jueves, 28 de noviembre de 2013

1.- DIARIO DE UN PEREGRINO HERIDO (2002)

DIARIO DE UN PEREGRINO HERIDO

Camino de Santiago


Mi primer Camino a pie lo inicié en Roncesvalles en 2002, con el brazo izquierdo escayolado. En seguida me acompañó una tendinitis. Sufrí mucho para llegar a Santiago en veinte días. En este Diario recogí con todo detalle mi aventura. Sólo fue el principio de dos nuevas experiencias, la de peregrino y la de prejubilado. 

Fotos rehechas de mis originales en papel y algunas bajadas de internet.



Para salir herido a una misión y regresar sano es necesario que la mente sea muy fuerte, además de otras cosas.


       A mi esposa e hijos.
A los peregrinos.
A mi mente y... mi mochila y zapatillas.




Viernes, 3 de mayo de 2.002

PRIMERA CAIDA EN EL CAMINO DE SANTIAGO

               Parece broma, pero es serio.
               Una mañana de tiempo atroz: lluvia, ventisca, granizo, truenos, tormentas constantes...

               Preparo la mochila para ir andando a Bilbao, a arreglar el bastón plegable, ya que no lo conseguí ayer. Hay que cambiar una pieza interior. La mochila me pesa 6,910 kilogramos en la frutería, donde bromeo un rato sobre el tiempo y el camino. Tengo que ir en tren. Y al pasar corriendo el túnel de la estación, un resbalón me planta de espaldas en el suelo, pegándome un buen morrazo. Me levanto como un cohete y cojo el tren. ¡Menos mal que la suela de las zapatillas y las baldosas de Renfe las venden y garantizan como antideslizantes!

               Definitivamente, ante el tiempo y los pronósticos pesimistas -nieve a partir de 700/800 m. y muy bajas temperaturas- que auguran para todo el fin de semana, suprimo la prevista marcha de mañana sábado a Roncesvalles con Julia y empezar a andar el domingo 5 de mayo.

           Vamos a Ozeka. La Sierra Salbada está nevada. Aún siego unas horas los jardines del caserío.

Sábado, 4 de mayo.

ME DUELE LA MUÑECA

               Nubes, lluvia, sol y claros me permiten echar algo de hormigón en el suelo de la cabaña. Y sallar las patatas que me quedan, a pesar de estar muy blanda la tierra.

               Me duele bastante la muñeca, que me he vendado y aplicado pomada anti-inflamatoria.

Domingo, 5 de mayo.

ESGUINCE Y BRAZO IZQUIERDO INMOVILIZADO

               La muñeca izquierda hinchada y el mucho dolor que no remite me empiezan a preocupar. Comemos pronto y vamos a Urgencias del Hospital de Galdakao. Esguince en muñeca izquierda, que me inmovilizan colocando una cérula, desde los dedos hasta casi el codo.  De nada sirve mi cabreo e intