el mejor queso de aquellos
productivos animales.
Y el agua, el barro, la escayola
y el cansancio tocan ya las intimidades de mi cerebro masculino, aunque esto se suele decir con otra frase. Me escapo al asfalto
y me pierdo el paso por La Trinidad de Arre, albergue recomendado que hubiera
sido un merecido y lujoso descanso para mi agotadora primera etapa.
La entrada en Iruña, como en la selva cuando llevas todo el día luchando
con los leones fuera de ella. A las 6 de la tarde, tras once largas horas
caminando bajo la lluvia, no encontraré
junto a San Zernín el esperado
descanso del guerrero. En este caso del peregrino empapado y agotado. No queda
ni una esquina de suelo en el vetusto albergue eclesiástico, ubicado en un palomar del viejo corazón de la urbe. Coruña, que
acaba de adelantarme en la llegada, espera
compañero para compartir humilde pensión.
La tarde iruñitarra es un
hervidero humano en su caso antiguo. Y las emociones de este primer día, aún no
han terminado. Por tres veces nos dan mal las llaves de la destartalada
pensión. Desde el agotador subibaja de escaleras a un cuarto piso, pasando por
la pareja de imbéciles o subnormales que no sé si quieren ayudarnos o
entretenernos, hasta entrar en otra habitación ocupada por una rubia que ni se incomoda. Sin olvidar
la falta de luz, las grietas en las paredes y un largo sinfín de cuestiones
atentatorias menores, hasta conseguir bañarnos con agua caliente, casi sufrimos
otra dura etapa no prevista en nuestro programa.
José Antonio Martínez, el
coruñés de Noya, es un veterano del Camino. Vicepresidente de una asociación
jacobea de la capital gallega, 52 años bien llevados y varias cosas más. Su
preparación, educación y saber estar no van a superar esta primera etapa. Las circunstancias
le rompen y mis ánimos no sirven para recomponerle. No soporta la previsible
falta de camas en lospróximos albergues tras duras etapas de
40 kilómetros que tiene previstas. Quiere vivir el camino intensamente en su
mundo. No aguanta ser relegado el primer día a una esperpéntica pensión de baja
ralea. Y antes de ducharse ya tiene la decisión tomada. Y es irrevocable. Antes
de la cena saca el billete para marchar mañana en bus a Coruña. Y a las cinco
de la madrugada aun nos quedará una larga hora para charlar, mientras ordena su
mochila. Me cuenta sus planes y algunas entretenidas batallas de su movida
existencia. ¿Cómo se puede ser gallego, con ese nombre y récord Guiness Mundial
de Crucigramas?. Pues porque durante
cinco años ha fabricado a mano un pasatiempo con 100.000 huecos horizontales
por 93.000 verticales en el que da cabida a 26.000 palabras. Con ello, hace
tres años, pulverizó el anterior récord, crucigrama de 83.000 cuadros.
Puente medieval de la Magdalena en Pamplona, sobre el Arga |
No sé si son las doce o la una
cuando aún estoy despierto. Hemos cenado en la tasca de la pensión. Charlamos
larga y distendidamente. Y hasta hacemos bromas con el camarero, socio y forofo
del Osasuna, sobre el final feliz de los equipos vascos y gallegos en el
inmediato fin de liga. El chaval es más
agradable y simpático contertulio, envidiable defensa de sus colores incluida,
que promesa de la hostelería. Con todo, calentamos el cuerpo, animamos la mente
y alimentamos el estómago como para sobrevivir.
Tengo
la idea de que de una a cinco mi cuerpo ha dormido poco, porque la noche se me
he hecho larga y he oído algunos gritos y voces callejeras desafinadas, pero va
a ser suficiente descanso corporal para emprender con ánimo juvenil y
entusiasta la segunda prueba.
Viernes,
10 de mayo
2ª ETAPA: PAMPLONA – ESTELLA
46, 5 kms
A las 6 de la mañana aún es de noche. Sobre todo en nuestro hotel
sin ventanas ni entrada del
más mínimo rayo de luz. Así que, tras despedir a Coruña , que marcha en el autobús de las siete, me preparo para
otra jornada de agua y frio.
No se ha secado la colada de anoche. La camiseta de algodón de mangas
largas ha quedado desteñida por la granate que llevaba encima. Así que viajará
hoy atada por los imperdibles a mi Dauder
Futura 42 Airconfort, la mochila que
compré hace un mes en Iris Bilbao para esta aventura. También el calzoncillo y los
calcetines viajarán saludando al viento o al agua de lluvia. El sudor, la
humedad, el barro y el tinte barato casi me cambian ayer hasta el color de la
piel.
Aunque las ciudades no son apetecibles para este caminante, al menos
tienen donde comer y desayunar bien y a la medida de cada bolsillo. Las 6,45 es
una buena hora para alimentarse con un zumo de naranja, unas tostadas y un buen
cancarro de café con leche, cuando al cuerpo le espera otro día de sufrimiento. Y todo ello por dos
euros y medio está muy bien.
El día amenaza de nuevo lluvias intermitentes cuando salgo de la ciudad,
recién amanecida, por la Clínica Universitaria. Rezo un buen rato y ofrezco los
sufrimientos de mi peregrinación por el amigo Mamés, al que a sus 47 jóvenes
años van a abrir el próximo día 21 en estos quirófanos del opusdei para extirparle el
mal que anda comiéndole la vida por sus pulmones.
El reloj del Asador Martintxo, en
Zizur Menor, marca las 7,59 al cruzarse en mi camino. Parece reciclado de
alguna estación de Renfe.
En Zarikiegui ya he adelantado a toda la caravana que ha salido del
albergue de Zizur Menor. Llevo un excelente ritmo y ando bien. Sólo los cambios
frecuentes a lluvia sí y lluvia no, que
juega el tiempo esta húmeda mañana, me
hacen perder el ritmo y bastantes minutos. Pon la esclavina, quita la capa,
recoge la ropa colgada, que no toque la coloreada camiseta el barro que
salpico. Todo un lío para hacerlo con un brazo y en el aire.
La subida al Perdón está pasada por un barro plomizo que albarda las
zapatillas y cuesta arrancar los pies del suelo. El paraguas se ha ido a
descansar dentro de la mochila.Y el bastón en mi mano derecha tiene que hacer hoy de ayuda
al motor. El brazo izquierdo está obligado al reposo, sujeto con el palestino
de Nerea.
Una tan bonita como inútil fuente se nos aparece casi en la cima.
“Gam... MCMXC” está bien grabado en sus esculpidas piedras. Pero ni tiene ni ha
tenido gota de agua desde hace años. Se la conoce por la “Fuente de la Reniega”, donde el demonio
esperaba a los cansados peregrinos para ofrecerles un trago a cambio de que
abjuraran de su fe cristiana. Parece que al no hacer negocio se debió marchar
con todo el agua a otra parte dejando el chiringuito
de piedra en pago por el alma dealgún vivillo.
Por
Uterga, Muruzabal y Obanos camino sólo y acompañando en pequeños tramos a otros
más lentos, intercambiando animosas impresiones y el simpático saludo “Buen Camino”, con que
obsequiaré a todos los que adelanto a pie y hasta a los que me dejan atrás de
los de bicicleta.
El Perdón. Primer rato sin lluvia, que me permite la primera foto |
Puentelarreina. En este camino, el agua me parece la vida. Y los puentes... "La mente crea el puente, pero es el corazón el que lo cruza" (Nisargadatta) |
Puentelarreina es mucho más que
el orgulloso puente medieval de cinco grandes ojos sobre el río Arga. Es lugar para parar, visitar y rezar en
sus históricos lugares de oración y recogimiento. Pero, sobre todo, es el punto
de encuentro histórico de los caminos europeos que entran en nuestra península
por Roncesvalles y Somport.
Las 12,15 horas es demasiado pronto para que mi activo entusiasmo mental
pueda ordenar para y fonda a mi cuerpo respondón que quiere más caña.
En una larga hora saco tiempo
hasta para visitar el nuevo albergue, situado por las altas afueras lejos de la
zona monumental, y de recorrerme por tres veces la Calle Mayor, antigua vía de
paso de caminantes, en busca de un mayor deleite, acariciando con los pies, la
mirada y el pensamiento aquellas piedras con pasado, presente y futuro
peregrino. Sueño con escribir esta experiencia, centrándola en la idea del agua en
el camino. Y para adornar las palabras con imágenes, voy a sacar fotos de
puentes y fuentes. Porque creo que son inseparables compañeros de un protagonista
insustituible del camino, el agua. Simplemente el agua. Necesariamente el agua.
Aunque desde hace dias me esté dando la de arena, espero que me proporcione más
ayudas. Y me llevo de este lugar la foto de su agua, su puente y su río.
Los 21, 5 kilómetros que me quedan para la tarde empiezan optimistas,
pero se me transforman pronto en pesados y eternos. El barro y la soledad en Mañeru son el principio de un calvario. El
pastor sólo me indica donde tengo un cercano avituallamiento.
Buenas tardes . ¿A
que no sabe
cuántas ovejas tiene? - Finjo
un humor que necesito no perder y busco un descanso en la sabiduría relajada
pastoril.
Buenas. Pues
la verdá es que no. Y no
quiero mentile. - Contestó con su acento de navarrico.
¿Hay algún
bar para comer
en el pueblo?
Sí, a
la entrada, a
la izquierda. Y
otro cerca de la iglesia,
allá al fondo
arriba.
Yo, ya necesito más alimentar al
cuerpo, que tengo al borde de la pájara, que distraer la mente con charlas
pastoriles.
- Muchas gracias. Me parece usted
un buen pastor al
decirme que no
sabe las que
lleva. - Le despido con una ironía que parece aceptar como un
halago.
-
Para qué cojones se lo voy a decir a este preguntón de peregrino, que parece que viene herido y cansau el jodío - Es lo que ha podido pensar.
En Mañeru me cuesta subirme a sentar
mi culo en el taburete del mostrador . Devoro más quemastico un enorme
bocadillo de ternera y pimientos con una caña de vino. Huyo del bar comiendo a
mordiscos una manzana en cuanto las piernas
se me empiezan a dormir. Tengo que hacer unos estiramientos para
calentar de nuevo y eliminar los pinchazos.
Zirauki tiene dos puentes medievales.
El primero está al final del pueblo, tras una calzada empedrada la misma
época, que la vegetación y la meteorología van rompiendo. Al puente lo ha destrozado algún arquitecto
que no ha puesto su nombre. Al parecer, para que no se caiga lo que queda de él lo han
sujetado con un mocordo de toneladas de piedra y hormigón, que sólo le
falta oler a mierda foral del viejo reino, porque a despropósito huele un
montón.
La restauración del otro puente, unos
kilómetros más cerca de Compostela, la vivo en vivo y en directo. Charlo y saco
una foto a los canteros en su trabajo. Elogio su labor y les piropeo como
verdaderos arquitectos olvidados. Una pena que bajo esta obra de detalle e
importante presupuesto no haya río. Sólo una acequia entre fincas sin síntomas
de agua, que me recuerda la Fuente de la
Reniega.
Me quiero quedar a dormir en Lorca.
Pero el pequeño hostal familiar está ocupado por los de casa. Ayer fue la
Ascensión, la fiesta del pueblo y antaño una de las más importantes fiestas del
cristianismo, celebrada con solemnidad en Alemania, Austria, Bélgica,
Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Holanda, Luxemburgo, Noruega, Suecia y
Suiza entre otros estados. En la plaza
de enfrente hay tiovivos y plataforma
para la verbena nocturna. Este no es buen sitio para dormir hoy. ¿Y por qué no va a poder celebrar hoy Lorca
su máxima gaupasa anual y su posadero reservar toda la casa para
la familia?
En Villatuerta, este puente sobre el río Irazu divide al pueblo |
A las siete llego al Hospital de
Peregrinos de Estella, cojeando mucho. Bien puesto el nombre, que mi tobillo
derecho, desde hace unas tres horas, necesita más un hospital que un hotel. Mi
cerebro ha encargado demasiadas responsabilidades a mi pierna derecha en ayuda
de mi brazo izquierdo. La hospitalera, con acento del Este, me atiende con gran
amabilidad y preocupación, ofreciéndome de inmediato quedarme más días en el
albergue.
Todavía quedan horas para otras
sensaciones. Al llegar a mi litera una moza de unos treinta, la vecina de suite,
muestra sus tetas hacia la pared con toda naturalidad para cambiarse
de atuendo. Las cosas onitas son para mirarlas. Pero mi recato y educación me
hacen dar la vuelta e ir al baño a orinar y lavarme un poco.
El paseo posterior por Lizarra, charla
y cena en el Restaurante Roma, con el peregrino Pere, de 58 años, profundiza en
temas médicos del cuerpo y del alma.Desde mi indicio de tendinitis hasta sus
dudas espirituales y teológicas, pasando por su escapada del convento
tarraconense. Es un mosén con teléfono móvil, hijo orgulloso de agricultores,
que habla más que escucha y que parece saber hacer su oficio de cura. Aunque
vamos a llegar con el control cerrado, casi me obliga a usar su moderno aparato para informar de mi estado y
situación a mi esposa. Quedé en llamarla cada dos dias, pero para no
preocuparla omito contarle mis dolores que supongo y espero sean pasajeros.
Puente de la Cárcel en Lizarra Estella |
En el cuarto de baño charlamos un
buen rato a media voz, mientras me aplica abundante pomada y masaje en la zona
hinchada y dolorida.Su mochila lleva una pequeña farmacia en lugar de un botiquín, que
me enseña orgulloso, para ayudar a su frágil cuerpo y al de todos los
necesitados. Claro que así se llega a los 12 kilogramos que romperán su ya
débil espalda. Hay que tener cuidado con
los remedios, los porsiacasos, porque a veces ellos te causarán la
enfermedad.
Sábado, 11 de mayo.
3ª ETAPA: ESTELLA – LOS ARCOS
21 kms
Tres euros por dormir y dos y medio
por un abundante desayuno me entretienen a gusto dialogando entre bocado y
sorbo, para salir a las 7,50, después de haber saltado de mi litera baja a las
6,30.
Lloviendo otra vez. Salimos como en romería. Hoy me he prometido ir descansando y desàpacio hasta Los Arcos, una etapa de relajo. Voy un rato con mis vecinas de cama, las profesoras vascas de la UPV de Bilbao, que hacen el Camino los fines de semana, por etapas, retomándolo cada mes.
Lloviendo otra vez. Salimos como en romería. Hoy me he prometido ir descansando y desàpacio hasta Los Arcos, una etapa de relajo. Voy un rato con mis vecinas de cama, las profesoras vascas de la UPV de Bilbao, que hacen el Camino los fines de semana, por etapas, retomándolo cada mes.
Cojeo clara, casi exageradamente. La
curva frontal cercana a mi tobillo derecho está hinchada y agarrotada. Y en
cada flexión, en cada paso sus tendones rozan y se lamentan.
Una bifurcación al terminar Lizarra,
nos ofrece Iratxe o Azkueta. Las profesoras acortan por la segunda. Nos
reencontraremos de nuevo cuando las alcance a la entrada de Los Arcos, para
reservar aposento por delante de ellas y coincidir de nuevo en cercanas
literas.
Monasterio de Iratxe |
La visita muy relajada a la Fuente
del Vino y al Monasterio de Iratxe me permite descansar y rebajar mi dolor
durante más de una hora. A las 8,40 anoto las leyendas que acompañan la
concurrida fuente de Bodegas Iratxe.
“Peregrino,
si quieres llegar a Santiago
con fuerza y vitalidad
de este gran vino echa un trago
y brinda por la felicidad.
Fuente de Irache. Fuente del Vino.”
“Normas de uso:
A beber sin abusar
te invitamos con agrado.
Para poderlo llevar,
el vino ha de ser comprado”
“En esta fuente hay instalada una WEB CAM.
Si se conecta por Internet
en
/w.w.w.irache.com,,
puede visualizar
los peregrinos que nos visitan”
“El Presidente del Gobierno de Navarra.
Excmo. Sr. D.Juan Cruz Alli Aranguren
inauguró esta fuente del vino el día 23.11.91”
Pues este peregrino torpe no consigue
probar el alcohólico líquido tras girar varias veces la desgastada manecilla.
Quiero pensar que están cambiando el depósito interior y sólo pruebo el agua
insípida.
Y medito yo en las veleidades de los
humanos y de los que por suerte de este viaje nos creemos peregrinos. ¿Cómo
puede ser que esta fuente, comercial cien por cien y nada artística, le haya
robado todo el protagonismo con sus insignificantes diez años, a un conjunto
arquitectónico de incalculable valía y religiosidad que lleva aquí diez siglos
viéndonos pasar? En la Fuente de la
Reniega, según dice la leyenda, el diablo no conseguía clientes. ¿Será que se
ha instalado aquí y sí los está consiguiendo?
A 50 metros, en una hora larga visitando el Monasterio sólo entra uno.
Mientras,más de cincuenta habremos hecho
los honores a la “Fuente del
Diablo”.
“Fuente de la Energía y del
origen del tiempo,
creadora de la luz y del universo,
de las leyes que lo rigen,
de las fuerzas que lo
dominan
y de los seres que lo habitan.
Creadora del hombre,
de su sino, su destino y sus sentimientos.
Dueña de mi ser,
de mi salud, mi dolor, mi suerte y de mi muerte.
Creadora de todo lo que
existe, existió y existirá.
Mi alma, base de mi ser,
guarda en lo más profundo toda la esperanza en vos.
Mi mente peregrina, que vuela libre,
os invoca y pide ayuda
para estar a salvo de la pena y el dolor.
¡Fortalecerme!... voy a
Santiago.”
Peregrino Manuel
“Madre de Iratxe,
acompañadme en el Camino
a llegar a Santiago.
Voy manco y enyesado del brazo izquierdo.
Y cojo con tendinitis del pie derecho.
¡Pero no me preocupa si sé que me acompañáis!
¡Ave María, gratia plena!”
Peregrino Patxi
No hay placas en bronce ni en
cerámica fina con estos dos escritos. Sólo dos páginas escritas con bolígrafo y mucho sentimiento en el Libro de
Visitas. ¿Será una muestra de la fuerza de la mente?
Fuente medieval en Villamayor |
Azkueta y Villamayor de Monjardín, una
granja de novillos de engorde en el primero, una fuente medieval antes del
segundo, me entretienen para vivir en su profundidad los cambios en el tiempo.
Y la universalidad que supone esta experiencia. Tampoco olvidaré en próximas
etapas las pastillas
vitamínicas que nos regalan en el albergue de lo alto de la plaza de Monjardín
las muchachas holandesas, a los que nos acercamos a sellar la credencial.
Y son las 11,09. Estos
entretenimientos sociales y culturales sitúan de nuevo toda la caravana de la
romería por delante. Pero sigo relajado, hablando con los lugareños, que se
quejan de la sequía y de que “abajo en Los Arcos la cosecha ya se ha fastidiado
y no tiene arreglo” Sigue lloviendo de sirimiri de manera intermitente,
probando mi paciencia y mi brazo izquierdo en las tareas repetitivas de defensa
de la lluvia.
Acelero el ritmo porque ya no puedo ir tan
relajado. Y me reencuentro con parte del grupo. Aún me preguntan por el brazo,
cuando a mí la que preocupa ahora es la pierna.
La iglesia de Los Arcos es una joya gigante |
Muchas catedrales no llegan a su altura y tamaño |
A las dos entro en el Albergue Municipal de Los Arcos.
Y tras la inscripción, reserva y pago, marcho veloz al
pequeño ambulatorio local. Está cerrado. Contacto con la doctora desde la
cabina telefónica con el emergencias 112. Me deja un cuarto de hora para comer
algo y nos vemos en el despacho médico. Acordamos medidas para que los dolores
musculares no quiebren del todo mi ambicioso objetivo.
Gel de dexketoprofeno para masaje en
la zona, venda gruesa y esparadrapo, que me aplico y coloco tras la ducha. Por
la tarde parezco un desecho de alguna pobre guerra. Debo descansar la pierna y al menos eliminar
la etapa rompepiernas de mañana, bajando en coche a Logroño. Por ahí van los
razonables consejos de la joven médico que comprende mi ansia peregrina
tragamillas. Me dice que desde la capital riojana empieza una semillanura que
castiga menos los tobillos y rodillas.
La tarde, no exenta de amagos
amenazantes y algunas gotas de lluvia, está entretenida. Un albergue casi
completo, con una larga veintena de jóvenes ruidosos italianos, no permite el descanso de una siesta
tranquila para los cansados y dormilones, que no son pocos. Funciona a tope el
lavado de ropa y el amplio cambio de impresiones con los universales compañeros
del día. También hay tiempo para
callejear por el viejo pueblo y sorprendernos en su inmensa iglesia, tan
repleta de espacio, arte y tesoros que parece caída del cielo, pero en lugar
equivocado. Nos hace pensar cómo puede
haber una “catedral” como ésta en un pequeño pueblo agrícola y vitivinícola.
La cena con José Luis Basurto, mi alias Vitoria, en el elegante
restaurante junto a la gasolinera resulta muy entretenida, escuchando sus
aventuras riojanas de caza y pesca, no exentas del furtivismo que le dan la
chispa.
Entre las anécdotas a recordar del
día, está la de la chica americana de Nueva York, con 14
kilos de peso en su
mochila, que me la enseña entera para que le aconseje eliminar prendas. Que duerme
en la litera de encima de mí suena mejor que decir que duerme encima de mí.
Otra, como el mosen, que lleva la farmacia y un mercado de prendas a cuestas. Le
sugiero abandonar la mitad.
Animoso y esperanzador me resulta el
comentario médico de un joven italiano que quita importancia a mis cargas
musculares, “porque el cuerpo es inteligente y sabe compensarlo”
En los albergues, a partir de las
once, el silencio es una norma importante que se cumple. La muchachada italiana
que peregrina hasta Burgos, amenaza noche ruidosa. Sin embargo, serán otros
vecinos de poca edad, a juzgar por sus gritos, carcajadas y carreras, los
que encima de nuestro techo de madera
alargan la fiesta hasta después de la medianoche.
Y a las cinco, uno de nuestros
joviales italianitos cae desde la litera de arriba al suelo. Grande y pesado
cuerpo, a juzgar por el estruendo, pero nada grave, porque en seguida el
silencio vuelve a reinar y sólo será levemente roto por algún pedo perdido y
los habituales ronquidos y voces que surgen y se van con distintos tonos por la gran sala
durmiente y maloliente.
Domingo, 12 de mayo.
4ª ETAPA: LOS ARCOS – NAVARRETE
21 kms
A las 6 empieza el movimiento en las
literas. Marcha silencioso José Luis y me despide. Me resulta muy difícil, una
mezcla de envidia e impotencia, ver prepararse a todos y echarse a sus espaldas las mochilas. Desde
el mirador de mi esquina, con el brazo derecho como almohada y los ojos
enormemente abiertos voy despidiendo mentalmente a los peregrinos.
A las 8, tras una eternidad de
amanecer, mi cuerpo se marcha cojeando con su casa a cuestasmientras mi mente
va rumiando sus dudas, pero empuja hacia adelante. Y las promesas y planes de
ayer van siendo derrumbados por esa ansia peregrina de caminar, de sufrir, de
hacer el camino. andando.
Recortaré los subibajas de Viana, dejaré de ver las Torres del Río, atajaré por
una casi nueva y llana carretera por la que vuelan los motores empujados por el
alcohol de la noche sabadeña. Sólo cederé -también en mi mente algunas veces
gana la prudencia- ante la insistencia de unos turistas canadienses, que me
transportan hasta el centro de Logroño
al tiempo que les dirijo y hago de guía.
El recorte, que no llega a los 10
kilómetros, unido a la distendida charla telefónica con mi esposa, a un
desayuno adecuado y a una misa concurrida y muy religiosa en la Catedral de
Santa María la Redonda, consiguen el suficiente alivio para mi cuerpo y la
decisión clara para mi mente.
Catedral Santa María la Redonda en Logroño |
Aún callejeo a gusto por el Casco
Antiguo, sello la credencial en la Policía Municipal y en la sacristía de la
Parroquia de Santiago el Real, a las 12,15 y 12,27 horas. Vuelo muy relajado laprimera parte de los 13 kilómetros que restan hasta
Navarrete. Un rato acompañado unos tramos de calles por un
experegrino de Galdakao, que con el mono
encima al verme no puede evitar arrimarse. Después el largo paseo por el Parque
de la Grajera, abarrotado de paseantes domingueros en una de las esperadas
mañanas primaverales, me acerca a las puertas del objetivo de hoy sin
sudar.Aunque el primer calor de esta aventura me invita a beber en algunas
fuentes.
Solo adelanto a cuatro junto a la
Cascajera Riojana, cerca del final de etapa. Y aquí tomo nota de dos
curiosidades, “No se vende leña”, anuncia un cartel poco habitual. Y la otra es
que los peregrinos, con el cascajo de la
madera han colgado cientos, casi miles, de cruces entrelazadas en la valla que
separa el camino de la carretera. Yo no me resisto. Y analizo el hecho como una
e esporádica costumbre que necesitamos mostrar en el silencio en refrendo a los
que nos han precedido.
La etapa de hoy ha sido rara. La
temperatura, sol y claridad del día ayudan. Pero las dos horas y media hasta la
capital riojana son para mí un infierno. No sólo en mis piernas, arrastrándose por
el asfalto, sino en la soledad alejado del grupo. Me siento desplazado y
confundido y las dudas de abandono me
invaden. Cargadas las pilas en Logroño, todo cambia.
El albergue municipal de Navarrete
está en el centro del pueblo, en un antiguo edificio recientemente restaurado y
acondicionado en su interior. Sus 33 plazas, cocina y resto de instalaciones
están impecables. Y para mayor alabanza, su estancia es gratis, aunque su
hospitalero Kuki en su charla de
recepción por grupos, nos recomienda el donativo. Creo que es más efectivo
dejar de contar rollos y cobrar los 3 euros como donativo
para evitar un poco a Hacienda.
Albergue de Navarrete, en el centro del pueblo riojano |
En dos horas quedan todas las plazas
ocupadas, con mayoría de extranjeros. Dos jóvenes gallegos llegan de Logroño en
su primera jornada totalmente rotos. Una pareja de simpáticosjubilados de
Donosti, de 72 y 64 años, entran a medias. El dice y se le ve que va hecho un
chaval. Y hasta nos reta si fuera solo, como si esto fuera una competición.
Pero su esposa llega mal con una hipotermia de la que se recuperará tras la tarde en cama.
En los dormitorios varios duermen o
descansan, en la cocina-sala tres jóvenes alemanas preparan su cena. Al
hospitalero voluntario se le acumula el trabajo. Además de un exceso de celo en
su labor humanitaria, le llega el relevo que le sustituirá la próxima quincena.
Quiere explicar y controlar en exceso. Hasta se enfada un poco conmigo porque
me permito sellar una credencial a un peregrino de paso para no hacerle
esperar.
Dedico más de tres horas de la larga
tarde a visitar interesantes edificios y calles del centro, el humilde barrio
alto antaño importante por su industria alfarera y cerámica, subo al parque de
la colina para ver atardecer y divisar la comarca. El tobillo, curado otra vez
con agua caliente y sal muera, gel y vendaje, aguanta casi bien el largo paseo
cultural vespertino.
Pero a los hospitaleros no les debe
gustar para nada mi aspecto, porque insisten, hasta provocar un debate sobre el
tema, para que no salga mañana y me
quede tranquilamente descansando con
ellos en este de verdad hospitalario y agradable albergue. La charla se
prolonga entretenida hasta las once, la hora límite para dar paso al silencio de la noche. Aún dedico
una hora para escribir estas líneas.
Es medianoche cuando en el tercer
piso me espera la última litera vacía. Una joven rubia alemana duerme en
el suelo, sobre su esterilla, para estar cerca de sus dos amigas. Un sir inglés, según Kuki, ronca junto a mi
lecho. La ventana abalconada está entreabierta y la noche sabadeña nos
envía voces alegres y algún rugido de
motores.
Lunes, 13 mayo.
5ª ETAPA: NAVARRETE - SANTO
DOMINGO DE LA CALZADA
37,5 kms
Mi primer sueño no llega a dos horas. Pero ha debido ser profundo y casi suficiente, porque son la 1,50 de la madrugada cuando ya me parece la hora de saltar de la cama. El reloj de la cercana monumental y parroquial torre anuncia las horas con el tañido bronceado de una excepcional campana. Y como con orgullo las repite. Pero cuando oyes las dos, las tres, las cuatro y las seis, todas por duplicado, puedes acabar echándole la culpa de que no te ha dejado dormir. Sin embargo, debo reconocer que mi insomnio es una constante habitual que se acentúa cuando salgo de la vida rutinaria cotidiana. Pero no es menos cierto que, si mi mente y mi cuerpo van ilusionados, pueden aguantar semanas con una media de cuatro horas durmiendo dentro de las seis de descanso tumbado en cama.
Desayuno comunitario a partir de las 6,30. Otro buen detalle para
recordar. Suenan las siete repetidas campanadas cuando dejo atrás la gran
iglesia.
Se repiten de nuevo las condolencias
por mi brazo y tobillo, que hoy camina enfundado en una visible tobillera.
Inicio muy suave la jornada para calentar adecuadamente. Avanzo cojeando a una
media de unos 3 kms. hora. Me adelantan muchos, sugiriéndome que pare y
descanse o que debo abandonar. Aún no.
Una larga media hora dura de
discusión enfrentada en mi mente entre el ego prudente y el impetuoso acaban en
consenso. Calentados músculos y tendones, acelero a ritmo fuerte. “Voy
a aguantar así hasta Santo Domingo y allí decidiré. Pero si llego mal, tendré
que parar a descansar al menos un día”. Esa es mi meditada decisión de ahora.
A las 8,26 me desvío para entrar en
Ventosa, conocer el pueblo y sellar. El albergue de San Saturnino lo regenta
Acacio, conocido hospitalero porque ha sabido vender su imagen, También por su
defensa del escritor brasileño Paolo Coello, que ha llevado a Brasil la fiebre
de esta Ruta Cultural Europea. Como llevara Hemingway la fiesta pamplonica de
los sanfermines mucho más allá de los Pirineos. Aunque, a diferencia del escritor
americano nacido en 1898, el aspirante a Nóbel brasileiro es un farsante para
demasiados.
¿Cómo se puede perder un peregrino,
ya curtido en 170 kilómetros, en una
aldea de poco más de 100 habitantes?, Aquí me pasa como en Larrasoaña, que regalé
una vuelta completa al pueblo para hablar con Zubiri. Pero con el agravante de
que me marcho en dirección contraria. La soledad de caminantes y la carencia de
flechas amarillas me mosquean. Un horticultor, al que asusto con mi pregunta
desde lejos, me reconduce a mi gente.
Vuelvo a adelantar a los que me
habían compadecido. Y a saludarles animoso con una aparente
recuperación. Nájera, a las 10,15, me
recibe pletórico. Así que decido enviar mis anotaciones diarias a casa para que
conozcan con detalle mis andanzas, ilusiones e infortunios. También facturo en
Correos un paquete de prendas que aligeran mi mochila en 2,1 kilogramos.
Zapatillas, paraguas plegable, pantalón largo, camisetas, calcetines, pañuelos
y calzoncillos estaránen casa a las 13,30
previo pago de 5,60 euros. Este vez Correos de España me asombra.
Santa María Real de Najera, un reino en el año 1000 |
Tras la descarga, el preciso peso estatal apunta 6.910 gramos para
mi mochila, bastón plegable incluido. Uno de los aciertos de esta larga
peregrinación está en llevar el equipaje y peso mínimo imprescindible adecuado
a cada persona. Una aceptable referencia a tener en cuenta es no superar el diez por ciento, al menos en
la mochila, del peso corporal del porteador. En mayo, en una prolongación del
invierno que no esperanza mejoría, es muy arriesgado este objetivo. Mi cuerpo
ha iniciado con 70 kilos. Y aunque en estas casi cinco duras jornadas ya ha perdido alguno, voy a apostar fuerte y
quedarme con el material que considero imprescindible.
PRENDAS Y PESOS DESDE NAJERA
Mochila .
. . .
. . .
. . .
. . 1.820 gramos
Capa de agua . .
. . .
. . .
. . 250
Chubasquero . .
. . .
. . .
. . 450
Saco de dormir . .
. . .
. . .
. 1.100
Dos polos m/corta . .
. . .
. . .
350
Tres pantalones (largo,corto y baño) .
560
Calzoncillos y camiseta
. . .
. . .
180
Gorro de pana . .
. .
. . .
. . .
110
Pañuelo y calcetines
. . .
. . .
. . 200
Forro polar fino . .
. . .
. . .
. . 300
Toalla . .
. . .
. . .
. . .
. . 320
Sandalias baño y descanso .
. . .
. . 330
Zapatillas fuertes . .
. . .
. . .
. 910
Botiquín y aseo . .
. . .
. . .
. 500
Bastón plegable aluminio
. . .
. . .
270
Jabón pastilla todouso
. . .
. . .
. 150
Linterna . .
. . .
. . .
. . .
. . 150
Documentación, diario y varios
. . .
650
Escayola y venda en brazo
. . .
. . .
400
_______
Peso total, incluido vestido puesto,bastón y cérula .
9,000 kilogramos
Hoy hace calor. Visto prendas ligeras
de verano que no superan los 2,5 kilos, incluidos los obligados complementos del
bastón y la cartera de documentos en bandolera. Me queda una mochila ideal, que
con frio y lluvia bajará de los seis.
No llega el reloj a mediodía y el
albergue najerino se abre a las dos de la tarde, como casi todos..Y ya hay
varios esperando. En Turismo, además de sellar la credencial, me informan de
los horarios de autobuses de Santo Domingo a Bilbao. Aún no lo tengo claro cómo
llegaré.
La Calle Mayor
siempre fue el paso primitivo y a veces único de los pueblos. Por ello
es necesario
recorrerla para imaginarse el pasado a la vista de su arquitectura. Me
entretengo en ella, también buscando el desayuno que me devolverá reforzado a
mi principal trabajo de patear los
caminos.
A la entrada de Azofra adelanto otra
vez a tres navarricos jóvenes, con los que vuelvo a hacer unas risas. Serán los
que terminen de ocupar las 16 plazas de literas que tiene la señora María en el
albergue parroquial. Ya están aquí los donostiarras Santiago y su esposa, que
hoy va mejor. También el supuesto sir inglés y otros conocidos de Navarrete. Para
muchos, casi una mayoría, 22 kilómetros es una etapa normal. No será tan cómodo
dormir en el pórtico de la iglesia para los que lleguen después de las 12,45 y
no se atrevan a continuar los 15,5 kms.
hasta La Calzada con el sol que caliente que jode.
“Adelante, Patxi”, me
animo a mi mismo. Me espera camino de tierra y polvo, largas rectas
interminables, cosechas verdes con algún canal de regadío, en el que tengo que
beber por haber reducido tanto el peso hasta eliminar el prudente medio
kilo/litro de agua. Así son los diez solitarios kilómetros que me cansan hasta
Cirueña. Otro trago en la fuente, la única muestra de vida que encuentro, y
una manzana que queda como último alimento perdido en mi zurrón, me llevan a la
Calzada del Santo Auxiliador de Peregrinos.
Ayer, domingo 12, fue la fiesta del
santo patrón. Antaño la celebraban para agasajar a los peregrinos que desde el
siglo IX empezaron a dar vida a este lugar. Perdidos en el oscuro bosque de
encinas, no encontraban el paso del río. Era un buen lugar para los asaltadores
de caminos, los cacos habituales de aquella época. Tuvo que ser un eremita
llamado Domingo quien arreglara aquel gran problema, dedicando su vida al
socorro de los viajeros y a mejorar aquel paso.
Hoy aún queda parte de la fiesta, en
la que los peregrinos ya nada pintamos. A las 16,35 h. cuando entro en el
Albergue, magnífico y singular edificio cerca de la Catedral, la “Cofradía de
Santo Domingo de la Calzada” celebra en el salón principal un suculento
banquete. Es la renovación anual del prior
y calzan y visten de tiros largos. Allí no tienen acceso nuestras
polvorientas zapatillas ni nuestras sudadas camisetas. Si el santo fraile
llegara hoy, seguro que preferiría subir al desván a compartir camino con
nosotros.
Con todo, dada por justificada en
parte la frialdad habitual de lo grande en tamaño, vaya mi agradecimiento a un
albergue con muchos otros puntos a su favor. Excelente su céntrica situación,
amplio número de plazas y gratuidad me gustan más que sus servicios
complementarios y escaleras.
La etapa de hoy, en su conjunto y a
pesar del calor, ha sido mejor de lo que ayer hubiera firmado como aceptable.
He ingerido casi suficiente agua con vitaminas energéticas, pero el alimento
sólido ha sido muy escaso. Gran error el
mío caminar más de nueve horas con sólo un tentempié a media mañana. Al final
la preocupación no estaba en la tendinitis sino en la pájara que ya me estaba
avisando.
Es bueno recordar aquí uno de tantos
sabios consejos que varios me han dado y que tanto incumplo. Beber y comer
antes de tener sed y hambre. Varias veces y poco copiosas. Alimento sólido cada
dos o tres horas como máximo. Y agua más frecuente.
Por precaución, tras acomodarme en el
albergue “del suculento banquete” y
alimentarme en un humilde bareto , acudo
al centro médico del pueblo. No me ven mal ni me va a acusar mayorproblema grave. Si
he notado mejoría es porque el roce que efectúa el tendón ya va remitiendo. Me
proveen de más medicación en forma de pastillas contra la inflamación y el
dolor, similares a lossobres que vengo
tomando desde Los Arcos. Diclofenaco Normon.
Así que puedo seguir haciendo etapas y el propio
tendón me dirá lo que puedo continuar. A veces lo mejor es escuchar al médico
lo que deseas oír, aunque no resulte del todo cierto. También dice que conviene
que siga tomando los anti-inflamatorios. Y la tobillera no viene mal, aunque
tampoco sirve de mucho, según indica con gesto de hombros el joven médico de
guardia. Al menos el chaval me parece simpático.
De 5 a 7 la fiesta está en la plaza
de toros. Así que el Parador me parece un buen lugar para descansar sentado,
oyendo música clásica y escribiendo mis andanzas. Desde esta cómoda butaca no
es imaginable que a pocos metros hay juerga española, con alcohol, cigarros
puros, música y sangre de toro en la arena.
Santo Domingo de la Calzada |
A la noche queda la mayor fiesta. Y
delante de nuestro albergue la peña “El Salero” prepara cena popular gratuita.
No veo sandalias de peregrinos en su interminable cola, pero consigo
introducirme invitado quizás por deferencia o lástima. Prefiero no preguntarlo
y la respuesta me llega sola. Me cuelan para cotillear.
Ya metido en el tinglado popular, que
yo también me lo he buscado, consigo la buena atención de un peñista que se
esfuerza en responder a mis preguntas. Tiene que ir a buscar las respuestas -no sé si por ello más
válidas- a alguno más enterado. “ 160 cántaras de
vino, que hacen
2.560 litros y
280 kilos de
champiñones.” . Eso es lo que
hemos tragado los 3.500 devoradores
que rondamos por esta plaza. Un buen aperitivo para empezar la cena de una
larga noche.
Y entre pregunta, pincho de champi
y trago, me culturizo un poco más de la vida y milagros del Santo.
La sobremesa es prudente. La noche ruidosa está en la
feria, tres calles más arriba. A las 12 duermo sobre mi litera. Nunca sabré si han sido los tragos del porrón
y la caña de vino de la otra media cena o el cansancio acumulado los que me han
propiciado un feliz sueño de más de cinco horas. Y por qué no la suma de
ambos.
Martes, 14 de mayo.
6ª ETAPA : SANTO DOMINGO DE LA CALZADA - SAN JUAN DE ORTEGA
48,5 kms
Salto de la cama a las 6 h. Y del
albergue a las 6,50.
El puente de la Calzada fue un gran avance para los peregrinos medievales |
Una gran cruz de madera al entrar en
tierras de Grañón nos recuerda algún armisticio que firmaron calzadeños y
grañoneses tras luchas sangrientas por un pedazo de tierra.
Cuando llevo hora y media caminando
en ayunas, me acerco al albergue parroquial de Grañón, al que me introduzco por
el camino menos conocido, por la planta interior y el coro de la iglesia.
Recuerdo el lugar desde una anterior excursión laboral. Quiero conocer y
saludar a otro monstruo del Camino, Don José Ignacio, el cura
párroco de este pequeño pero muy antiguo pueblo.
Desayuno y charla inolvidable. Dicen
que no tienen sello. Y no sellan la credencial. Pero ofrecen su desayuno. Así
es su peculiaridad. Y al caminante que
viene hambriento de Calzada es como abrirle la puerta del cielo. Copioso en
alimento, cariñoso en el trato, interesante en la conversación de lo divino y
de lo humano. No pasaré por alto sus nombres y alguna de sus “virtudes”. El hospitalero Jorge es un gaditano con la
alegría y desparpajo andaluz que te hace reír. José Ignacio, observador,
humilde e irónico, es un libro de sabiduría, que sabe escuchar y rebatir. Es
actualmente coordinador de una de las asociaciones importantes de hospitaleros
voluntarios, pero rehuye hablar de su dilatada experiencia en el tema. Sibili,
la alemana que se prepara para hospitalera, demuestra una vasta cultura,
profana y religiosa, con buen dominio del castellano.
Una anécdota inusual pone en nuestros rostros
el gesto de la extrañeza. Una jarra mal fregada hace que el café mantenga un
pequeño sabor a jabón.
Saliendo a las 9,15 llego
a Redecilla del Camino a las 10.
Me llaman y saludan desde un coche el cura y la
alemana, que van a Tardajos a controlar las obras del nuevo albergue en
construcción.
En Redecilla hay una iglesia barroca,
antigua colegiata, que aún mantiene sus seis altares laterales con todo su
arte. Pero la joya que no nos debemos privar de ver es su pila bautismal del s.
XII, románica y mozárabe. Hace unos 30 años, al cambiarla unos metros de lugar,
en lo que pretendía ser una restauración, se rompió un poco. Una pena, que no
desmerece a la pieza y que sólo detectan
los meticulosos y preguntones como este visitante.
Maite, joven y guapa lugareña, parece
la todoterreno del municipio en esta época. Limpia y cuida el albergue, reparte
credenciales de las que hay escasez o carencia en la ruta, hace
de guía turística y derrocha un montón de simpatía y amabilidad.
En Castildelgado atravieso el pequeño
río por la quincena de pivotes redondos de cemento situados casi a ras del
agua. Y saco una foto al puente de piedra de tres ojos por el que pasan los
vehículos rompiendo el silencio.
Adelanto por tercera vez a una
italiana de Brescia, solitaria, con su simpatía y su pelo blanco, mochila y 60
años a la espalda. Parece que hoy vamos a vernos más veces, porque su menor
ritmo me alcanza en mis numerosas paradas
Todos los pueblos de esta primera
ruta burgalesa tienen su fuente en la plaza, por lo que me ahorro un peso en el
macuto. Claro que no todos los cuerpos
están educados e inmunizados para beber de cualquier chorro. El mío sólo
recuerda algún problema con líquidos muy fríos en horas de digestión . El agua
es fresca, corriente, abundante y exquisita. Las iglesias están cerradas. Las
casas también. No como antaño, no tan lejos en el tiempo, sólo hace unos
treinta o cuarenta, cuando los pueblos y el agro español estaban vivos. Aunque
ya se vislumbraba su lenta agonía por
culpa de una industria centralizadora y absorbente.
Hablo con toda la poca gente indígena
que pillo a mi paso. A veces, sin parar, un saludo, dos frases, una de
pregunta y otra de ánimo o agradecimiento, para no despistarles en su tarea de
huerta.
Viloria de Rioja se anuncia como
“Cuna de Santo Domingo de la Calzada”. Después leo “Calle Bajera” y me veo en
lo alto de un cerro. Así que ironizo en
mis pensamientos con las dos leyendas. Y no me corto en preguntarle al paisano
que, inclinado en su huerta con un azada, mima
cosecha.
Buenos dias,
señor. . . ¿Eso de
calle Bajera es
verdad?
Claro que
sí. Que hay
sitio más alto
en el pueblo.
Como lo
de Rioja no
me parece del
todo verdad . . .
Qué va, qué va . . .
las calles están bien. La
de la iglesia
es la alta.
Pero no me dice por qué este pueblo burgalés se apellida “de Rioja”. Y
la única calle no tiene ni un tres por ciento de desnivel para “subir” a la
iglesia, pero así con dos nombres tan castellanos parece que se entienden
mejor. Delante de su aparente humilde parroquia copio el texto de una placa
junto a la fuente.
“En esta villa nació Domingo García, Santo Domingo de la Calzada. Frente
a la Iglesia está la casa donde nació en
1019. Y dentro la pila donde fue bautizado. Después de dedicar su vida y sus bienes a los peregrinos , murió el
12-5-1109 a los 90 años”
Veinte minutos me entretiene este lugar. Bebo de la fuente de chupete y
orino en una pared tras levantar la pata izquierda de mi pantalón corto sin
bragueta, como hacía de chaval.
465h . “Avanti Brescia, buen
camino, que ya me has vuelto a adelantar.” Voy muy bien con la tendinitis y
mejor con el ánimo. El día, con sol y nubes y una agradable brisa, invita a la
marcha. Pero esto huele a lluvia para la tarde.
En Villamayor del Río ni siquiera me quedan dudas. Este es otro de los pueblos “de las tres
mentiras”. Ni villa, ni mayor ni río a la vista. Como Santillana del Mar o
Villanueva de las Puertas Ni siquiera un alma a quien preguntar lo que no ven
mis ojos. Aunque, vayan mis disculpas a los nativos de estos tres lugares,
porque seguro que sus antecesores tuvieron sus razones para bautizarles con tal
amplitud de datos.
A la entrada de Belorado hay que atravesar la peligrosa carretera N120.
Una señal de tráfico con “Ud. no tiene preferencia” es muy de agradecer para
los que leemos el castellano. A las 13,10 la
suiza Hanna me sella y me sonríe simpática en el Refugio Parroquial. Los
helvéticos, según ella, son tímidos por
naturaleza pero muy cariñosos. Yo no los vi así en mis vacaciones por aquel
país diferente.
La plaza de este municipio, al que la industria peletera ha dado nombre
y vida estas últimas décadas, es el centro geográfico y comercial. Ha llegado
el relevo generacional y sexual a la sucursal del BBVA, que es atendida por dos
jóvenes señoritas.
En Tosantos me saluda un gallo ruidoso mientras las gallinas me ignoran
desde su picoteo en el suelo. Dos perros tumbados al sol ni se molestan. Un
letrero, de pintada barata pero providencial,
anuncia la fuente. Un edificio pequeño
en construcción en el centro rompe la arquitectura rural. Habrá que perdonarle
la osadía porque es el nuevo albergue, en el que dicen que se quedará la germana Sibili. Nadie
al alcance de mi vista. Ni los albañiles de la obra. Son las l4,35 y habrán ido
a comer a pueblo con restaurante.
Medio litro de agua, vitaminada con mis pastillas, en la fuente de
piedra, y a caminar hasta Villafranca, que allí hay comida. Y al de 200 metros
tengo que retroceder a por el bastón, que se me queda pegado a la fuente. Tampoco encuentro el camino
bueno que pasa por Villambistia. Y me echo a la carretera. Los camioneros
vienen en fila recién comidos en El Pájaro, a donde suspiro hambriento por
llegar a tiempo. Casi me despiden de su pista con el rebufo. Cuatro kilómetros
así se convierten en una peligrosa
eternidad.
Escapo del peligro entrando en Espinosa del Camino. Y desde aquí otros
tres kilómetros me separan del restaurante deseado. Este tramo ya lo hice
andando con Zigor un sábado 27 de mayo del 2000, año que alcanzó la meta
compostelana el martes 13 de junio.
Llego con la cocina y el comedor cerrados a pesar del acelerón para no superar las 4 de la tarde. Menos mal
que una cazuela de ternera estofada de la barra, regada con una caña de vino,
devorada en 15 minutos, me da más fuerzas que las espinacas a Popeye Y hasta me
permite pasarme de largo, casi con chulería, del albergue que sigue tan
destartalado como hace dos años.
Subo a las alturas de los Montes de Oca como una centella. Un monumento
reciclado en plena planicie montañosa dice: “Tu muerte no
fue inútil. Inútil fue tu fusilamiento. 1936”. Y lo acompaña la paloma que ahora
simboliza la paz. No puedo evitar unos minutos de meditación sobre aquella
tragedia absurda entre hermanos. Y me pregunto cuando nos perdonaremos de
verdad aquellas y otras ofensas.
Se hace largo y pesado el último tramo, cuando aprieta el calor. No me
extraña que estas alturas de espeso bosque fueran otro de los buenos escondites
para que los bandoleros medievales
atacaran e incordiaran a los agotados caminantes. Varios peregrinos de
hoy están tumbados, descansando de la caminata, probablemente hambrientos o
sedientos. Poco puedo auxiliarles, cuando mis fuerzas también anuncian su
final. Las ráfagas de viento de frente alivian lo que un abanico en la tarde
agosteña de sol y toros.
Doce horas de etapa y 48, 5 kms. Porque a las 18,50 me han retratado llegando a la fuente de San
Juan de Ortega, los dos australianos que me han acompañado los últimos metros.
Sin descansar visito la basílica y tumba del santo arquitecto, que ya me son
familiares. Tengo que anteponer la búsqueda de cama y ducha de agua helada a la
misa de las siete y posterior cena de las sopas de ajo,
que ya marcan historia en este solitario lugar, alejado del mundanal
ruido.
Vitoria ya esta aquí. Antonio Sorrouille, jubilado de Basauri de 72
años, llega detrás y ocupa una de las últimas literas. Me parece otro monstruo
andando.
Lavar calcetines, descansar, escribir y cenar ya no me dejan minutos
para dialogar con alguno del casi
centenar de peregrinos que pernoctan en este emblemático rincón. Aquí, como en Rioja, otro hombre santo, discípulo de aquel
Domingo García, construyó este refugio
para los cansados y vilipendiados trotamundos. Y el lugar, que aún se libra del asedio del
modernismo, lleva el nombre de su
benemérito creador, San Juan de Ortega.
Los últimos deberes de este larga y dura jornada son las llamadas
telefónicas a mi esposa e hijo. Cortas y cada dos días, con una comunicación
imprescindible para que la sensibilidad no no se emocione.
A Dulce le grabo el mensaje, porque no está después de tres intentos
para oír su voz.
Mensaje del
Peregrino: Dos primeros
dias con lluvia
y barro a
tope. Un calvario. Cuatro siguientes
buenos para andar.
He dormido en Pamplona,
Estella, Los Arcos,
Navarrete y Santo
Domingo. Y hoy
lo hago en
San Juan de
Ortega. Esto engancha. Del
brazo y las
ampollas voy fenomenal.
Sólo una pequeña
tendinitis me hace
sufri r un poco
desde Puentelarreina. Mucho
peregrino extranjero. Voy
sólo porque no
coincide nadie con
mi ritmo. Pero
hablo con todos.
Mañana a Burgos.
Un beso a
todos.
Tampoco hay que preocupar a los de casa. ¿Voy Bien?.
Miércoles, 15 de mayo.
7ª ETAPA: SAN JUAN DE ORTEGA -
TARDAJOS
34,5 kms.
Este bonito y religioso lugar no nos
facilita el desayuno. Al menos, a las 6,50 la taberna está muy cerrada. Hay que
pasar por Ages y llegar a Atapuerca, donde varios mesones se anuncian con
desayunos. ¡Otros mentirosos! Cerrados a las 8,50, a qué hora piensan alimentar
a los que venimos vacíos y hambrientos de los montes de Oca?
Sólo Las Cuevas, al final del pueblo
y a la derecha casi escondido y poco anunciado, nos prepara algo, pero no de
cocina “porque está sólo”. Una hora me entretengo con el primer alimento y
charlando con los paisanos lugareños que apuran y me invitan a una copa de
orujo mañanero. Vaya fiasco este pueblo que tiene cerrados los mesones para los
peregrinos, aunque cuente con los mejores yacimientos arqueológicos de Europa...
o del mundo, que presumen los secantes de orujo.
En Atapuerca se inicia la subida a
una colina desde donde en seguida se avista la Burgos. Unos minutos de charla con una canadiense que
vive en Whasington. Camino oyendo tres diferentes melodías. El grillar o canto
del grillo, el trinar de los pajarillos y la más moderna y agresiva del
escopetear lejano de algún tiro al plato. Porque hoy, San Isidro Labrador, es
fiesta grande en Madrid y en muchos pueblos de la España rural.
Excavaxion de Atapuerca |
Sierra de Atapuerca, rodeada de trigales |
Atravesada la colina se baja a la
llanura, donde se bifurca el camino. Elijo la ruta de Castañares, en lugar de
Cardeñuela, porque a vista de caminante, la urbe me parece más cercana. Todavía
se repetirán los letreros para escoger. Castañares a la derecha, Orbaneja a la izquierda.
El cielo se ha nublado y el viento
suave quema la piel, pero en principio se agradece. Los grillos siguen poniendo
la música en la verde alfombra que nos lleva a la histórica capital castellana.
El cercado de una plataforma nos obliga a hacer un quiebro por su esquina y
doblarla en ángulo recto. Una vieja valla metálica de un metro, unas puertas
casi oxidadas y un letrero con anuncio de peligros y males si se entra. Al
pronto, tras el barbecho inmenso envuelto en el cercado, veo un avioneta.
Estoy en el aeródromo de Villafría.
Aquí hizo la mili mi hermano mayor, Ignacio, allá por 1956. Y pasa por mi mente
su difícil y corta vida, tan poco agradecida. Y pienso, mientras voy pegado a
la interminable alambrada, en las retorcidas mentes humanas tan cercanas a las
guerras, por preparación o por acción, por defensa o ataque
En Castañares también hay fuente de
piedra para mi avituallamiento.
Australianos y canadienses son mis últimos interlocutores hasta que doy
con un grupo de gallegos de Orense, cuya peregrinación está en las antípodas de
la mía. Coches de apoyo, etapas cortas, pernoctar en hoteles ya reservados,
grupo amplio con cachondeo incluido, veteranos de la ruta y acaban en Burgos.
Aquí caben casi todos los planes, por lo que también les admiro. Y les acompaño
encantado en la calurosa y siempre
desagradable entrada a las urbes con
periferia industrial y barriadas saturadas de bolsillos humildes.
A la vista del Arlanzón me descuelgo
y zapatilleo su ribera río abajo en tres kilómetros. La sombra intermitente, la
humedad y el mullido césped, me llevan hasta el puente de Santa María, a tiro
de piedra de la catedral.
Unos chavales enzarzados en los
cotilleos del fútbol me informan del final de temporada de la “Liga de las
Estrellas”. Valencia, Coruña, Madrid, Barcelona, Betis, Celta., Alavés,
Athletic... Ganó el Alavés al Osasuna en El Sadar, como vaticinó el camarero de
la humilde fonda pamplonesa. También el
Athletic en Tenerife, con lo que los dos rivales canarios y el Zaragoza bajan
a“segunda”.
A las 14,20 es buena hora para comer
un ligero menú del día enfrente de la catedral, charlar y escribir un poco y
partir a las 15,45, sin saludar al “papamoscas” porque no abren las puertas
hasta las cuatro.
El papamoscas de la Catedral de Burgos |
El albergue de Burgos está en el
parque del Parral, cerca del monasterio de Las Huelgas. Son unos barracones de
reciente instalación y agradable aspecto, con un aire informal de camping.
María, la brasileña cincuentona de voluminosas y curvadas carnes que manda
allí, se hace notar. Con el sellado reparte dos besos a cada peregrino. No le
pregunto si las féminas participan del mismo reparto. Pero tras charla
distendida y picantona me plasma dos más de regalo y un apretón que casi me
ahoga con sus grandes tetas.
La salida hacia Villalvilla tiene de
todo. Bien, muy bien al principio, a pesar de que el calor aprieta y hay que
calarse bien el sombrero y protegerse los ojos y la sed. Al llegar a la dos veces villa me agrada oír
el largo repique de campanas que anuncia algo importante. Recordando la
película “Bienvenido Misther Marsall”, sueño con ser el peregrino un
millón y que el largo tañido campanil es sólo el principio de la fiesta recibimiento
que me preparan. Pero, como las cañas se tornaran en lanzas en el cuento
cervantino o el espejismo te la juega cuando el cansancio te empieza a ganar la partida, aquí cambia en breves
minutos mi suerte.
Se apaga la voz anunciadora de la festividad
sanisidril y no me llegan los agasajos, sino la dolorosa tendinitis que llevo
como olvidada. Y con ella un inmediato cansancio y agotamiento que me obliga a
decidir poner punto final a la etapa del día. Un ángel de la guarda, con forma
de muchacha de 26 años y de nombre Clara, me cruza en bici jugueteando con su perro Lanas. Me saluda y
pregunta cariñosa por mi brazo y cojera. Y me contesta, después de mi agónica
demanda de un humilde catre, que “aquí no hay albergue ni lugar para dormir”.
Cuando el cuerpo entra en un
bache profundo, imprevisto e insospechado, y otro cuerpo con cara y voz
agradable te dice una mentira no intencionada, no quedan reflejos en la mente
para comprobar la pequeña pero suficiente guía que llevas en tu bandolera. Y
ésa sí dice verdad, porque en Villalvilla hay albergue, aunque sea muy pequeño
y no está bien anunciado.
La chica es buena. Ofrece y trae agua
al sediento y agotado cuerpo, que sigue caminando tortuosamente.
Y le da conversación y ánimos. Y su compañía durante más de cuarenta minutos
hasta avistar Tardajos, que allí la guía y ella dicen que sí hay cama para
dormir.
Resulta agradable y muy entretenida
su conversación. Abierta, despierta e interesada en nuestro profundo y casi
extraño mundo, camina junto a mí acompañada de su vieja bici y su fiel perro.
El ángel de la guarda me ha sacado del bache y reaviva mi cuerpo y mi mente. Su
pequeña blusa dejando asomada al sol una envidiable desnudez despierta algún
pensamiento otrora pecaminoso en mi obligada abstinencia sexual. Pero mis
principios me hacen despedirla mostrando verbalmente mi agradecimiento y
aconsejándola paternalmente que peregrine algún día a Compostela. Y mi mente
prohibe a mis ojos volver la mirada para verla alejarse con su belleza.
A las 18,50, llegando cojo pero
victorioso al albergue de Tardajos, me sorprenden dos efusivos y lejanos
saludos a voz en grito por mi nombre.
Antonio, el de Basauri, ya está
descansando sentado en un banco del pueblo de setecientas almas. El otro saludo
viene de uno de los pícaros del camino, vividores a cuenta ajena, que se
me pega al llegar
y que muy pronto rehuyo a la vista de su esquizofrenia
, mezcla de jeta y realidad. A su lado Vitoria, que me ha vuelto a
adelantar.
Tardajos |
Más tarde, casi al anochecer, María
Victoria la hospitalera titular llega de viaje. Con mucha educación y
suficientes razones que él no niega le manda para Villalvilla, porque aquí ya
estuvo la semana pasada y varias más. Parece ser el vivillo que pasa temporadas
en el camino, sin dinero, mochila ni esfuerzo, arrimándose a los más fáciles y
desprendidos.
Otro día que llego el último. Hago el
número 12 y sólo quedan 4 literas
vacías. Un bocata de sardinas y fruta, no sólo me sirven para cenar, sino que
además me proporcionan dos historietas para anotar
.
.
La primera es la tendera de la
panadería, Sara, una niña de 9 años, la hija de la panadera, que dice lleva
allí toda la tarde jugando con las amigas en la calle y atendiendo sola el negocio. Consigue
encontrar las sardinas tras larga búsqueda. Y para saber el precio se sube a
una silla y lee muy despacio la lista de precios manuscrita. Sólo se lía con la
calculadora y la suma, donde la ayudo un poco.
A unos cientos de metros, en el
supermercado grande , después de las 9 de la noche, veo que las compradoras del pueblo no pagan.
“Apunta” es su moneda verbal. Y viene la costumbre, según me cuenta la dueña,
hija y nieta de tenderos, desde hace muchas décadas, cuando todo el pueblo
compraba a crédito y pagaba tras la venta del trigo.
Tardajos, aunque venido a menos como
no se encuentra excepción en el campo, me dicen que “últimamente se mantiene
gracias a que en la carretera general se han puesto algunos restaurantes y
farmacia”
Jueves, 16 de mayo.
8ª ETAPA: TARDAJOS –
CASTROJERIZ
30 kms
Nada especial me levanta a las 4,30,
para estar caminando a las 5 y de noche. Sólo mi frágilsueño, que
lleva a mi mente a querer realizar más difíciles objetivos. Me tengo que
demostrar que ya estoy recuperado del palizón de ayer. Así que, como ya me basta con lo
que he descansado y dormido, a caminar una hora y media nocturna. Y hasta me
encuentro otra razón para ello. Que no
me pille demasiado el calor seco y abrasante de Castilla.
Carretera general. Sólo la luz de los
camiones que embisten de frente y las estrellas que parpadean como saludándome
desde su camino de Compostela. Al poco,
el desvío a Rabé de las Calzadas me pone en duda. Me la juego por él
sólo porque me suena que es punto de paso de mi ruta. ¡Pero si no he hecho más
que dar la vuelta al pueblo! Y por el
recorrido más largo para propinarme unos tres kilómetros más.
Rabé de las Calzadas |
Camino despacio y seguro por el
asfalto de una estrecha carretera. Para calentar los músculos y tendones.
Empujando más desde la mente que desde la técnica a mis dolientes tobillos y
rodillas. ¿Hasta donde llegará este peregrino herido? Cojo, manco, cargado y en
la oscuridad, sueña con el abrazo al Santo
Apóstol.
A las 5,30, a la luz de la primera
bombilla de Rabé, me da el apretón. Así de repente. Recostado al pie de la
farola, sin doblar las rodillas, con el cuerpo arqueado a la contra y sin
quitarme la mochila, consigo evacuar mi carga sobrante. Por muy poco no me
salpica y me pone perdido. La limpieza resulta otro equilibrio casi circense.
Me consuelo pensando cómo lo harán los
profesionales que entretienen a las
muchedumbres en lugares difíciles. Yo, al menos no tengo espectadores ¡Calla,
peregrino!. El único coche que voy a cruzar en más de cuatro horas me pilla
cagando. Aunque, confundido con mi
difícil postura, puede contar que ha visto a un peregrino escayolado y con los
pantalones caídos intentando arrancar una farola para cargársela al hombro
derecho.
Que conste que desde Roncesvalles,
nueve días atrás, es la primera al aire libre. Porque aquí los cuerpos olvidan
sus costumbres internas y su regularidad.
Maravilla me suena la música del carrillón de la iglesia a las seis en punto y en sus
cuartos anterior y posterior. Aún no canta el gallo, pero sí el coro de las
pequeñas aves del campo y los trigales. El cuco, la perdiz y la codorniz
destacan en mis oídos. Son las 6,30 cuando un letrero anuncia a mi derecha la
fuente de Proaduero. Y empieza a amanecer. Su desperezar durará casi una hora.
A las 7 en lo alto de la planicie castellana diviso Hornillos del Camino. Está
en un vacío que la creación parece que
situó especial para un pueblo.
Espero para que me alcancen los dos
primeros. Alemanes de 65 y 67 años, han dormido en Rabé. Salieron ayer de
Burgos y su objetivo de este año es Ponferrada. El resto del territorio ibérico
en las etapas hechas hace dos años y en las futuras del próximo. Les abandono
media hora después, cuando vuelve el asfalto. Al paso por Hornillos busco con
la mirada a algún indígena madrugador. Saludo
inútilmente a la viejecita sorda que barre con esmero su pedacito de escalera.
Al salir del agujero para ascender de
nuevo a los 800 metros , las ruidosas campanadas de las ocho parece que llaman
a la oración al desierto. Con sólo unos bocados de chocolate y una manzana por
desayuno, pero con los músculos y tendones calientes, subo muy a gusto la
cuesta, dejando atrás a otras teutonas de unos 50. Parece que estamos en Germania. Hasta ahora
en mis contactos con los caminantes predominan los alemanes. Le siguen
franceses, australianos y canadienses. También la siguiente solitaria y joven
moza, que repone fuerzas sentada en el verde suelo, me confirma su paisanaje
con los anteriores, sus 32 años y que va sola, valiente ella, a Compostela. Hay
que agradecer a estos cuadrados del
norte su educación, seriedad y aparente religiosidad. Y su esfuerzo
por entenderte y responder en castellano, al menos a este charlatán que no
quiere perderse detalle ni respuesta.
Albergue San Bol |
En un cruce de caminos se anuncia a
la izquierda, a 90 metros, el albergue
de San Bol, antiguamente hospital con
arroyo al lado. Es lo que en mi síntesis de guía se anuncia como Arroyo
Sambol, con 288, 5 kms. atrás y 460,5 que me están esperando. Lo regenta
Oto, alemán de unos cuarenta y de muy
buen ver y modales, que encuentro dedicado a la lectura. Hay 12 camas, capilla,
y bebidas en un local moderno, reducido y singular que no desmerece en el
jacobeo. Su sello en rojo me lo grabo a las 9.
Otra vez me alcanza Vitoria.
Intento mantener su fuerte ritmo unos kilómetros. No puedo. Mi
tobillo se queja. Quedamos para
desayunar en Hontanas y me deja atrás, sin perrderle de vista.
Victorino es otro histórico conocido, discutible y discutido.
Dicen que su tasca nunca ha conocido el
orden ni la limpieza. Su persona es igual. Pero está muy bien situado. Es como
el control de avituallamiento obligado en una etapa sin recursos. Un oasis de
alimento en el desierto. Me gusta porque me imagino estar en la posada pícara
castellana de hace cuatro siglos. El ventero controla el negocio. El dinero,
las mujeres y el trago descarado parecen su doctorado. Lo demás que espere. A pesar de la espera, comemos con
apetito unos huevos fritos, tan churruscados y estrellados que no sabemos
cuantos hay en cada plato. También los
mojamos con la botella de tres cuartos de tintorro barato de garrafón que nos
sabe a teta de novicia. Los 5,50 euros y la habilidad para forzar la propina, con la disculpa de no tener
cambios, lo confirman como un sagaz financiero.
Despido a José Luis, que marcha como
un rayo hasta donde llegue. Yo aún me quedo un rato observando y estudiando los
comportamientos humanos. Las mochilas tienen que quedar fuera. Es el reclamo
hábil del tabernero.
Juan, un labrador del pueblo, es mi
próximo contacto. Me informa del 2-1 del Real Madrid, campeón de copa ayer. ¡Y
me increpa para que afirme mi españolidad!
“Porque jugando España tenemos que animarlo todos los españoles”. Parece
que me lo suelta con intención, tras enterarse que soy vasco. Como él no tiene
ninguna prisa también me recrimina que “no tenemos que ir corriendo. ” También
me sorprende al presumir de su trabajo de agricultor “el mejor trabajo del
mundo porque a nosotros no nos manda nadie y hoy las máquinas lo hace todo” -
“¡Hasta luego, Juan!... que el sol empieza a calentar y me queda mucho camino”
Le tengo que dejar con la palabra en la boca. No tiene prisa, no, el muy
enterado.
El sol no calienta, empieza a abrasar
en los diez kilómetros que quedan a Castrojeriz. Los últimos por un asfalto que
quema. Son impresionantes las ruinas del
Convento de San Antón, otra joya medieval condenada a desaparecer. Con la
carretera por el centro del conjunto, sólo le falta la placa con el nombre del
mentecato político que autorizara semejante atentado a la cultura.
A las 12, 45 sello en la gran
colegiata de Castrojeriz, Santa María del Manzano.. Albergues cerrados. Ahora
sí que fastidia la espera. Hasta las l4 h. no se abre el de San Esteban, arriba
del pueblo. Llego el 2º. Parece una costumbre respetada el orden de llegada
para inscribirse y escoger litera. Uno de los tres hospitaleros del día, el mallorquín Pedro, me da soluciones para la
tendinitis. Dice que es más sicológica que física y que hay que superarla con
el espíritu fuerte y con hielo. Dice haber corrido tres marathones y no deja de
hacer ejercicios físicos de estiramientos mientras hablamos,
contagiándome a realizar alguna de sus relajaciones. Tumbado en el caliente
embaldosado suelo y con los pies elevados hasta 40 centímetros de la barandilla
de hierro, relajo mi cansancio mientras la sangre recorre mi circuito corporal
sin atascos.
Santiago, un argentino bien
constituido y con elegante y arreglada barba, parece el titular. Otra catalana,
Silvia, de frágil estructura física y de inmensa cordialidad, está en
prácticas. Porque también estos
abnegados voluntarios tienen su carrera, sus promociones y sus becarios.
Son las 12,50 h. “Parroquia de San
Esteban. Pedredo. Diócesis de Astorga”. Es un albergue limpio, cómodo, nuevo,
bien situado, ubicado en una de las plantas de uno de los muchos edificios
medievales de esta histórica villa de nobles castellanos. La rehabilitación de
la planta baja para centro de jubilados y la alta para peregrinos parece de
reciente factoría y acertado diseño.
Inscripción y pago “voluntario” de 3
E, elección de cama, ducha, cura de pies,
hielo para el tobillo derecho, es la ceremonia obligada a partir del
umbral hogareño. Aunque para mi, el de hoy constituye una desconocida novedad,
propiciada por el calor y la prudencia. ¡Terminar a las 12,50!
De 4 a 6 escribo estas líneas a la
sombra de un sol de justicia de Castilla. El apretado vendaje del tobillo y la
cojera consecuente no me impiden recorrer durante otras dos horas los restos
monumentales de lo que fuera una importante capital de zona y plaza favorecida
por condes castellanos.
Entre los peregrinos de hoy, quizás
el “monumento” más comentado es el albergue de Resti, por la personalidad de su
titular, veteranía y actuaciones contundentes. Tengo la suerte de poder charlar
un rato con él en el banco de piedra de su calle medieval, que tantas
batallas habrá oído contar. Como
despedida, me invita a ver el portal y recibidor de su “santuario”, atendido
por cariñosas brasileñas.
Hoy los restaurantes parecen haber
tomado el relevo a sus iglesias, conventos y hospitales. Han conseguido con una
acertada rehabilitación, que disfrutemos de las cuadras del pasado. Coincido en
la cena con un funcionario de Bilbao, peregrino muy alejado de mis objetivos y
sacrificios. Ya me ha mosqueado horas antes, colándose al escoger la cama. Mi
humilde cena es la anunciada por 6 euros. La suya es a la carta. Lleva andando sólo
un día y no piensa llegar lejos, a unos 20 o 25 kms. por etapa, Me parece más
un “dominguero” de los que contará una gran novela a sus compañeros de oficina.
Me despido deseándole “buen camino” por liturgia. Porque el puro y el orujo que
exige con prepotencia a la camarera, colman mi vergüenza.
Viernes, 17 de mayo.
9ª ETAPA: CASTROJERIZ – CARRION DE LOS CONDES
47 kms
Empieza a amanecer a las 6. Voy al
retrete para no repetir la de ayer en la farola de Rabé. No hay papel. Ya no puedo dar un “sobresaliente” a este hotel.
Castrojeriz |
Castrojeriz está situado al pie de un
pequeño cerro que se levanta orgulloso en la planicie. A las 7 alcanzo de nuevo otro punto alto de
la llanura castellana, la colina de Mostelares con 1400 metros, donde el esfuerzo
de la pendiente subida requiere un descanso y alimentar el cuerpo con chocolate
y agua vitaminada. La vista panorámica es relajante. Un amago de lluvia, con el
primer cielo encapotado del amanecer, asusta un poco. Unas gotas nada mas,
menos mal. Se camina bien en leve descenso y llanura. Nadie se divisa por
delante en el largo horizonte. Tampoco atrás, igual de lejano. Varios
kilómetros más y al entrar en el asfalto una fuente con agua de Castilla. Y
aunque no bebo, me suliveira verla, me relaja.Es una de mis apetencias
peregrinas, ver agua en el camino, exceptuando la de la lluvia, que esa ya me jode.
Asfalto casi hasta Itero de la Vega..
La ermita románica de Puentefitero, que en junio se abre cada verano como
pequeño albergue, nos despide de las tierras burgalesas. Un puente medieval que
me invita a retratarle, nos salva de las aguas del Pisuerga y nos da la
bienvenida en Palencia.
José Luis Herrero es el tendero que
lleva 15 años esperando cada mañana para abastecer a los caminantes. Hoy abre
su negocio de ultramarinos conmigo. Bocata de jamón serrano por 3,30 € y café
con leche que invita la casa todos los dias al primer peregrino. A cambio la
conversación distendida pero con el ojo en el negocio. “¿Cuantos han dormido en
Castrojeriz?” Sabe que Itero-su tienda-
puede ser el control de avituallamiento para muchos. Me despide a los l5 minutos, en el momento
que vemos entrar en la calle a los alemanes que me alcanzaron ayer de madrugada
antes Hornillos.
En Puentefitero atravieso el Pisuerga y entro en Palencia |
A las 9 empieza a llegar la caravana,
a la que prefiero esperar para encontrar charla y distensión. Luis, Andrés y
Carmen son tres hermanos arrienses, hay que añadir que de Guadalajara por
aquello de que es un gentiliceo poco conocido,
de 65, 73 y 69 años. Los casi 90 minutos con su compañía en charla
cultural y amena, reduciendo mi ritmo habitual, suponen un enorme relajo
para mi cuerpo y alma inquietos. Claro
que a veces, muchas veces, la gran cultura del andacaminos, - en este caso el
peregrino Luis es ingeniero industrial y ex-vicerrector de la universidad
pontificia de Comillas- irradian bienestar. Qué pena que Andrés va tocado del
talón izquierdo. Porque es un agradable conocedor de la extensa historia de la
península Ibérica y de la etimología castellana y eusquérica. Por delante van María Dolores y Javier,
esposa de Luis y amigo de la familia, que andan más fuertes. Así son algunos de
los grupos que caminan a Compostela, donde la heterogeneidad de las personas no
impide el diálogo y hasta el inicio de una buena amistad.
Todavía los encuentro varias veces
hasta Fromista, porque el canal de Castilla me entretiene y alucina. Las fotos
del agua en el camino entran en mi retratadora deshechable y en mi cerebro
pensante. Y miro y remiro el canal, sus piedras, sus exclusas y sus aguas. Y
casi veo su historia, arquitectos,campesinos, mercaderes, políticos, pícaros y
peregrinos, todos cercanos pero no revueltos. Querían y lo consiguieron en
parte hacer navegable Castilla. Desde
1753 hasta 1849 duraron las obras, de 207 kilómetros entre Alar del Rey y
Valladolid. Salva un desnivel de 150 metros por medio de 49 exclusas. Fue
quizás la mayor obra de ingeniería hidráulica de la España del s.18, que aún
está viva para regadío y abastecimiento de agua a las provincias de Palencia, Valladolid y Burgos.
San Martín de Fromista. Me doy varias vueltas a la joya del románico
palentino, que es único en el mundo. Saco fotos y como en el suelo mirando sus
piedras que me parecen vivas. Leo y escucho sus historia, iniciada en 1019 y
terminada 25 años después. Son 309 los canecillos de piedra, todos diferentes,
los que desde el alero del tejado me contemplan. Quiero quedarme con ellos.
Siendo el 310 me haría inmortal. No sé muy bien para qué, porque estar tan quieto
no me gusta. Pero me da como pena la despedida.
Después de una hora, a las dos en
punto me prometo no mirar para atrás. No vaya a se que me convierta en estatua
de sal en lugar de canecillo de piedra. Me quedan 20 kms., con más de 900
baldosas con la concha, todas rotas o arrancadas, en una recta interminable y
llana. El camino es como la acera de la carretera. Practico el juego de caminar
contra el reloj. Como los ciclistas. Por cierto, sólo algún peregrino en bici
en el anodino recorrido. Y consigo una media de 6 kilómetros hora, 12 minutos cada mojón, en un sprint de tres
horas y media. ¡Claro que me pico conmigo mismo! Y hasta sello en Población de
Campos, 14,50 h., y en Villalcázar de Sirga, 16, 50 h., en los bares que amplío
el descanso con charla y café. La iglesia de Santa María la Blanca de este
pueblo es inmensa. Leo que el interior es una muestra de todos los estilos,
pero está cerrada.
A las 17,50 entro
en el albergue parroquial de Santa María del Camino de Carrión de los Condes,
tras la “etapa reina” hasta ahora, de 47 kms, hechos en 11,5 horas. ¡Y llego como el mejor día! Albergue de 41 plazas,
en el que me inscribo con el número 40. José Luis Vitoria ha llegado el sexto. Margarita Mariscal, con veinticinco
años de hospitalera, parece una beata de misa diaria,pero esconde un gran encanto y saber hacer, no
exentos de picardía y la salsa del
cotilleo. Me coloca en la última litera de arriba “porque no hay más” y parece
sentirlo, tras interesarse por mi brazo y pierna. Y hasta me proporciona hielo para mi tendinitis, antes de
marcharse a misa de 8 y dejarme de hospitalero. José Luis acude a la misa,
descanso para cuerpo ay alma del caminante. Yo llego al final, para después
callejear y hacer la compra para las emergencias de mañana.
Me sirve la cena
en el hostal una simpática y joven camarera con patas de gacela y oficio de
empleada bancaria en Caja Madrid e hija de colega del Santander. Un encanto de
chavala, donde casi en el ecuador de mi programada aventura, una buena cena, su
simpatía y cuerpo veinteañero son como un oasis en el desierto, cuya estancia
no me importaría prolongar. Por 6,61 € he disfrutado de calidad, servicio,
rapidez, educación, trato ¡Como para volver a hacer el camino!. Pero son las
21,57 y a las 22 “Sor Margarita” nos
cierra su hotel. Así que “Agur, simpática y bien hecha”.
No va a terminar
aquí mi viernes de la novena etapa. Me espera una historieta triste,
desagradable, en las antípodas de la anterior. Es parte de la cara oscura, la
que menos se cuenta, pero muy real del
camino. El peregrino 41, Txomin, un ex-boxeador de Bilbao ha llegado a las
19,30, con un inmenso mochilón a la espalda y algunos pájaros en su cerebro. No sé
cómo, pero la eficiente Margarita le ha encontrado acomodo lejos de mi catre.
Tras la cena, entramos juntos y los
últimos. Sigue hablando sólo en voz alta, como cuando llegó, en un monólogo no
exento de agresividad. No sirven los suaves consejos míos ni de la hospitalera.
Una hora después, le tenemos que dejar marcharse, porque su pataleta
sigue agrediendo la paz y el silencio de la noche. Probablemente es
un pobre infeliz, menos peligroso de lo que aparenta, algo aturdido y muy incomprendido. Pero a
veces hay que echar o dejar que se vaya al más desgraciado -este ante los
siseos e insinuaciones de que haga menos ruido, amenaza rabioso con irse y no
con dar hostias – para que los cuarenta restantes, cuyas
desgracias no las van radiando con altavoz, puedan descansar o dormir.
Sábado, 18 de mayo.
10ª ETAPA: CARRION DE LOS CONDES – SAHAGUN
40,5 kms
Levantarme a las
4,20 a orinar me causa bastante problema. Al francés que me precede en el
retrete le pregunto si marcha y con gesto expresivo me contesta si estoy loco.
¡ Pues le hubiera acompañado!. O sea, de remate.
Aguanto
mi insomnio hasta las 5,30. Este albergue no tiene almohadas. La manta que he
utilizado para ello se me ha caído por detrás y con ella la tobillera. He
perdido un tiempo de oro para encontrarla. Porque en cada madrugada es
fundamental la concentración: vestirse según previsión de tiempo, vaselina a
los pies, y recoger todo en la mochila en el orden adecuado. Todo esto a
oscuras y sin hacer ruido. Para ganar tiempo, en mi programa tengo suprimido el
desayuno y el aseo puntilloso.
A las 5 ha
empezado el movimiento, pero hasta las
6,20 no despego hoy, en medio de la gran caravana. Marcho con un simpático
matrimonio, catalanes de Calella, los cinco primeros kilómetros. Después les
dejo porque su ritmo es sólo de 3 o 3,5 por hora. Inicio sólo la larga,
larguísima calzada de 12 kilómetros de tierra roja y gravilla. En una piedra
colocada a modo de monumento me detengo y tomo nota de su inscripción:
“Vía Aquitana
Burdeos – Astorga
Tramo (12 kms.) del
Camino de Santiago
con su trazado original”
Para algunos el
recorrido de Carrión a Calzadilla de la
Cueza son los 17 kilómetros menos agraciados del Camino Francés en España. Sin
vida ni especial paisaje, la recta de grava rojiza se hace muy larga y alguna
piedrilla se cuela por el talón para añadirle dificultad.
Mitchel, un
francés y militar de 58 años viene desde Saint Mitchel (Bretaña), a unos 1.100
kms .En Roncesvalles, el 2 de mayo pasó el ecuador de su objetivo. Anda a mi
ritmo, pero hace menos distancias diarias porque va en grupo. Inició el pasado
5 de abril y ha previsto sesenta jornadas hasta Compostela. Las próximas
elecciones francesas – presidenciales y legislativas – las votará mediante
apoderamiento a su esposa. Nos despedimos en Calzadilla, donde me detengo a
almorzar fuerte en el hostal Camino Real. Dos huevos fritos con patatas y
bacón, caña de vino tinto y café con leche doble son 4,50 €.
Me entretengo un
buen rato, de 9,40 a 10,45 h. para alimentar el cuerpo, el diálogo con César el
propietario y otros comensales, y a tomar las notas oportunas.
A la salida, una
bifurcación. Tomo la de Santa María de las Tiendas. Es un antiguo monasterio
con mucho terreno y una gran cruz en el suelo llamativamente torcida. Aunque aún parece recuperable, el abandono va
dejando sus huellas. A la derecha de la carretera asfaltada y moderna que sigo,
a 50 metros una pared semiderruida delata viejas ruinas, quizás de los
Templarios. Y, al lado, una columna de hormigón blanco, sin resto alguno de
tendido eléctrico, solitaria y torcida, llama mi atención. Porque mantiene en
difícil equilibrio el nido de la cigüeña y a su elegante inquilina, que parece
querer comunicarme que tome nota de su humilde choza.
En el
kilómetro 222 de la N-120 me cruzo con una pareja de veteranos holandeses de
vuelta de Santiago, con un carrito de fabricación artesana. Parece un trineo
con ruedas tirado por el hombre. Su compañera camina 40 metros detrás. Me dice que han ido de
Holanda a Santiago en bus y vuelven a pié.
En Lédigos no
puedo sellar porque la hospitalera no
está ni deja el sello a nadie. Parece que sólo le gusta sellar a los que hacen
noche, según me dice un chivato de los albañiles que trabajan en el nuevo
albergue.
El camino, de
grava y tierra, desde la Cueza hasta
Sahagún va junto a la carretera nacional
120. Tengo que hacer tramos por el
asfalto para evitar las pequeñas putadas que te hacen las chinas que se cuelan en los pies. Un derroche de carretera, de unos
15 metros de ancha, recién asfaltada y arreglada está vacía de vehículos.
Porque a unos metros la nueva autovía Burgos-León, por la que cuento cuatro
coches en dos horas de este sábado primaveral “es cosa de los políticos y el
dinero”.Qué buena definición la del que arregla un tractor en el taller de San
Nicolás del Real Camino. “A nosotros pal pueblo nos sobran las dos, valía con
la antigua, que lo único que han hecho es estropear las fincas y el paso a ellas”.
En este pueblo
tengo que volver casi un kilómetro para sellar en la casa del alcalde, el
chaletde la entrada. La etapa de hoy me resulta algo anodina y
monótona de paisaje. Vuelvo a ratos al juego del contrarreloj. Camino a 5,7 ó 5,8 por hora.
La panorámica de trigo y cebada en una llanura interminable y los
escasos coches en la autovía nueva no dan para más entretenimiento. Se me han
perdido atrás los peregrinos. Son pocos los pueblos y menos sus gentes que se
dejan ver. Su arquitectura es de un rural elemental, salvo restos que
señalan el poder pasado de la orden del Temple. Camino bien y me hago ilusiones
de llegar hasta Bercianos. Serían 51 kms y mi nuevo récord.
En Terradillos de
los Templarios, a las 12,20, paso el ecuador de mi objetivo. Llevo 375 en mis
zapatillas y me quedan 374 kilómetros, según la pequeña guía elaborada por la
Asociación de los Caminos de Santiago de Vizcaya. Marixa es la hospitalera, con
40 años en su carnet y 10 cuidando a los
viajeros. Me carga las pilas en positivo, con dos besos más para llevar hasta
el sepulcro del apóstol. Con gorro y gafas de sol para protegerme del cálido
viento que me corta de frente, llevo bien la carga.
A 5 kms. se divisa
Sahagún, como un guiño en la llanura. Todavía me quedan sobradas fuerzas para continuar dos o tres horas. Pero a las
puertas de la primera villa leonesa me invade un fuerte dolor en la rodilla
izquierda. Sin traspiés ni golpe, en unos pocos cientos de metros, tengo que
reducir el ritmo a casi la mitad y sufrir un montón para llegar al albergue.
Son las 15,20 h. y casi no puedo dar un paso más. Pienso hasta que esto es un
aviso para que no haga chulerías y sea más prudente con mi ya sufrido
cuerpo.
Este albergue
merece más que un elogio. Es un edificio monumental, probablemente presente en
los catálogos históricos de la zona, que se ha rehabilitado para los peregrinos
y otros fines municipales de una antigua iglesia o convento de la Trinidad. La
rubia empleada que me inscribe de los primeros en llegar, me abronca con
sibilina y graciosa ironía por mi carrera con las lesiones y me “ordena” reposo
absoluto. Nos intercambiamos los bolígrafos, como si sellaramos una amistad.
Pero sólo es cuestión de gustos. A ella no le van los finos que yo busco para mis anotaciones.
Junto a mi litera,
que esta vez escojo entre la abundancia, coincido con dos vascos que vienen muy
bien y a
su aire. Majos chavales con los que quedo para
cenar juntos en la amplia cocina y sala de la segunda planta de la Trinidad,
nuestro hotel de hoy. También otras caras conocidas. La del simpático francés que viene desde Lion,
con el que ya he coincido en otros albergues. El militar Mitchel se quedaba en
Terradillos, donde nos volvimos a despedir. Pero Vitoria también está. No sé
si el destino o las fuerzas nos traen separados pero viéndonos y
coincidiendo desde Orreaga.
Dormía ayer
Antonio Sorrouille en Calzadilla, cuando llegaron con prisas sus hijos para
llevarle a casa. Su esposa se estaba muriendo. Lloro la noticia, que se divulga
entre los vascos por “radio Camino”.
Con sus 71 años bien puestos y entrenado a tope en los montes de Bizkaia es el
único peregrino al que he visto claramente más fuerte que yo, que puede sacarme
dos dias de ventaja en esta larga
caminata. Me alcanzó muy fresco en San Juan de Ortega y ya me estaba dejando
atrás. Y aunque esto no es una carrera, y que nadie lo estime así ni me
interprete mal, a mí me gusta el tema, el esfuerzo y quiero probar mi mente y mi
cuerpo también como entrenamiento para otros objetivos.
Aquí ya empieza a
conocerse la selección de gente con la que vas a coincidir más. Angel, el de
Donosti, con el que ceno hoy en grupo, salió de Roncesvalles el mismo día que
yo, pero no hemos coincidido. Tiene cuerpo y hechos para andar y correr. Pero
va a su bola y me parece que buscando la aventura humana, léase ligue.
Puede andar 60 kms. ó 15,
como hoy. Según la compañía que encuentre. Y si le gusta, se acomoda a
un ritmo más lento, porque antepone la amistad y el rollo a otros idearios.
Mañana dice querer llegar a León, pero...
Sahagún es monumental. Hay mucha historia en sus
edificios religiosos. Bien merece unalarga tarde su detenida visita. A la entrada, su estación del
ferrocarril enseña aún su importancia de punto de carga de los productos de sus
campos. A las 6 el termómetro marca 28
grados. Hay que protegerse en la brisa o en la sombra, porque el sol calienta
hasta incomodar. Me pierdo dos horas, cojeando con mi ya menos dolorida rodilla
por sus calles, iglesias, arcos y
piedras centenarias.
La media de hoy ha
sido de 4,5 kilómetros hora. La alimentación escasa, tras el fuerte desayuno de
las 10. Agua vitaminada y dos galletas energéticas de cereales, nada más. He
adelantado a pocos. Brasileños, algún alemán y una sueca solitaria.
Varios intentos de
hablar por teléfono con mi esposa resultan
inútiles. Dulce no está en casa en toda la tarde y principio de la
noche. Tras diez dias de separación física, se necesita al menos oír su voz
para palpar el amor.
Me aplico durante
veinte minutos una bolsa de plástico con hielos a tobillos y rodillas. Parece
un buen remedio para aliviar dolor almacenado en músculos y tendones, hinchados
por el esfuerzo. Pero sigo cojeando. No hay soluciones milagrosas ni
instantáneas. Y estoy huyendo todo lo posible de los fármacos modernos que
puedan curar, pero con algún indicio o riesgo de lesión, aunque digan que
mínimo, a otro órgano del cuerpo.
A las 8,30 ceno
con los dos vascos y un matrimonio de Miranda de Ebro. La sobremesa es animada
en la calle. Laura, una barcelonesa de 31, hija de Benicarló y con tres años de
camarera en Los Maños de Peñíscola, nos muestra sus habilidades malabaristas y
contorsionistas, fruto de su pasado infantil en el mundo del circo. Disfrutamos
de la cálida noche leonesa en la calle, con espectáculo propio, cuando
llegan los últimos huéspedes de este
sábado, un grupo de seis ciclistas quipuzcoanos con sus equipadas mountain
bicke . Son casi las diez. El
sueño, el cansancio y la prudencia me invitan a la retirada.
Domingo, 19 de mayo.
11ª ETAPA: SAHAGUN – MANSILLA DE
LAS MULAS
36,5 kms
Por fin siento
haber descansado y dormido bastante bien. Aunque oyendo el movimiento de las 5
y saltando de la cama a las 5,30. Mi cuerpo inquieto marcha a las 6,10 con un
vaso de leche como único alimento.
Hace frío. A la
salida atravieso la calle de la zona. Más de veinte jóvenes sostienen sus vasos y
sus cuerpos con alguna dificultad. Me miran entre extrañados y pasotas. Otros
más cargados de la euforia alcohólica o pastillera me increpan e intentan
detener mi contundente ritmo para
vacilarme.
Tres cigüeñas
coquetean y comen en un prado cercano de alfalfa. Defeco a la vera del
camino. Tras un largo rato en la
soledad, adelanto a un matrimonio de Massachusetts (USA).
Antes de Bercianos
del Real Camino, a sólo 500 metros, murió el 9-6-98, a las 4 de la tarde, Federik Manfred, un alemán que ya venía muy agotado, con un marcapasos en su débil
corazón. No hizo caso de los consejos anteriores de los médicos ni de los
compañeros. El infarto fue fulminante
Una visible cruz
de mármol blanco recuerda su punto final del Camino. Fue una tarde muy
calurosa. Y, casualidades del destino o algo más, un momento después se cayó la
torre de la iglesia. Me lo cuentan Licinio y su madre mientras me dan de
desayunar en el hostal Rivero, el coqueto bar del pueblo. Ellos mismos fueron
los primeros avisados del fatal desenlace.
Las charcas que nunca se secan, antes de El Burgo Ranero |
Una charca con
pollas de agua, donde croan las ranas, anuncia la cercanía de El Burgo
Ranero.El camino desde Sahagún hasta Mansilla está acompañado de árboles
plátanos de unos diez años que ya empiezan a dar una pequeña sombra. Sigo
encontrándolo monótono, pesado y cansino como el de ayer.
Un lugareño,
trabajador de sol a sol a juzgar por su
vestimenta y piel, ambas muy quemadas por el sudor del campo leonés, recoge
hierba verde en una finca.
Buenos días, trabajador – Le saludo buscando conversación.
Buenos días! - Levanta
educado la cabeza para mirarme.
Qué, recoge... alfalfa ?
No, mielga.
- Creo que me dice. Supongo que es lo
mismo, la planta forrajera leguminosa
de las tres hojuelas y flor violada, un manjar para muchos
animales de las cuadras.
Es usted
el único que
veo trabajando en
el campo desde
hace varias jornadas. - Le increpo con intención de halagarle -.
Pues todavía
tengo que gobernar
las ovejas.
Me
despido con un “hasta luego” cariñoso porque me ha caído muy bien, como si
realmente nos vayamos a ver después.
Más tarde me
alcanza suave una destartalada furgoneta cargada de mielga. Se para y me ofrece
llevarme hasta el pueblo, al que queda una interminable recta de más de cinco
kilómetros.
-
No, gracias, muchas
gracias.
-
¿No puede montar
o qué?
-
No, no quiero.
Mi religión de
peregrino me lo
prohibe. Voy bien.
-
Ah! - En su gesto parece decir que no entiende nada tras mirarme el brazo y la
pierna.- Pues... buen viaje!
-
Gracias, buen trabajador.
A las
11 entro al pueblo que podía haberse llamado Cantalarrana en lugar de El Burgo Ranero. También yo disfruto de su
“música anfibia”, que por un rato es como cambiar de emisora en mi cerebro.
Frente al albergue, el bar para el necesario alimento y charla. En él está
Bartolomé, el hospitalero voluntario cordobés de este mes. En una hora de
pausa me pone al día de algunos chismes. El local para los peregrinos tiene 28 plazas,
aunque él dice haber metido el doble. Es y va de andaluz, se le nota, abierto y
gracioso. Y mientras devoro un bocadillo, escucho, charlo y mantengo una bolsa
de plástico llena de hielos atada a la rodilla izquierda. Y trasmito el remedio
casero a una francesa que pregunta ansiosa por un médico milagrero que arregle
su rodilla hinchada.
Ya con mi casa
cargada, como el caracol, encuentro una cabina telefónica y llamo a mi amor. La
emoción ahoga al final un poco nuestras palabras, cuando las lágrimas humedecen
el conducto nasal y los ojos. Su recuerdo también despierta mi sexo durante
varios minutos.
Hasta aquí vengo
mal. El dolor ha pasado del tobillo a la rodilla. Parece que el cuerpo en su
autodefensa va a trasladar el sacrificio a distintas articulaciones de las
piernas. Pero mi mente está muy fuerte. ¡Tengo que llegar a León!.
Y
vuelo hacia
Reliegos. Alcanzo a Albi, el vizcaíno de Leioa con quien cené ayer.
Muchocalor cuando llegamos sedientos a su fuente a las 14,5o h. María
Inmaculada es la hospitalera, pero se afana en sellarnos su vivaracha
hija
Raquel, de 10 años. Sigo sólo, muy sólo hasta Mansilla, a pesar de que
ya me
anuncian que no hay plazas para dormir. Me la juego de ir hasta León. No
es
tanto la distancia, que serían 56 kms.,
sino el calor agotador y la rodilla los que me van a obligar a reducir el ritmo
y cambiar los planes. Estos seis kms. finales, en los que se divisa el pueblo
desde muy lejos, no se terminan nunca. Casi dos horas para llegar a las 4,20
quemado y muy cansado.
El albergue
está en una de las casas más antiguas de
Mansilla, el pueblo que de tantas ferias de ganado le viene el añadido “de las
Mulas”. Hay 46 camas y tres colchones en el suelo. Hago el número 51. ¡Ya
supongo lo que me queda... y contento! Porque este Patxi quiere seguir
sufriendo y estar en el “ambiente”.
Pero Vitoria está aquí. Esta vez para hacer de mi ángel de la guarda. Sospechando mi tardía llegada ha usado la picardía del veterano, dejando prendas en dos camas. Esto no se debe hacer, José Luis, pero... muchas gracias. Es el tercer día que voy a dormir en la litera de arriba, esta vez en una sala habitación para seis junto a la entrada y a la calle.
Pero Vitoria está aquí. Esta vez para hacer de mi ángel de la guarda. Sospechando mi tardía llegada ha usado la picardía del veterano, dejando prendas en dos camas. Esto no se debe hacer, José Luis, pero... muchas gracias. Es el tercer día que voy a dormir en la litera de arriba, esta vez en una sala habitación para seis junto a la entrada y a la calle.
Esta casa de más de 100 años es como un refugio de goma. Porque tanto
Laura como Wolf no abandonan a ningún necesitado. Hace dos años han dormido
hasta 70. Wolf Schneider, al que no disgusta que apoden “el lobo” ni “el brujo”
tiene una energía especial que transmite o percibe a través de sus manos, pero
no es masajista. Orienta en seguida mis problemas musculares, derivados de la
falta de agua. Me recomienda de tres a cinco litros diarios. También admite la
benevolencia del hielo. Mientras presiono con mi mano la bolsa helada en el exterior de mi rodilla izquierda,
sentado en un humilde y vetusto sofá, charlamos de todo. Y tomo notas en mi
libreta, como los periodistas humildes. También les cuento mis experiencias,
como el aventurero solitario necesita explayarlas
Laura es la veterana hospitalera con merecida fama
de curar los pies, no sé si por su magia, sus conocimientos o su cariño. En el
largo rato que la veo atender a los pacientes en el habitáculo multiusos , yo
apostaría que ademas de tener los tres hay vocación y amor hacia su trabajo
altruista. Le sobran unos segundos para confirmarme que tengo los pies casi
perfectos.
Los 64 años del “lobo” alemán no tienen
desperdicio. Mantiene un cuerpo de atleta y es conocedor y enamorado del camino
y su mundo. Aún apuesta convencido de poder realizarlo en 13 dias, a 60 kms.
por etapa, de Roncesvalles a Santiago.
A las 19,30 salgo
a recorrer el pueblo. Como ayer, a pesar de haber llegado “reventado”, la
ducha, la cura y la ilusión me recuperan en dos horas. Y ver estos lugares, con
tanta historia y vida en sus piedras es para mi un relajo. No aguantaría una
tarde tumbado en el catre para descansar, cuando estas maravillas me están
esperando.
Me dicen después
que a las 19 h. llegan Angel y Laura, el atleta y la malabarista. Y que tienen
que dormir en el suelo y los dos en un colchón. ¡Y a lo mejor encantados!
En Mansilla hay al menos otro lugar que
casi me confunde El elegante hotel Albergue del Peregrino es reciente y otra
historia. Para cerciorarme de sus precios e instalaciones voy a cenar con dos
ciclistas de Aranda de Duero. La cena, de gancho pero muy bien presentada y
servida, es de 6 €. Pero pasar la noche
cuesta 51,44 € , 8560 pesetas “de vellón”. Por mucho ensueño que tenga la
alcoba, este humilde peregrino nunca la cambiaría por su litera llena de
humanidad jacobea, con cocina, baños completos, miniambulatorio con casi “dos
doctores”, patio para las tertulias y mucho ambiente, por tan sólo 500 pesetas. Los 3 € siguen siendo el
donativo “obligado” en los albergues.
Lunes, 20 de mayo.
12ª ETAPA: MANSILLA DE LAS MULAS
– LEON – VILLADANGOS DEL PARAMO
40 kms
De 6,30 a 17,50 h.
Desayuno un te sin
azúcar que me prepara la californiana Ronie Mc Kee, que vive en un chalet de
Mendoza, junto a Vitoria Gasteiz. No tiene más. Hablamos un poco de nuestros
objetivos del día.
El camino hasta León es casi todo asfalto o
paralelo a la peligrosa carretera. Las afueras de una ciudad generalmente dicen poco y cansan
mucho. Es tiempo para pensar en los de casa. Preparo mentalmente la carta de
amor que le enviaré después a Dulce, junto con mi diario actualizado.
“CAMINANDO A COMPOSTELA...
DESDE LEON CON AMOR. 20.5.2002
Dulce, mi amor, estoy contigo.
El principal motivo que me empuja
raudo y veloz a Santiago
es estar pronto en tu regazo
para fundirnos en el amor.
No es largo el camino.
Largos son los días sin tu
compañía.
Sagapó. Asko, asko,
asko !
Un inmenso abrazo paternal
a Nere y Zigor.
También a Ainara y José Angel.
Os quiero y recuerdo mucho a todos”
Paso por un centro
de la Cruz Roja. Me aplican una pomada y aconsejan rodillera. Una farmacia y a
ponérmela. La tendré que cambiar de rodilla, porque el dolor variará en su
sabia defensa.
Esta mañana camino
sólo sin adelantar ni ser adelantado. Dedico varias horas a ver la ciudad.
Catedral y San Isidoro merecen mayor
tiempo y atención especial. Desde el BBVA envío mis escritos a casa, además de
hacer provisión de fondos. Desde Nájera
hasta León van detalladas mis experiencias.
Catedral de Leon. Sello de España 1964 |
Ronie está en la
plaza de la Catedral. Me dice que busca tienda para comprar unos calcetines.
Inicio la salida a las 14 h., tras alimentarme en taberna típica del casco
antiguo, el Barrio Húmedo. Dedico una foto al puente medieval junto a San
Marcos. Ahora es el agua del río Bernesga el que tenemos que atravesar los eternos
caminantes jacobeos.
El barrio El Crucero y
Trobajo del Camino están fundidos en las afueras de la urbe. Las
constantes obras municipales y privadas no ayudan a encontrar las socorridas
flechas amarillas. Compro fruta, que como sobre la marcha, porque mi cuerpo
está deficitario de ella.
La tarde es de
asfalto por la N-120, porque algunos tramos del camino paralelo, por
obras y desvíos, lo hacen más complicado. Junto a Virgen del Camino me
alcanza un ciclista. Hacemos casi un kilómetro juntos, porque va bastante
despistado. Viene de Asturias, pero acaba de empezar su recorrido en bici en
León y ni siquiera tiene la credencial. Tras orientarle y animarle, tengo que
despedirle, porque me ha obligado a acelerar demasiado el ritmo y ya me está
fastidiando, mientras el va cómodo en su máquina nueva y brillante.
Valverde de la
Virgen - en otro tiempo era Valverde del Camino-, San Miguel del Camino, con
los anteriores, dan apellido común a estos pueblos. Identificados y
probablemente creados por las necesidades de la ruta. Pero la comarca es más
conocida como el Páramo.
Ya no me duele ni
tobillo ni rodilla izquierda, pero empieza a resentirse el tobillo derecho.
Parece muy cierto lo que me dijo aquel joven italiano en Los Arcos: “Continúa,
que el cuerpo es inteligente y enviará el dolor a otro músculo”. También la
médico de León, en la Cruz Roja, me
auguró lo mismo.
Otra etapa pesada
y aburrida, con el agravante del cemento, el asfalto y los kilómetros que suman
y no cuentan en la estadística, de casi
cuatro horas callejeando por León. Llego a las 17,50 h. al albergue municipal
de Villadangos del Pàramo. Es la pequeña capital de la zona, poco agraciado pueblo carretera, al que la vía Astorga León le da vida y problemas. Los camiones y turismos no
dejan de rugir y dificultar el paso
peatonal, cortando en dos al núcleo
rural.
Me inscribo con el
número 23 y aporto los 2,5 € recomendados. El edificio es amplio y con terreno
exterior. Está a la entrada del pueblo. Se me ha adelantado la americana, que
consta inscrita en el lugar 18 de llegada. Al invitarla a cenar juntos dice
estar agotada y muerta de cansancio. Me siento un poco culpable porque yo la
animé en León a continuar y vernos aquí.
Va a cenar a las 7,45 h.p.m. e insiste
que ha sido para ella una etapa muy dura
y tiene que recuperarse.
Lavo camiseta y
calcetines, pero no creo que se vayan a secar fácilmente. Estamos a más de 800
m. de altura, con viento muy frio y los nativos visten ropas de abrigo. Para
andar, no ha sido el día de calor 30 grados que me anunciaba el camarero de
Puente Villasante, donde desayunaba esta mañana.
Casi ningún
español inscrito, sólo veo dos y otro par de vascos lavando la ropa. La
hospitalera, empleada municipal, se
llama Rosario, lleva once años atendiendo a los caminantes y reclama “el mismo
protagonismo que esos otros de los que todos hablan”.
Tras terminar
estas líneas a las 8,20, me acerco a misa de 8,30 que está en la otra punta del
alargado pueblo, en su iglesia dedicada al Santiago guerrero, al Matamoros de
la batalla de Clavijo. El retablo central tiene la imagen del santo con espada y sombrero
de tres picos. La misa parece el punto obligado de reunión de los mayores y
casi ancianos del lugar. Mi única presencia extraña atrae sus disimuladas
miradas, como avergonzadas de su curiosidad.
Llego a cenar al
hostal cuando Ronie y Antonio apuran los postres. Sopa caliente, churrasco y
fruta, con vino, por 7,20 €, sin dejar de hablar con la californiana y el madrileño. Y por alargar
la sobremesa tenemos que acelerar el paso para llegar a casa antes de las 10. Sólo
algún ruidoso hispano y sudamericano marcan la diferencia del profundo silencio
de los que descansan.
Martes, 21 de mayo.
13ª ETAPA: VILLADANGOS – ASTORGA
– SANTA CATALINA DE SOMOZA
38 kms
Salida a las 6,10
sin bocado ni liquido. Camino junto a la C-120, tan aburrido como ayer. En
lugar de escuchar a los pájaros del amanecer, como en el páramo burgalés, aquí
me distrae el recorrido del agua de riego de un canalillo que me acompaña por
mi izquierda.
Y en San Martín
del Camino tampoco hay bar abierto, cuando ya mi estómago empieza a pedir sus
primeros auxilios. Menos mal que, a su salida, una pequeña piedra de río en el
suelo anuncia a la derecha “sello-café”. Está a 50 metros. Una providencial
cabaña convertida en vivienda, casi un chalecito, Es el de Socorro, una chica
de 44 primaveras con problemas económicos y de salud.
Las historias que
te cuentan en esta larga expedición son sin duda una parte interesante del
Camino. Verdad y mentira, fe e ilusiones, cuento y realidad, locos y cuerdos.
En cada historia puede haber un poco de todo. Socorro necesita contar su triste
vida al primer peregrino que pilla esta mañana, igual que él necesita calentar
su estómago. Aunque igual lo de menos es “su historia”, ahí va lo que me
cuenta. Desahuciada por los médicos en su juventud por enfermedad incurable y
maltratada después en su negocio de modista, ha llegado hasta aquí por su
devoción a la Virgen del Pilar y al Apóstol Santiago. Deja Logroño, que es su
cuna, y se viene al páramo leonés a vivir de y para los peregrinos. Abrió este
su local y casa hace tres dias. Ofrece un buen y abundante desayuno y charla
gratis. Mi “voluntad” son dos euros, que es
un precio superior al alimento. Porque el pago de sus cuitas va en mi
escucha y dejándola a cambio alguna de las mías
y esos consejos casi siempre inútiles. ¡Claro que me marcho con el
pícaro pensamiento de si no es otro el “apoyo” que busca!
Su sello, como su
ubicación y su vida, marca alguna diferencia. Unas viejas botas y un bastón
dibujados en una taza, con la leyenda “área de descanso las peregrinas – San
Martín del Camino”. Ha sido un alivio esta hora entretenida. Con fuerzas
recuperadas arranco de nuevo a las 8,30, cuando le llega el segundo caminante.
Tengo que volver a
constatar mis errores alimenticios. No se debe salir a andar con el estómago
totalmente vacío, a menos de no ser un monstruo experimentador de rápidos
desfallecimientos, hoy llamados pájaras. Sólo llevo en mi mochila una barra
energética de cereales que devoro a las 12. Pues con estos dos tentenpiés aguantaré los 25 kms. hasta el hostal Juli,
en San Justo de la Vega. Aquí ya no me privo de un copioso menú del día propio
del lugar.
En Puente de
Orbigo es Mauricio el que me saca una foto junto al famoso paso de 17 ojos
vistos más 3 enterrados. Este italiano de Milán, de 35 años, viaja sólo y
despacio, aficionado a la fotografía, dice que va a tomar mas de 250 fotos en
su máquina digital de 500 euros.
También paran en
el histórico y legendario puente Oregón y Colorado, dos mozas yanquis de esos
estados de la unión.
Dos belgas me han
adelantado a buen ritmo antes del pueblo. ¡Ya es hora de que me pase alguno
para rebajar mi orgullo! Creo que son
los primeros desde Roncesvalles. Porque Vitoria y Basauri
son casi de otro mundo.
La del estanco de
Puente de Orbigo se llama Trinidad. Con el sellado de la credencial otra charla
de casi 30 minutos sobre el puente y sus historias y leyendas. Aunque las haya
contado un millón de veces, le agradezco su entusiasmo y
carencia de prisa para “despachar” al comercial que espera con cara
desencajada. Tampoco parece una mañana de importantes ventas.
Escribía yo en
Calzada, hace 7 dias y casi 300 kilómetros, sobre los puentes en el camino.
“Del primero, el más largo y quizás conocido, escribiré algún día si llego a
Puente de Orbigo”
Y cuenta la
leyenda que además de los 20 ojos actuales quedan varios más hoy cubiertos que
llegaban hasta la iglesia. Y también que
llaman a uno de ellos “la casa de María Palos”, porque en él vivía la
curandera que sanaba a los enfermos con
las hierbas y palos que allí depositaba la fuerza de las aguas.
En el puente de Hospital de Orbigo |
Pero sin duda la
leyenda más celebrada de este monumental puente, también llamado del “paso
honroso”, es la justa caballeresca que en él efectuó el caballero leonés Suero
de Quiñones en el verano de 1.434. Así consta grabada en piedra en el lugar del
hecho medieval.
SUERO DE QUIÑONES
“Por rescate de la
prisión en que su señor le tenía y con codicia de fama durable concertó con
nueve caballeros más defender el paso honroso junto a este puente rompiendo
lanzas contra más de setenta caballeros que al camino de romería del apóstol
Santiago llegaron de Castilla, de Aragón, de Cataluña, de Valencia, de
Portugal, de Bretaña, de Italia y de Alemania.
Los diez
mantenedores fueron: Suero de Quiñones,
Lope de Estuñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Suero hijo de Alvargómez,
Sancho de Ravanal, Lope de Aller, Diego de Benavides, Pedro de los Rios, Gómez
de Villacorta.
XII de julio al IX
de agosto de MCDXXXIV”
El puente de
origen romano, a pesar de haber sufrido numerosas restauraciones, puede ser el
más conocido y recordado del Camino Francés en España.
El albergue de
Hospital de Orbigo tiene un patio muy acogedor. Roque, el hospitalero temporal
de Vitoria, se afana en labores de albañilería artística. Prolonga un mural, que contiene en la pared a
un peregrino atravesando las montañas, con una cabaña y una fuente real, lo que
en arte no sé cómo se llama.
Hoy voy de
parada en parada. Otra media hora con Roque hace que Mauricio, Oregón y
Colorado se me adelanten, para volver a reencontrarlos. Hay lugares, momentos y
personas con los que pararías el reloj del tiempo. Y no me refiero a
frivolidades ni orgasmos sexuales.
Los letreros
anuncian dos alternativas al salir de este pueblo fundado por los Caballeros
Hospitalarios de San Juan. Por la carretera recortaré un kilómetro, dejando
Villares de Orbigo y Santibañez de aldeiglesias a ambos lados. Una perrera me
sorprende a la izquierda, rompiendo la paz y monotonía.
Sigo ganando
altura, que en Astorga será de 868 metros. ¿Podré llegar hasta Rabanal del
Camino a 1150 metros?. Un trabajador con bombonas de desinfectar el campo me
anuncia que“corra pa Santiago que viene agua pronto”. Es verdad que el cielo está muy encapotado,
huele a lluvia y hace frío. No me quitaré el forro polar ni en la c
omida.
omida.
Antes de San Justo
de la Vega está el crucero de Santo Toribio, obispo que fue de Astorga y de
donde parece que se tuvo que ir “rebotado”. Nos anuncia abajo el pueblo y cuatro kms. más allá la Astúrica , donde la torre de la catredral asoma esbelta por encima
de sus tejados.
Una bajada corta
pero con piedra suelta rompe músculos, rodillas y piernas. Voy justo de fuerzas
porque la barrita de cereales ayuda mucho pero no hace milagros..
Garbanzos con
berza, pollo con patatas fritas, un melocotón y litro y medio de agua. Es el
primer menú fuerte que devoro al mediodía, y con la idea de seguir caminando
hasta Rabanal. Tomo la última pastilla de Didofenaco Normon
que me dieron en Santo Domingo. A las 14,40, tras 70 minutos de
jamada y sentada, sello mi pasaporte,, levanto el culo y enfilo dirección Astorga. Pero como ni siquiera le he
preguntado por sus “necesidades”, al entrar en la capital maragata se me revela
y me da el “apretón”. Menos mal que la
señora Ana, la del primer chalet, aunque un poco sorprendida por mi
atrevimiento, me deja usar su cuarto de baño.
Esta ciudad, que
cumplió 2000 años en 1986, recibiendo los títulos de Augusta y Magnífica, bien
merece un día entero de visita. Pero mi objetivo sólo me permite estar dos
horas. Llamar a casa, ver la catedral, callejear un buen rato por su casco y
sellar en el albergue. El hospitalero portugués me desanima para continuar.
“Los pueblos próximos tienen albergues muy pequeños, que estarán llenos, y a Rabanal
hay un montón de kilómetros” Otro que me ha visto bastante jodido. Parece un chico
humilde. Me cuesta conseguir su nombre, Agapito o algo así en portugués, porque
prefiere el anonimato. No le gusta la fama ni los famosos. Y en referencia al
escritor Paolo Coello no duda en acusarle de que “ha hecho mucho daño al
Camino”.
Catedral y Palacio Episcopal de Astorga |
En Murias de
Rechivaldo sólo hay un perro tumbado en la carretera que ni quiere aparentar
enterado de mi presencia. Voy ganando altura. El camino es ahora una pista de
tierra arenosa roja para atravesar un monte
de poca monta. Una liebre se me cruza a menos de 25
metros, plantándose a otros 50 para investigarme.
Hace frío y
amenaza lluvia. Me tengo que vestir el forro polar, tras salir de la ciudad. En
esta etapa me he parado a orinar más de diez veces. ¿Será por el agua bebida o
por la pròstata que a mi edad empieza a avisarme?. He adelgazado
unos kilos y el pantalón corto sin bragueta me está tan holgado que me facilita
hacerlo por debajo de la pata, como tantas veces en mi infancia, cuando llevar
canzoncillo era un lujo. Tengo que controlar al viento, el mayor enemigo en
esta postura.
Cuando sólo resta
un kilómetro a Santa Catalina de Somoza, unas gotas gordas de lluvia y un cielo gris marengo me aconsejan
precaución. A las 6,10 llego al humilde bar del deshabitado pueblo. El
albergue, la antigua escuela, está en el otro extremo. A andar otro par de
kilómetros fuera de programa. Dormiré
con dos franceses, un alemán y otro de
Bilbao. Hace mucho frío y llueve algo. A 980 metros de altura y en plenos
montes de León, aquí solo quedan 34 personas viviendo, de las que 4 son menores
de 40 años. Esteban, el del bar, tiene un buen jamón y hay que tirar de bocata
del mismo, casi la única cena posible. Con la caña de vino del pais, el café y
la pensión heladora hago la noche por 7,30
euros.
La ducha de agua
helada, como en San Juan de Ortega, anuncia el frío que nos espera. Hay 18
literas a pie de calle y un montón de mantas, que en lugar de abrigar pesan
como una condena.Y para más inri a las 9,15 cierra el bar y hay que acostarse a la hora
de las gallinas, a las 9,30 noche.
Miércoles, 22 de mayo.
14ª ETAPA: SANTA CATALINA – EL
ACEBO
29 kms
Pues he descansado
bastante bien, con todo el frío y el peso de las mantas tercermundistas. Aunque
a la 1,30 ya casi me basta. Pero contento mi impetu con una salida a la calle a
estirar músculos y vaciar mi vejiga en la mojada hierba.
A las 6,20 está
amaneciendo.Y a las 7 parto con Jesús el de Bilbao hasta Rabanal, a 1150 m. Sobre el programa tengo la etapa más
montañosa y dura. Y el cielo no anuncia ayudas. Ni siquiera me puedo marcar el
objetivo donde dormir.
Antes del pueblo
hay a la izquierda un roble milenario que está en la “historia” del camino. Y a
la entrada nos recibe la ermita del Bendito Cristo de la Vera Cruz. La lluvia
ha pasado de la amenaza a la acción. Lo hará de manera intermitente, con claros
y guiños de sol. El frío no hará tantas concesiones, nos castigará sin
descanso.
A las 9,10 nos
sentamos a desayunar en el hostal de Antonio. Jesús no se enrrolla y continúa
la ruta. A mí me interesan las historias de un charlatán simpático, Bladimiro,
además enterrador y sacristán.
“MURIERON EN EL CAMINO”
“El domingo 18 de
octubre de 1998 llegó un peregrino suizo de 67 años. Era banquero y venía enfermo, con recomendación médica de
no caminar mucho ni beber alcohol. Eran las 3,30 de la tarde. Se bebió tres bacardís
con cocacola y un wisky de entrada. En la cena bebió vino a tope y unos ocho chupitos de orujo. Al día
siguiente le dio un infarto al corazón a 300 metros de aquí.
“La compañera, que
era la segunda mujer, no localizó las pastillas y murió en seguida. Parece que
él mismo cambió de lugar su imprescindible medicina, lo que pudo interpretarse
como el principio de un intento de suicidio”
Así me lo cuenta
el enterrador y me lo corrobora el hostelero, con más detalles y otros
“cuentos”en una charla que me entretiene casi una hora y que pretenden
continuar porque ellos no tienen prisa.
“El cadáver estuvo allí unas cinco horas. Dos médicos jóvenes que
pasaban de peregrinos, la guardia civil y el juez determinaron muy nerviosos
sobre las causas de su muerte. Hubo mucho revuelo por aquí todo el día”
“Yo, que soy amigo
de todos los peregrinos y gran colaborador
del camino, le coloqué una humilde cruz de madera con la inscripción “Recuerdo de tu amigo
Bladimiro”. Fíjese usté bien a la salida”.
En el Libro de los
Peregrinos del albergue y hostal de El Acebo los dos jóvenes médicos segovianos
dejaron escritas sus impresiones en una página que me va a poner el poco pelo
que tengo de punta..
Bladimiro Carrera
Fernández, a sus 72 solteros años, prefiere contar su vida que escribirla
“porque eso yo no sé hacer”. Y no se avergüenza de ser analfabeto.
Otra humilde cruz
tuvo que hacer para el argentino Miguel Angel Roco Rios, para colocarla a dos
kilómetros del pueblo. Murió el 14 de noviembre de 2.000 y también lo
atendieron mis dos contertulios.
Subiendo a
Foncebadón me adelanta Vitoria , envuelto como yo en una capa
golpeada por el viento y la lluvia. Va muy fuerte. Lo pierdo de vista en media
hora. ¡Buen camino, ondo ibili,
José Luis!.
Foncebadón parece
y es un pueblo abandonado y saqueado. Se han llevado hasta las enormes piedras
y pizarras de sus tejados. Es difícil imaginarse que en otros tiempos se llegó
a celebrar aquí un Concilio de la Iglesia Católica. El eremita Gaucelmo, en el
siglo XI, ofrecía hospital y albergue a los exhaustos peregrinos en uno de los
lugares más invernales de la ruta jacobea.
Paro a secarme y recuperarme en el mesón de
Notario, recién rehabilitado y decorado con exquisito gusto, acorde al lugar.
Al observar sus educadas y profundas explicaciones a una pareja de aparentes
artistas, me imagino que es otro artista o “loco”, eremita del siglo XXI, que
ha apostado fuerte, gastándose muchos dineros en este apartado paraíso e
infierno a la vez. Son las 11,20 cuando sello y salgo de la “Taberna de Gaia”.
A las 12,10 tiro
mi piedra, de espaldas y con un deseo en mi mente, en el gran montón de la Cruz
del Ferro. Algunas costumbres y leyendas
te contagian. Estoy en el techo del Camino Francés, a 1.600 metros de altura
sobre el mar de Alicante. Lugar de emoción, donde el sol me va a regalar media
hora de sus últimos rayos de esta invernal jornada. Saco dos fotos y copio los
escritos del lugar.
LA CRUZ DEL FERRO
“La antigüedad del
trazdo viero que hoy conocemos como 'Camino Santiago', 'Camino Francés' o
incluso 'Camino Gallego', se pierde en la historia, puesto que nuestros
ancestros, Celtas y Astures, ya lo utilizaban en sus desplazamientos por el
Noroeste.
“La romanización
de la zona convirtió a este riguroso paso por el Puerto de Foncebadón en Calzada, pero, sin duda, su mayor esplendor vino de la mano de las
peregrinaciones medievales desde toda Europa hacia la tumba del Apostol
Santiago, en Compostela
“Este alto, donde
hoy se alza la Cruz del Ferro sobre un creciente montículo de piedras, es, sin
duda, un lugar en el que convergen mitos
y supersticiones paganas enraizadas en la tradición celta y romana con
creencias cristianas.
“Se pierde en la
memoria de los tiempos el momento en que 'los cantos' comenzaron a acumularse
como ofrenda a alguna divinidad, protectora de los caminantes expuestos a
multitud de peligros en su transitar. Hoy todo peregrino brinda también, ante
esta cruz de hierro de sencilla factura,
su tributo pétreo, a veces traído desde muy lejos, para que el último trayecto
de su peregrinación hasta Santiago de Compostela le sea propicio”
A unos metros de
la veterana cruz, el Centro de Galicia de Ponferrada ha plantado una moderna
ermita dedicada a Santiago Apóstol.
Manjarín, otra
gloria del pasado, ya contaba con un
hospital en el siglo XVI. Hoy sólo tiene
habitada la polémica chabola de Tomás,
el que se dice comendador actual de los Templarios. Llego a las 14,30 con la
segunda mojadura del día. Otra hora charlando con el personaje solitario y
extravagante, héroe o villano, pero historia del camino desde que habilitó un
humilde refugio con los más elementales medios para el cobijo y la
subsistencia. Me seco y caliento en el hostal-refugio-cuadra-vivienda,
escuchando sus historias templarias. Hago el número 61 de los que han estampado en la credencial su preciado sello.
Otra subida me
sitúa de nuevo a la misma altura que en la Cruz. Al lado se divisa una torre de
control del ejército. De ahí hasta bajar a El Acebo me remata la tercera
tormenta del día. El descenso de nivel es muy pronunciado, por lo que las
rodillas acusan la carga del cuerpo. Cruzo a un holandés caminando la ruta
Córdoba Santiago Holanda.
A las 3,10 llego
empapado de agua y aterido de frío al mesón El Acebo. En el concurrido comedor
veo varias caras conocidas. La estufa central quema leña con rabia para secar
prendas y calentar los cuerpos que vamos llegando congelados. El menú especial
que ofrece la casa me devuelve en seguida al placer del camino y a la sobremesa
animada. Garbanzos maragatos, codo de cerdo, costilla y chorizo, flan casero,
vino, café y chupito de orujo, por 11,85 €, cerca de las dos mil pesetillas.
Tan recuperado y
animado me encuentro en una hora, que me echo el makuto y las prendas de agua
al cuerpo para seguir haciendo camino. No consigo salir del umbral de la
protegida casa. Los consejos de los conocidos y el temporal de agua nieve que
no cesa de caer me devuelven al nido.
Están
Antonio el madrileño, Angel, Ronie
y la japonesa con la que “charlé”
en Astorga.Hay unas 30 plazas. Consigo una litera de abajo. Al final se llena.
Una tarde para la tertulia y el descanso.El frío, la niebla y la lluvia de agua nieve hacen fantasmagórico
el atardecer en la montaña. Los pocos vecinos deben de estar en su piso de
Ponferrada, porque la calle está desierta en mi paseo, las casas muy cerradas y
sólo humean un par de chimeneas.
El abundante
almuerzo maragato aún anda por mi estómago, por lo que sólo ceno un vaso de leche con colacao en la
barra del bar.
A las 9,30, que
hoy parece más de noche que nunca, el dormitorio invita al silencio.
Jueves, 23 de mayo.
15ª ETAPA: EL ACEBO – VILLAFRANCA DEL BIERZO
37,5 kms
Salto de la litera
a las 6,45 y a las 7 marcho con dos canadienses. Desayunamos en el bar, que
está unido y atendido por los mismos propietarios que el restaurante y el
albergue.
Dejo atrás los
montes que atravesamos ayer. La noche, como nos lo anunciara ayer, los ha cubierto de un manto de nieve. Me
adelanta corriendo Antonio. Este jubilado bancario de 71 años hace su quinto
camino corriendo. Es otro ejemplo de las grandezas o rarezas de esta aventura.
Con sus escasos 55 kilos, un amplio
chubasquero que tapa su calzón muy corto de corredor, una mochila muy ligera y
unas zapatillas supertrotadas, corre a 6,5 k/hora, haciendo etapas de mi
talla. Le alcancé en Mansilla, donde me
dió la noche roncando. Nos contaba en la entretenida comida de ayer la última
de sus mil graciosas anécdotas.
“Cuando adelanté
corriendo a dos mujeres, oí como la hija decía a la madre: Vamos a darle un
pantalón a ese señor, que se lo han robado y va corriendo de frío y de
vergüenza
Delante del
pequeño cementerio de El Acebo, la escultura de una bicicleta quebrada
homenajea al peregrino ciclista que dejó la vida en una caída en la primera curva de la entrada al pueblo
por arriba. Me dicen que las creencias religiosas, llevadas a su extricto
cumplimiento, no le permitieron una transfusión de sangre imprescindible en el
hospital de Ponferrada, donde terminó su poeregrinación.
Junto al
“monumento al peregrino” se inicia la carretera a Compludo, lugar donde se
conserva una herrería medieval.
La bajada hasta Molinaseca, que es de 8,5 kms. y 560
metros de desnivel, me cuesta tres horas. Es un castigo duro para mis piernas y
rodillas. Gabi, el mocetón inmenso y barbudo del valle catalán de Bohi, me
adelanta como una centella. Un humilde hombrecillo se me cruza a unos dos kms.
antes de Molinaseca. Me ofrece algo que no entiendo. Pero insiste. “Que tiene
manos para curar mis piernas, que nota que me duelen mucho” Pastor y
analfabeto, como se define, jubilado de 70 años, dice que ya lleva tres desde
que descubrió que sabe curar con sus manos “milagrosas”. Que se inició por
casualidad curando a un médico alemán. Ahora sube a su chabola de plásticos
arriba en el monte. Me da una sesión de masajes de cincuenta minutos. Me
adelantan varios. Yo sentado en una piedra y recostado sobre mi propia mochila,
el curandero milagrero arrodilado, se afana en agilizar con sus rudas manos la
circulación sanguinea de mis doloridas y agarrotadas piernas. El improvisado
lugar y difícil postura hacen pensar a más de uno en una caída y cura de
emergencia.El alivio y la recuperación ya son para mí un suficiente milagro.
Molinaseca es un
vergel, fértil de aguas, para
contradicción de su nombre. El puente medieval sobre el río Meruelo, las calles
y casonas blasonadas y torreadas nos apuntan una importante villa, que llegó a
tener hasta cuatro hospitales.
Sigo con Ronie
hasta Ponferada, capital moderna del Bierzo, donde desayunamos a las 11. La
compra de otra máquina de fotos desechable y un paseo distendido por su casco
monumental me hacen despedir a mi compañera americana, que prefiere no perder
tiempo en esta urbe minera.
Sello a las
12 en la Basílica de Nuestra Señora de
la Encina, patrona del Bierzo. Llamo a casa. Nere me da la peor noticia sobre
Mamés. Le han abierto para operar y han visto su cuerpo demasiado invadido por
el mal. Cierran sin más y las esperanzas disminuyen. Las lágrimas delatan el
hondo impacto que me produce.
Un hombre con
portafolios de cuero y aspecto de ejecutivo me pide que rece por él en Compostela.
Pero rehuye contarme alguno de “sus muchos problemas”. Estamos delante del
Ayuntamiento. Y estos días el Alcalde es noticia “por problemas graves con una
compañera”.
Belinda es la
camarera del bar Gran Sol, en Columbrianos, donde me alimento con otro bocata a
las 13,30. Y Carmen, en Camponaraya, me invita y ayuda a coger una bolsa de
cerezas del frondoso frutal que adorna su casa.
Aquí saben quedar
bien. Una placa me distrae por su originalidad comercial. Es en la Cooperativa Viñas del Bierzo de
Camporaya. “Peregrino: Este es el Camino de Santiago. Y ésta la Cooperativa más
antigua del Bierzo. Trae tu pan y llévate nuestro vino que con pan y vino se
anda el Camino”. Son las 15,20. No paso a comprobarlo.
Cacabelos, a las
16,40, me acusa la carga de 29,5 kilómetros. El “milagro” del curandero empieza
a desaparecer y vuelve el dolor. Las
chicas del albergue municipal me tientan a quedarme. Manuel, un joven
treintañero de Logroño, también llega justo, pero nos animamos
recíprocamente y huimos hacia delante. Compartimos las cerezas y
sufrimientos que
nos quedan. Las primeras se terminan. Los otros se incrementan.
Junto al Ave
Fénix, el conocido albergue privado de
Jesús Jato, está la iglesia de Santiago, con su puerta del perdón, con
privilegio especial para otorgar el jubileo. Pasamos a las 6,10, cansados y
maltrechos, cuando los nativos salen de alguna ceremonia. Los reflejos, un poco
ciegos, no me han invitado a subir los seis peldaños para ver la única iglesia
que, a excepción de la catedral compostelana, otorgaba el jubileo. Bueno, eso
fue en otros tiempos, para evitar a los enfermos y maltrechos una muerte casi
previsible en las difíciles jornadas restantes. Unos minutos después cumplo la
vieja tradición de golpear con mi frente su sagrada puerta para redimir mis
pecados.
Los dos albergues
de Villafranca distan 300 metros y están
en la entrada. Ronie y Antonio están en el Municipal, que es más moderno y
amplio. Manuel y yo cenamos y dormimos en el “hospital” de Jato, el de toda la
vida.
¡BIENVENIDOS AL HOSPITAL “AVE
FENIX”!
“Un hospital hecho con amor,
una idea que nunca muere,
con energía de Dios.
¡Que vengan los que tengan que
venir!
¡Que beban los sedientos!
¡Que coman los hambrientos!
¡Que sanen los enfermos!
¡Que se queden los que tengan que
quedar,
que sigan los que tengan que seguir!
A todos un ULTREIA y un abrazo de LUZ y
AMOR.
AVE FENIX – Jesús Jato”
“El Jato” es un
personaje especial en el Camino. A sus 62 años sigue trabajando en su proyecto
y realidad de ayudar a los peregrinos. Pionero de los hospitaleros modernos, su
cuerpo enjuto y manos machacadas reconstruyen todos los dias por partida doble.
Como albañil, su humilde edificio. Como curandero, a los peregrinos con sus
propias pócimas y masajes.
Virginia hace de
hospitalera y cocinera. A las 8,45 cenamos unos 15 ó 20 por 6 €, con el
desayuno de mañana incluido. Sopa de champiñones, ensalada, huevos con chorizo
y algo de jamón cocido, tarrina de natillas y café con leche.
Aparece Jato y me
da un masaje con ungüento de hierbas naturales a mi perna derecha. No le falta
un poco de ceremonia teatral ni la conversación animándome. Me insiste en que
mañana, si continúo, me lleva la mochila hasta O Cebreiro. Es otra de las
veteranas atenciones del Ave Fénix a todos sus clientes que lo deseen.
En el Municipal
había inscritos 57. Aquí 31 de 45 plazas. En ambos siguen siendo mayoría los extranjeros. La cena es demasiado
silenciosa, quizás por la diversidad de
nacionalidades, el hambre y el cansancio.
Paso una mala
noche. Las intenciones y hierbas del curandero no dudo que habrán sido
excelentes, pero no han conseguido mitigar mucho mis dolores. Una especie de agujetas
por casi todo el cuerpo no me permite conciliar un sueño continuado.
Viernes, 24 de mayo.
16ª ETAPA: VILLAFRANCA DEL
BIERZO – O CEBREIRO
31,5 kms
Pero el cuerpo
castigado, tras nueve horas tumbado en la litera, descansa lo suficiente. Salgo
a las 7,45, después de ingerir un aceptable desayuno, detalle de la casa. Hay
que vestirse de entrada como de frío. Y tras desayunar cambiar a de agua,
chubasquero y capa incluida. No se me ha secado lo lavado ayer, lo que me
obliga a hacer la dura etapa de hoy con una carencia arriesgada. Porque el
pantalón corto no tiene braguilla y cada día me cuelga más grande por la
pérdida de peso.
Colgados con
imperdibles en la mochila viajarán toda la húmeda jornada los calzoncillos,
calcetines y niki amarillo, pero tapados con la esclavina y la
capa de agua.
Al atravesar
Villafranca me prometo que volveré a visitarla, porque ayer el cuerpo no me lo
permitió. Monumental y situada en un fértil valle junto al río Burbia, marca
con Astorga y Ponferrada los muchos siglos de historia del Bierzo.
Cuando
las
circunstancias y la climatología son adversas, un error leve multiplica
los problemas. No he advertido en la guía y estudio previo de esta
etapa que el paso por Pereje, siguiendo la carretera, ahorra tres
kilómetros y
el paso de una sinuosa montaña. La subida a Pradela es dura, aunque me
va bien.
Arriba, un pueblo con menos de 30 habitantes donde pregunto al pastor y al leñador por los
castaños. Coinciden en que hay más de 10.000 y de todas las edades. Es como una
pradera en lo alto de la montaña, pero inmensa. Es una maravilla cómo cuidan
los castaños y su suelo. Sólo por ver esto ha merecido la pena esta vez
equivocarse. Y la vista desde arriba es impresionante.
Abajo, en el
valle, por el que el río Valcarce se abrió camino hace miles de años, un
intruso, una especie de dragón interminable de hormigón y asfalto, con el
nombre de “Autopista 6” se está comiendo la base y ladera de la montaña.
Junto a la aldea
de Pradela, que bordeo por su izquierda, una oveja albardada de basura está
entregada a la muerte. Más adelante encuentro a su rebaño y pastor, que me
confirma su estado terminal.
La bajada a
Trabadelo es casi en picado, un martillo para mis rodillas. Tampoco pìllo bien
el atajo que me indica el pastor. Otro kilómetro de más.
En el fondo del
valle, el río y la carretera serpentean para arriba casi engullidos por el
nuevo dragón. Rugen las máquinas y los vehículos en
otra tercera vía, la que se hizo hace sólo una decena de años. Varios de los
pueblos del valle de Valcarce están siendo acribillados paisajísticamente por
las tres carreteras. Me duele más la barbarie ecológica que el cansancio de los
600 kilómetros. Quiero cerrar los ojos y pasar rápido de aquí.
En Portela hay un
area de restaurantes para excursionistas y trabajadores. Coincido al almorzar
con una excursión de Madrid, con los que comparto mesa y conversación
peregrina. Son las 12. Un bocadillo de lacón y el café con leche 3,90 €.
En Cacabelos inicio
el sellado de mi tercera credencial. A las 12, 20 me plasman en la Casa de Turismo Rural de
Ambasmestas el 68º sello.
En Vega de
Valcarce gritan de lejos mi conocido nombre. Es Virginia, la hospitalera de
Jato que nos puso anoche la cena. Ha subido a negociar con el palero y otras compras.
Paso un buen rato con ellos en su cuadra del negocio. El artesano dice que está
en decadencia su trabajo manual. Tiene centenares de cachabas y palos todos
diferentes. Le pago 4 € por dos y les dejo en su trato.
Se acentúa
gradualmente la subida. Ruitelán, Herrerías y La Faba. Llueve al poco de
haberme cambiado el atuendo que traigo desde el amanecer, tras tres horas de
escampada. Me enfundo de nuevo en las capas y plásticos. Desde Herrerías se
agudiza la cuesta y la lluvia. Dos horas y media para 9 kilómetros y salvar más
de 600 metros de desnivel, pasando de los 690 de Ruitelan a 1300 en O
Cebreriro.
A la entrada de
Galicia, un kilómetro después de Laguna de Castilla -el nombre del pueblo
equivoca- un mojón monumental marca 152,5
a Santiago. A pesar de la niebla, el agua, el barro y el frío esta entrada
inyecta una gran dosis de moral que
empuja a seguir caminando.
O Cebreiro, a las
4,20 cuando llego me sobrecoge porque aparece como un lugar fantasma- górico.
La niebla es tan cerrada que casi me lo paso de largo. Otra vez, unos cuantos
metros inútiles de más, porque no consigo ni leer los carteles. A tan sólo unos
cientos de metros de su centro y el Santuario de Santa María la Real está el
moderno, grande y bien cuidado albergue de 80 plazas.
Esta mañana he
tomado una aspirina para aliviar mis calamidades. He terminado sobrado, con
ganas de hacer 10 kilómetros más. La tarde invita a quedarse en el cómodo
albergue, secando toda la empapada ropa
en el radiador eléctrico junto a mi cama individual y actualizando mi
meticuloso diario. A las 7 tengo todo el
trabajo hecho, por lo que me marcho a ver el pueblo de las pallozas, su más
visible referencia, que es sin duda el más mítico y simbólico de la Galicia
profunda y rural del Camino.
Todavía el sol nos
hace un guiño para dejarnos sacar las fotos obligadas y ver el pueblo y su
panorámica con luz natural. Cenamos bien en el
mesón Manolo. Los madrileños Antonio y Joaquín,el riojano Manuel, el catalán
Gabi, la americana Ronie y el vasco Patxi. La animada sobremesa y la
charla con los nativos nos hace llegar a dormir a las 11, fuera de control. A
oscuras y en silencio se complica encontrar la cama y dejar todo preparado para
la mañana siguiente. Pero hay que hacerlo.
Sábado, 25 de mayo
17ª ETAPA: O CEBREIRO – CALBOR
33,5 kms
Aunque en la
amplia estancia dormimos más de 40 caminantes, unas horas después de pagar los
radiadores eléctricos, noto un poco de frío. Salgo en ayunas a las 7,15.
Ninguno de los varios mesones del afamado lugar madruga para calentar el
estómago del peregrino. En esto les doy un suspenso ¿Tan poco negocio dejamos
más de 150 “turistas”, para que nos castiguéis sin desayuno?
El alto de Poio, en
Padornelo, está a 1337 metros de altura
– techo del camino en Galicia- y a 9 kilómetros de O Cebreiro. Es una pequeña
barbaridad empezar el día con dos horas y media sin alimento ni agua. El último
kilómetro, que es en cuesta arriba, me
empieza a anunciar una debilidad preocupante.
Me recuperan dos
huevos con cinco tajadas de lomo, todo casero presume la hostelera y cocinera.
Además, regado con medio litro de agua y un café con leche doble. Son 4,80 €.
Fatal alimentación la de este día por la montaña gallega. Su escasa infraestructura
turística no me va a permitir probar el siguiente bocado hasta las 8 de la
tarde. Hay que cuidar estas etapas y llevar alimento en la recámara de la
mochila, aunque sean fabricados energéticos que tan mal me caen.
Cuando llego
a Triacastela, a las 13 h. pero sin
hambre, me preocupo más de ver el pueblo y sus monumentos que de llenar el
zurrón. Camino varios tramos con Manuel
y con Ricard, con quienes almuerzo en el alto de Poio. E incluso doy uno de los
palos al catalán, que lo necesita en la
larga bajada. Pero después no puedo aguantar sus zancadas. “¡Nos vemos en
Calbor, si llegamos!”
Etapa de montaña,
de sube y baja, por la Galicia rural y
ganadera, la más humilde y parada en el pasado, que me ha roto las piernas y un poco el alma. En las
míseras aldeas se respira el
estiércol y el sufrimiento silencioso de sus mujeres con
la cabeza tapada y la cara arrugada
Así describía
a Galicia en el siglo XII el clérigo
francés Aymeric Picaud, en el Codex Calixtinus, la primera guía conocida del
Camino:
“Abunda en
bosques, es agradable por sus ríos, sus prados y riquísimos manzanos, sus
buenas frutas y sus clarísimas fuentes. Es rara en ciudades, villas y
labradíos. Escasa en pan de trigo y vino, abunda en pan de centeno y sidra, en
ganados y en caballerías, en leche y miel y en grandísimos y pequeños pescados
de mar. Es rica en oro y plata, y en tejidos y pieles silvestres, y en otras
riquezas, y sobre todo en tesoros sarracenos.”
Peregrinando 867
años después de aquel supuesto 1135, podemos comprobar, a pie de ruta, lo que
perdura y lo que ha cambiado de este relato, a medio camino entre la realidad y
la leyenda.
Triacastela
conserva el ábside románico (s.XII) de la iglesia de Santiago. Tuvo hospital y
cárcel para peregrinos. De aquí a Sarria puede elegirse el camino de Samos,
para poder ver uno de los monasterios más antiguos de occidente, con orígenes
en el siglo VI. Pero mis pasos eligen la ruta de las pequeñas y viejas aldeas – A Balsa, San Xil, Montan,
Fontearcuda, A Furela y Pintín - , con un paisaje rural de gran belleza y con
muestras únicas de vegetación autóctona, además de gran tradición jacobea.
Vuelvo a sufrir.
La rodilla izquierda y el estómago. Medio litro de agua, que pedí a una
lugareña hacia las 12 para tomarme una aspirina, me ha revuelto. No hay
problema para evacuar a la vera del bosque, porque la tarde está casi desierta.
Sólo andamos a estas horas los pocos raros esforzados que pateamos más de 30 kilómetros.
Y como llevamos parecido ritmo, ni nos adelantamos ni nos vemos.
Montán sólo tiene
14 nativos. La estampa me invita a parar y pedirles permiso para sacarles una
foto y charlar otro rato. Ella teje calcetines de lana mientras el hombre
contempla el tesoro de la familia. Conviven más que cuidan, en un pequeño prado
abundante en hierba alta, sus veintisiete vacas y novillas. Me imagino estar
cincuenta años atrás en las laderas de Pozoportillo, en la Euskadi occidental
de Ayala, hablando con mi padre y cuidando el rebaño de vacuno.
Otro apretón en
plena aldea de Pintín me obliga a usar una casa que está arreglando. Me
entretengo descansando y hablando con los dueños. Me saluda y adelanta Ronie,
que viene cargada desde Triacastela con nuestra cena, como quedamos en el
almuerzo del alto de Poio. Hoy me viene pisando los talones.
Segunda gran etapa
de montaña con descenso de hasta 900 metros de desnivel. Llego débil y roto a
las 17,40 h. a la antigua escuela de la aldea de Calbor, a 5,5 kms. de Sarria.
Hago el número 13 y último de los que dormiremos hoy en este coqueto albergue
de 26 camas
En Galicia, los
hospitaleros son funcionarios de la
Xunta, lo que les imprime otro estilo. Personas más anónimas que tienen otra
actividad complementaria, y a veces la principal. A las 8 de la tarde aparece y
desaparece casi de inmediato la responsable, con la disculpa de algo de gripe y
de tener que atender sus vacas.
Es de agradecer
para los peregrinos la gratuidad de la estancia. Galicia vende así su turismo.Y su gobernante distribuye sus placas por el territorio más
marginado, y se colocan grandes y bien visibles:
“Este albergue foi inaugurado no
Ano Xacobeo 93 polo Excmo. Sr.
D. Manuel Fraga e Iribarne
sendo consellero Excmo Sr.
D. Victor M.Vázquez Portomein”
Hace sol por la
tarde. Pero la brisa es fría. No me he quitado el forro polar en todo el día. Y
ahora con calcetines y sandalias, tras el rutinario aseo y cura de pies, no
entro en calor.
Ronie, Antonio y
Ricard están preparando una cena fría. Me conceden dos minutos para terminar
mis escritos. Detrás de mí aún ha pasado algún peregrino camino de Sarria. A
las 19,59 nos sentamos a la mesa y a la charla, ya de amigos, que llevamos
varios días coincidiendo en penas y alegrías.
Ha sido idea del
veterano corredor quedarnos en este tranquilo lugar, pórtico del bullicioso
Sarria, punto de encuentro y partida habitual por aquello de que dista un poco
más de 100 kms.a la meta, distancia imprescindible para conseguir “la
compostela”.
Me comentan la
historia de los belgas de Burgo Ranero. Un matrimonio de 30 y 35 años, con sus
dos hijos de 5 y 8. Llevan seis meses de viaje en burros, que compraron hace un
año, y conviven con ellos desde entonces.
De Santiago piensan ir a Fátima. Y el regreso, según las circunstancias.
En el Burgo leonés han fallado las “botas” de sus pollinos y han tenido que
recurrir al herrero del pueblo.
Domingo, 26 de mayo.
18ª ETAPA:CALBOR – PALAS DE REI
51,5 kms
El mayor
sorprendido de mi inmediata recuperación soy yo. Me bastan todos los dias un
par de horas, las de la ducha, alimentarme un poco y escribir, para encontrarme
casi recuperado y pletórico. El descanso nocturno, que se me hace eterno porque
no consigo un sueño estable ni partido superior a cinco horas, tiene que ser
como la recarga a tope de la batería. Porque en cuanto amanece mi mente y mi
cuerpo empujan al unísono a andar.
Llego el último a
veces, pero salgo de los primeros casi siempre. Un café con leche caliente me
despide a las 7,45 de Ricard y Ronie. En Sarria me comprometo y empiezo a
alimentarme más y mejor. Saco de la reserva de mi botiquín una pastilla de
Voltaren, a ver si es verdad que vale para casi todo. Me confirman en su
albergue que han pernoctado 59, pero 9 en el suelo. Hicimos bien al seguir el
consejo de Antonio.
Una germana del
norte, 30 años y 1,89 de altura, viene desde Jaca con su hijo de dos años.
Después de caminar 42 dias le han fallado las ruedas del coche del niño. Poco
he podido hacer para ayudarles, pero lo he intentado. ¡El más joven peregrino se lo
merece!. Y la belleza y valor de su madre también.
Tampoco esta
madrugada nos ha perdonado el frio, la ventisca y la lluvia, que una vez más me
obliga a encapotarme. Tras la parada de Sarria, me alcanza Ronie. Aguanto su
ritmo y nos acoplamos. Comemos en Casa Cruceiro, en Ferreiros, a las 12,30. A
ambos nos une un nuevo reto si los cuerpos nos aguantan. Pasar de 50 kilómetros en la etapa de hoy es un nuevo
record que nos ilusione a los dos.
En Gonzar, Antonio
y Ricard tienen reservada la cama, según consta en el libro registro de entrada
con los números 11 y 16. Son las 16,20 y vamos tan fuertes y decididos, que no
podemos parar fácilmente. Les encontramos después en el bar y nos disculpamos.
Intuimos haber dejado a Ricard con ganas de acompañarnos. Pero aún nos quedan
17 kilómetros al objetivo, donde es probable que no encontremos cama. ¡Estas
osadías se pueden pagar caras!
Nos deja en paz la
lluvia a media mañana y la ruta nos entretiene más en la conversación que en el
paisaje del entorno, que no nos llama especialmente la atención. Me parece ya
la Galicia agridulce, donde el pasado rural choca con un presente industrial y
urbano poco definido. La belleza natural empieza a ser asaeteada por la mano
insaciable del hombre. Es sólo el embrión de lo que nos espera al entrar en la
influencia de la urbe compostelana.
Volvemos
a alimentarnos en Ventas de Narón,
donde tengo el hambre y el capricho de probar una excelente ración de
pulpo
gallego, aunque son las 17,20 y la cocina del restaurante está
cerrada.Convenzo al camarero, reticente en principio, que nos lo prepara
como el mejor experto.
Nos hemos
entretenido más de una hora y aún nos restan 12 kilómetros, pero vamos muy
bien. A las 19,20 sello en Ligonde, en un pequeño albergue -antes escuela-
bastante solitario y destartalado, donde no había nadie ni para discutir. A
partir de aquí quedan 8,5. La caminata
empieza a hacer mella. También a Ronie, que viene aún sorprendida de sí misma
Y los 5 últimos
kilómetros, casi de manera súbita, parece que se acaba la fuerza del Voltaren y
el pulpo. La rodilla izquierda se queja y sufro para mantener el ritmo de mi
compañera.
A las 9,20, ya
anocheciendo, duermen en sus literas los casi 58 albergados, cuando llegamos a
Palas. Como cena, un vaso de leche con colacao.
Y antes y después de ducharme aún me
quedan fuerzas para la charla en el vestíbulo, porque me brindan oportunidad
para ello.
No hay camas. Un
lituano se empeña en cedérsela a Ronie. Consigo entenderle y convencer a mi
cansada colega para que acepte el obsequio, que viene con buena intención.
El lituano Juan es
otra historia del camino. 30 años, vuelve de Santiago y Fátima. Lleva caminando
a pie 20.000 kilómetros en dos años y medio, tras atravesar Europa. Espera
llegar en otros cuatro meses a Roma y en año y medio a Jerusalen. Desconoce las
distancias que le quedan hasta el regreso a su tierra lituana, pero programa
unos cinco años en total de “su camino”. No tiene ningún dinero, pero su vestimenta es adecuada
y su educación y modales me parecen exquisitos. Con su fibroso cuerpecillo de
55 kgs. viaja una gruesa carpeta con documentación y papeles. Me enseña,
instalándolas en el suelo, más de una veintena de credenciales que contienen
más de un millar de coloridos y variopintos sellados de toda Europa. Se defiende
en varios idiomas, fruto de su necesidad en esta experiencia. Prolongamos la
charla más de media hora en su elemental castellano. Y creo entenderle que, tras la muerte de su mujer e hijo, está realizando
una promesa.
Ramona es la
hospitalera e Iñaki Azkona un chaval de unos 30 años de Barakaldo empeñado en
ayudar en aquel albergue, a quien alucina mi llegada, odisea y fuerza. Toma
notas de mis comentarios e insiste en ofrecerme contactar con ETB, la
televisión vasca, para algún programa que dirige un conocido con quien se
relaciona en su trabajo en Yurreta Dice
que es un programa en el que entrevista a gente fuera de lo corriente. Mi “no”
es tajante. Ni he venido a hacerme publicidad, ni me gustan los “arreglos de la tele”.
Si la actividad
del día ha sido fuerte, para poder andar los 53 kilómetros totales que habremos
hecho, no lo son menos estas dos últimas horas en el albergue. Me ducho a las
22,30 cuando ya todos duermen. El lituano descansará en el duro suelo de
terrazo. Yo, juntando dos viejas butacas individuales de skai , lo intento encogido en el saco para no caerme. A las 23,16,
tras oír las campanadas de los “cuartos”, termino de escribir y quiero dormir.
El tiempo nos
sigue maltratando. Ha durado poco la paz de mediamañana. El arco iris nos ha
mostrado sus colores, anunciando los cambios. Y nos ha vuelto a mojar. Y a
guiñar el sol. Y los cambios de ropa, aunque la práctica ya me da bastante
soltura para manejarme con un brazo, no son plato de mi gusto. El tiempo
lluvioso, frío y revuelto es malo para el caminante.
Lunes, 27 de mayo.
19ª ETAPA: PALAS DE REI –
RIBADISO DE BAIXO
26 kms.
Aunque Ronie y yo
mantenemos similar plan, fuerza y respeto recíproco, nada acordamos ayer para
hoy. Sin hablarlo, éramos conscientes de que podíamos amanecer rotos o al menos
más tocados que otros despertares. Para mí, dormir en el sofá ha sido otra
experiencia y penitencia. Pero siempre se puede llegar más lejos cuando la
mente está pletórica y el cuerpo llega a regular.
A las 5 empiezan
las excursiones al baño y a sonar los muelles y plásticos. Tengo que salir a
las 6,15 porque mi “suite” es el pasillo por el que marchará toda la caravana.
Otra vez la falta
de desayuno hasta las 9,10 en O Coto-Mellide, sumándose a la frágil cena, me dejará más tocado que la
reventada de ayer, ya superada. Juan se empeña, después de acompañarme durante
dos horas, en comer el tradicional pulpo y vino en Casa Ezequiel de Mellide.
Las 12 es una buena hora, aunque seamos los primeros. Pero mi mente, más que mi
estómago, me advierte del peligro. La afamada caldereta está un poco fría. No
me he podido resistir a la insistencia e invitación de Juan. Y nos engullimos
la amplia ración y la botella del fresco riveiro. Me intuyo pletórico pero
envenenado.
Sólo llevo 15
kilómetros cuando sello y saco dinero en el BBVA de Mellide, a la 1 del
mediodía. El sufrimiento se confirma pronto. Durante una hora aguanto a duras
penas el ritmo de Juan. Tengo que insistir que siga a su paso, aunque no quiere
dejarme solo. La charla es agradable pero mi rodilla no puede. Se ofrece a llevarme la mochila. Tampoco
es el problema. Nos despedimos hasta Ribadiso.
En ningún tramo
del camino me adelantan tantos. Voy perdiendo ritmo y fuerza. Los últimos cinco
kilómetros son el mayor infierno desde el jueves 9 de mayo, que saliera de
Roncesvalles, 700 kilómetros atrás. Ya no veo ni contemplo las aldeas. Un
médico alemán me ofrece ayuda. Me tomo
la pastilla de vitaminas que me da las fuerzas para el último kilómetro. No he
parado en ningún momento, por la sospecha de resultarme más difícil la
arrancada.
A las 16,15, tras
atravesar el puente medieval sobre el río Iso, me tumbo en una litera de arriba
del albergue de Ribadiso. Es la primera llegada que me obliga a hacer esto,
dejando los deberes recomendados para dos horas más tarde. Siendo difícil
clasificar las alegrías y dificultades de esta experiencia, estas horas
quedarán en mi recuerdo como de las más sufridas.
Este albergue
viene en la portada de alguna guía. Está considerado como el más bonito de
Galicia, gracias a su acertada rehabilitación en un entorno rural y natural de
gran belleza. Aseguran que fue el último hospital histórico que permaneció
abierto en el camino francés al servicio del peregrino. El edificio fue
vivienda rural y molino privado hasta 1993, que fue recuperado y restaurado de
nuevo para los peregrinos.
A las 19,30,
después de la ducha y cura de pies, ya tengo fuerzas para recorrerme las
amplias instalaciones exteriores al edificio principal en que nos alojamos.
Junto al hórreo del extenso prado, unos franceses prefieren pernoctar en su
tienda de campaña. En verano se llena de acampados. El río que lo bordea puede
invitar a quedarse. Pero hoy sus aguas
frías y la humedad me hacen tiritar cuando me descuido sentado un rato en uno
de sus caprichosos árboles de la orilla, echando a volar mi imaginación
bucólica.
Miren Edurne - qué
nombre tan orgullosamente euskaldun- es una uruguaya que vive en Sao Paulo de
Brasil, que también medita sentada junto al río. Después me ofrece un té y una
sesión de reiki que alivia mi rodilla izquierda.
La voz de Iñaki
Azkona, que ha llegado media hora detrás de mí, es la única que rompe primero
el gran silencio en el dormitorio, desvelando mi inusual sueño, y después en la
calle, servicios y comedor la enorme paz silenciosa que emana del lugar.
Por obligación
personal y coraje aguanto hasta las 22, ya sólo en el salón y comedor,
escribiendo el resumen del día. Todavía muy cansado, destemplado por el frío y
con sueño como nunca, me entrego el último al descanso. Por fin no se me hará
larga la noche.
Martes, 28 de mayo.
20ª ETAPA: RIBADISO DE BAIXO
- SANTIAGO
41 kms
A las 7,20 empiezo
a cojear. Mi referencia dice que me quedan
39,5 a Compostela. Calentamiento suave en los dos primeros kilómetros.
Desayuno a las 8,20 en el hostal O
Retiro, a la entrada de Arzua, por 3 €. Otro día de niebla, frío y lluvia intermitente, aunque
suave en principio.
Me adelantan los
australianos que también me vieron ayer. En este tramo disfruto entre prados,
robles y eucaliptos que rodean pequeñas aldeas. En Calle se pasa por debajo de
un tradicional hórreo algo deteriorado, lo que me sugiere llevármelo en una
foto. Unos metros después sorprende el
chiringuito El Carro, que a las 11 ya tiene un montón de peregrinos
alimentándose. El lugar es simpático. Me recuerda a la tasca de Vitorino por su
desordenado escaparate, pero estratégica situación. El precio, igual que en la
mejor cafetería, 3,80 €, con manzana y naranja para el viaje incluidas.
Espero a José, el
abogado alicantino afincado en Madrid, que hace su octavo camino. Continúo con
él hasta Monte de Gozo, que llegaremos a las 18,40. Comemos a las 17 en un
bonito y muy limpio mesón, el Porta de Santiago, en Lavacolla. Llegamos
bastante mojados por no habernos colocado las capas. Después tomamos el
remedio, pero casi es mayor el estorbo que la lluvia.
En esta última etapa voy de menos a
más. Con cada metro voy mejorando. Además de dosificarme mejor, tiene que
influir la inminente cercanía de la meta.
A las 12,15
rezamos en silencio ante unas botas de bronce. José me cuenta la historia, que
casualmente le tocó vivir. Kilómetro 25 a Santiago.
“Guillermo Watt
'Peregrino'
Abrazó a Dios a los 69 años
a una jornada de Santiago
el 25 de agosto de 1993, año santo.
Vivas en Christo”
Es una placa en
bronce con una concha. Y aparte las botas. Está la derecha del camino. Obliga a
parar y rezar una oración.
“Le vimos morir
unos 100 metros antes. Iba delante de nosotros. Habíamos coincidido varios dias
con él. Infarto fulminante. Iba sólo. Era español y farmacéutico de Madrid”. Me
lo cuenta el abogado con muchos más detalles, como si fuera ayer.
Al acercarnos a la
ansiada meta, algunas edificaciones, como la Televisión Gallega y el Complejo
Alberguista del Monte de Gozo, han desviado el camino, incrementando la distancia,
según los veteranos expertos. En todo caso, sea por ello o por el agua que no
cesa de caer, hace rato, mucho rato que he perdido de vista los mojones
jacobeos.
Al sellar en el
inmenso albergue de 800 plazas gratuitas de Monte de Gozo, también reservamos
cama. En el pabellón 11, departamento 151 vamos a dormir con una joven
austríaca que me reconoce de coincidir en Estella. Después ha dado varios
saltos en autobús. También un matrimonio de Alicante con el que hemos andado el
último cuarto de hora. Y el abogado José,
que se ha empeñado y me ha convencido para esta reserva
“Si no os importa
prefiero una litera de abajo, pero no os prometo que vaya a venir” les digo al
despedirme y echar a andar bajo la lluvia. Mi objetivo es llegar hoy a la
catedral. No me vale que desde aquí se divisan por primera vez las agujas de la
meta jacobea. Hoy la lluvia no deja verlas. Tampoco copiaré a los peregrinos de
antaño que tenían por tradición higiénica lavarse enteros en el riachuelo de de
Lavacolla, lo que pudo dar el nombre al lugar.
Quiero llegar. Tan
obsesionado estoy en llegar, que en la
casi media hora que nos entretiene este macroalbergue no he retirado la mochila
de mi espalda, ni me he desnudado de la capa y el bordón. Vuelo los últimos
cinco kilómetros, a pesar de las dificultades añadidas. Las señales son escasas
o se apartan de mi vista. Y los transeúntes pasan ya de los peregrinos, por llamativos que
vayan. Mi figura, que sigue escayolada y cojeando, va casi embutida en una
llamativa capa roja, que por el bulto de la mochila y el efecto encorvado como
defensa del agua de frente, tiene que parecer la de un miserable jorobado, casi
un quasimodo . Y más al añadirle un bastón llamativo con
una especie de figura de una cabeza de cabra encima de la empuñadura, artesanía
del palero de Valcarce.
¡Tengo que llegar
antes de las 8 de la tarde! Los últimos
metros son contra-reloj, contra los semáforos, contra la gente. Busco las
conchas en el suelo. No pregunto, porque los humanos me parecen seres de otra
galaxia, ninguneando a este esforzado peregrino. A las 7,50 entro en la
Catedral por la puerta de Platerías.
La oficina de la
peregrinación está en otro lugar. La
localizo a las 19,55 h., a punto de cerrar. No hay cola. Estoy sólo, lo que me
permite un relajo y una distendida charla con Ana López, una estudiante de
Humanidades y Teología, que me echa el último y más preciado sello en la
credencial.. Por las etimologías de los nombres que me da mi apreciada primera
“compostela”, mis conocimientos de latín y mi esforzado y penitente viaje, me
sugiere una entrevista en la Televisión Gallega. Ante mi contundente y razonada
negativa de que huyo en este momento de esa mundanal y efímera fama, su segunda
oferta es de que lea mañana la epístola -ahora se llaman lecturas- en la misa de
los peregrinos de la Catedral. Y eso sí que acepto encantado.
Aún me queda
tiempo para volver a la Catedral, que ya están cerrando. La transigencia del
vigilante y encargado del cierre me permite el beso a la imagen pétrea y el
rezo arrodillado frente a la tumba de plata del apóstol Se condensan muchos
recuerdos en los minutos que permanezco postrado. Pido por mis seres queridos y
amigos, por los encargos del camino, por la paz, por los más necesitados. Y doy
gracias, emocionadas gracias que humedecen mis pupilas, por haber llegado hasta
aquí. En el profundo silencio y recogimiento de este momento estoy convencido
que alguien me oye y hasta a lo mejor puede hacerme un poquito de caso.
Salgo el último
del recinto sagrado. Y en la realidad cotidiana de la calle me intenta engañar
el avispado y mentiroso vendedor de una pensión de tres al cuarto, con la
oferta de un plano y guía de Santiago y un tubo protector para mi “compostela”,
que llevo en la mano como un “pardillo”. Me hace andar rápido y cargado otros
15 minutos, ya de noche, para dejarme en un segundo piso, de donde escapa
corriendo al percibir mi enfado y bronca.
En julio de 1964,
mi primer camino de Santiago, pero en auto-stop, fui invitado a cenar y dormir
al Seminario Menor. Cené, pero no dormí porque ya tenía pensión reservada y en
ella mi maleta. Hoy recuerdo, como si fuera ayer, aquel detalle del que fuera
después Cardenal, Dr. D. Angel Sukia
Goikoetxea, que había sido durante los seis años de Humanidades en Laguardia y
Vitoria, mi Rector en el Seminario.
Treinta y ocho
años después voy a poder dormir en la tercera planta de este Seminario, rodeado
de peregrinos extranjeros. El edificio poco o muy poco se ha actualizado, pero
tiene una gran solera. Son 5 € por noche y hay horarios y demasiadas normas. Y
está dentro de la ciudad, aunque alejado. Siento no compartir cena y charla con
los cuatro que me esperan en el albergue reservado. Prefiero callejear un rato,
acercarme a la estación de Renfe y ver el ambiente nocturno santiaguero o más
bien la falta del mismo.
A las 22,20 h.
comunico a mi esposa mi meta cumplida y las andanzas del día. Otra vez más me
aseo cuando ya casi todos duermen y encuentro mi cama en la oscuridad a las
23,30 horas. Pero las sensaciones de este acostarse son muy diferentes.
Miércoles, 29 de mayo.
UN DIA EN SANTIAGO
Hoy también
empieza el movimiento, aunque una hora más tarde, a las 7. Mi cuerpo se queda
tumbado descansando hasta las 8,30. El día nace radiante y soleado. Desde el
ventanal contemplo unos minutos el casco monumental de la ciudad, con las
agujas sobresaliendo de los tejados para indicar el sacrosanto lugar, meta de
millones de peregrinos.
Dedico las
primeras horas a buscar remedio al fuerte dolor de mi rodilla en el
ambulatorio, pero no lo consigo. Lo que sí alivia mi cansancio es un buen
desayuno de chocolate con churros y zumo de naranja natural.
A las 10,55 vuelvo
a la Catedral. Van llegando compañeros a la plaza del Obradoiro Caras conocidas
de últimos encuentros. Sólo hay tiempo para una foto con Ronie, Antonio y
Ricard y los abrazos emocionados Dentro se llena el recinto. De nuevo al ritual
del beso, al rezo en la tumba y al abrazo a la imagen que preside mucho más que
este sagrado lugar y que ayer ya estaba cerrada. Pero hoy todo está más
bullicioso, con las colas y el ambiente religioso y turista del gentío humano.
A las 11,45 me presento en la sacristía,
donde se organizan los preparativos para la Santa Eucaristía, lecturas,
cánticos y actos. La monja que actúa de maestra de ceremonias me sitúa junto al
altar de los siete sacerdotes concelebrantes, debajo del atril y púlpito de
lecturas. Resulta emocionante ver la iglesia llena y en silencio escuchando la
relación de peregrinos, nombrados por su nacionalidad y puntos de partida con
toda solemnidad por el canónigo oficiante. No oigo mi referencia. La hace más
tarde, en su momento oportuno.
“Va
a realizar la
primera lectura un peregrino que es de Bizkaia y que viene a pie desde
Roncesvalles”. Y entonces inicio yo los cinco metros que me
separan del atril, con el gran libro debajo del brazo. Y subo los pocos
escalones con la obligada dificultad de la cojera. Y la venda de la
escayola
asoma en mi muñeca y mano izquierda, a partir de la manga del
sacrificado forro
polar. Extiendo mi vista aún con gafas a la abarrotada y silenciosa
muchedumbre, me las quito para leer e inicio con aplomo y estudiada
claridad,
altitud, sentimiento y entonación, la lectura de la palabra del Señor.
LECTURA EN LA CATEDRAL
Lectura de la
primera carta del Apóstol San Pedro. (I, 18/25)
Queridos hermanos:
Ya sabéis con qué
os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes
efímeros, con oro o plata, sino a precio de la Sangre de Cristo, el cordero sin
defecto ni mancha, previsto antes de la Creación del Mundo y manifestado al
final de los tiempos por nuestro bien.
Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo
resucitó y le dio gloria y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra
esperanza.
Ahora que estáis
purificados por vuestra respuesta a la verdad y habéis llegado a quereros
sinceramente como hermanos, amaros unos a otros de corazón e intensamente.
Mirad que habéis
vuelto a nacer. Y no de un padre mortal, sino de uno inmortal por medio de la
Palabra de Dios viva y duradera, porque “todo mortal es hierba y su belleza
como flor campestre, se agosta la hierba y la flor se cae, pero la palabra del
Señor permanece para siempre”. Y ese es el Evangelio que os anunciamos.
Al terminar la
ceremonia religiosa, llena de emoción, sentimiento y religiosidad, el oficiante
nos despide con una bendición especial, después de botar el botafumeiro, patrocinado por un grupo de peregrinos
alemanes. Se disparan los vídeos y flashes de fotos y se eleva el murmullo,
acercándose una multitud de curiosos. Yo también, desde mi privilegiado lugar
cercano, disparo mi cámara, aunque no dispone de flash.
Después de la
ceremonia, más catedral, más saludos, más abrazos en la plaza, para llegar a
comer a Casa Manolo, otro punto obligado de encuentro de los peregrinos.
Las largas mesas
corridas se llenan. Junto a mí se sientan José el abogado, un amigo suyo de
Vigo, un bancario de Madrid, la austríaca que me vio en Estella, otro
extranjero y muchos más a los que mi oído y diálogo no llega
La comida y el
lugar son para recordar y repetir. 16 primeros platos, 18 segundos, postres
varios, vino, agua y cafés, nos cobran 6 € a cada uno. Cantidad para repetir y calidad para el más
exigente.
En el
extraordinario ambiente festivo de la mesa, tratan de involucrarme para
continuar hasta Finisterre, que pueden ser otras tres etapas más. Pero no debo
someter a mayor esfuerzo a mi rodilla que sigue bastante mal. A lo mejor me
estoy metiendo en una lesión que pueda
dejar huella irreversible. Los que continúan me intentan llevar hasta en la
despedida, cuando los ánimos de todos, tras la manduca y los caldos de
Baco, están más pletóricos.
De 16 a 19 h. descanso tumbado en mi litera del
Seminario. Y hasta consigo dormir una de las siestas más necesarias que mi
mente recuerda.
Otra excursión a
la plaza del Obradoiro, reencuentro con Ronie y extranjeros del camino o que me
reconocen de la lectura en misa, fotos y nueva visita distendida a las viejas
ruas y monumentos civiles y religiosos que destacan en la guía del visitante. Un australiano me
muestra cariñoso y emocionado su enhorabuena por mi lectura, que han comprendido
merced al sentimiento, lentitud y claridad, pese a su mínimo conocimiento del
castellano.
Vuelvo a cenar a
Casa Manolo, en rúa Traviesa, 27. Similar ambiente y calidad de cena y servicio
por 5,20 €., sin café, para intentar dormir. Comparto la mesa con un matrimonio
que vive en Baleares, albergados en Monte de Gozo. El propio Manolo me cuenta
en la barra su trayectoria comercial.
Todavía no tengo
decidido el vehículo para el regreso de mañana. Subo andando a la estación de
autobuses, pero está cerrada. Bajar hasta mi albergue aprisa y cojeando acaba
reventándome. Y a las 23,15 está cerrado. Mi cabreo es muy superior al del
extranjero que me precede, que ya está entregado para marchar a buscar pensión
u hotel. Compartir desgracia conmigo le parece un alivio, tras sus insistentes
timbrazos. Yo no me entrego aún y aporreo más el duro portalón hasta dañarme
las manos. Presionamos un timbre que oímos sonar tenue y perdido tras la muralla cerrada a cal y
canto.
Unos pasos y el
rechinar de la cerradura nos devuelve el ánimo. Ahora toca aguantar cabizbajos
y humillados la mayor bronca del camino. Y sólo por 10 ó 15 minutos tarde. El
hospitalero, clérigo de edad madura, parece más un inquisidor medieval,
amargado, destituido de la mitra y
relegado a fray portero. Y apuesto a que ha oído la primera llamada y estaba a
sólo unos metros de la puerta. Lo delatan sus pasos, parsimonia y el regreso a
un despacho cercano. La segunda parte de la bronca es para angustiarme con la
salida de mañana. “No tengo por qué abrir hasta las ocho. Son las normas. Esto
no es un hotel ni hay portero”. Me tengo que endulzar de humildad argumentando
que no me dará tiempo para coger el bus o tren de vuelta. “Bueno, igual puedo
hacer un esfuerzo y abrir a las 7,45 o algo antes”.
Es medianoche
cuando desde la cama oigo las doce campanadas. Mientras revuelvo en mi mente la
bronca, las normas, mi culpa, la amargura del clérigo y lo ajustado que andaré
mañana para iniciar la vuelta a casa, por culpa de este “hotel”, demasiado
anclado en el autoritarismo eclesial del pasado.
¡Patxi, duérmete
ya, que estás agotado!.
Jueves, 30 de mayo.
EL REGRESO A CASA
La preocupación de
no perder el vehículo puntual del regreso ha turbado mis sueños. A las 5 me encuentro
incómodo. A las 7,10 vamos sumándonos varios en las escalinatas amplias y frías
de mármol, en una tensa espera al inquisidor portero. Dejo una nota -no
anónima- en su tablón de anuncios quejándome de su acuartelada hospitalidad,
sugiriéndoles que actualicen sus instalaciones, sus métodos y sus sonrisas.
A las 7,28, con
la apertura del portón, se nos relaja la
tensión a la docena de peregrinos que escapamos con nuestros macutos y rostros
cansados.
El largo día de
hoy va a ser muy diferente. El comienzo es contrarreloj. Subo rápido y cojeando
a la estación de autobuses. Tengo uno directo a las 8 por la costa, que no
llega a Bilbao antes de las 20,15. Su precio 42 €. No me gusta, porque ya me
advierten que puede y suele haber retraso, según los atascos. A patear otros
dos o más kilómetros, para atravesar Santiago por las afueras hasta la estación
de Renfe. Menos mal que desde las cercanías del Seminario- otras vez el destino
me trae aquí- un simpático gallego me lleva un buen tramo en su coche.
A las 8,15 despido a los canadienses que volarán Madrid
– Munich – Toronto. La estación es un hervidero de peregrinos y otros viajeros.
Casi tan concurrida y animada como la catedral antes de la misa. Veo a otros
conocidos ocasionales a quienes ahora cambio el saludo-deseo que empleo para la
despedida. “Buen camino en la vida cotidiana, el verdadero camino, al que
retornamos tras este paréntesis jacobeo”.
El expendedor de
billetes de la ventanilla es Corral, un orduñés afincado aquí, de cuarenta y
pico años. Compartimos un rato de charla sobre los viejos tiempos y rivalidades
futbolísticas Amurrio-Orduña.
El precio único
del billete a Bilbao es de 32,66 €. La salida a las 9,04, procedente de Coruña,
y la llegada prevista a las 20,08 horas. Iñaki, el de Portugalete, es el único
peregrino y compañero de vagón con destino Bilbao. En el otro coche, del que
nos separaremos en Miranda de Ebro, contaremos después nada menos que 45
peregrinos que marchan allende los Pirineos, en tren hasta Hendaya.
Parecen la mayoría franceses. Esta
proporción es una muestra casi válida de lo que hemos visto en el camino.
Tampoco esta vez
mi cuerpo me va a premiar con un
relajante sueño. Ni siquiera una cabezadita. Y hasta el animador portugalujo duerme casi
profundamente todo el viaje hasta Miranda. Escribir, leer, mirar el paisaje, observar el personal que se
incorpora o nos abandona en la larga docena de estaciones no es suficiente para
entretenerme. Los paseos del recorrido por las dos unidades iniciales más la de
cafetería que se nos añade más tarde, algunas esporádicas charlas con los pocos
despiertos y dialogantes, son las apañadas distracciones de un viaje que la
mayoría aprovecha para dormir.
Porque tampoco es
cosa de dejar que mis pies descalzos,
tapados prudentemente con el sombrero y apoyados en el vacío asiento de
enfrente, descansen demasiado hasta el abotargamiento.
Los bocadillos,
fruta y dos litros de agua preparados con el recurso humilde, comprados en el
supermercado ayer y en el propio horno del pan esta madrugada, están en la
línea del resto de viajeros. Sólo me da cierta envidia una hogaza de pan
rellena del caliente condumio casero que comen con apetito una pareja, ya con arrugas del campo leonés. Su
aroma se cuela por más de una nariz,
invitando a la mirada suspicaz.
En Miranda, a las
6,30 de la tarde, hay parada y “fonda” de media hora para tomar un café con
leche. Brilla y calienta el sol de un buen día de primavera, de los que deseaba
y no he tenido caminando. En el último tramo el tren acaba llenándose, tras
despedir a los “gabachos”. Ya me veo en el regreso a la tierra. Porque Iñaki y
yo parecemos estar fuera de lugar. Nuestros equipajes, vestimenta, conversación
e inconfundible concha, delata nuestra procedencia y atrae discretas miradas y comentarios.
A las 20,03 h.,con cinco minutos de adelanto, pisamos el andén de la estación de Abando, en
Bilbao. Mi mente y mis ojos se cruzan
antes a través de la ventanilla con mis seres queridos. Dulce, Zigor y Ainara
me reservan su caluroso abrazo del reencuentro.
Ya en casa, Nerea y Goti me hacen su cariñoso
recibimiento. Durante la cena en familia y la sobremesa se me amontonan
demasiadas cosas que necesito contarles. El afeitado de mi barba canosa y el
desprendimiento lento y cuidadoso de mis vendas y yeso, ambos de 24 dias, ponen
el punto final físico y teatral de mi odisea peregrina. En mi mente, sólo un
punto y seguido.
Epílogo
POLVO, BARRO, SOL Y LLUVIA
Navegando en
Internet en mayo de 2002, antes de partir a Roncesvalles, encontré este
poema anónimo. Terminada mi
peregrinación, mi pluma no sabe resumirlo mejor. Y aunque sea algo sublime o
anticuado para algunos, refleja una parte importante en la que se medita.
“Polvo, barro, sol y lluvia es
Camino de Santiago.
Millares de Peregrinos y más de un
millar de años.
Peregrino, quién te llama, que fuerza oculta
te atrae?
Ni el Campo de las Estrellas, ni
las grandes Catedrales.
No es la bravura de Navarra, ni el
vino de los riojanos,
ni los mariscos gallegos, ni los
campos castellanos.
Peregrino, quién te llama, qué
fuerza oculta te atrae?
Ni las gentes del Camino, ni las
costumbres rurales.
No es la historia y la cultura, ni
el gallo de la Calzada,
ni el palacio de Gaudí, ni el
castillo de Ponferrada.
Todo lo veo al pasar, y es un gozo
verlo todo,
más la voz que a mí me llama la
siento mucho más hondo.
La fuerza que a mí me empuja, la
fuerza que a mí me atrae
no sé explicarlo ni yo. Sólo el de
arriba lo sabe.”
Terminado en "limpio"en Arrigorriaga el 25-11-2003 .
Es propiedad del autor. PATXI EGIA
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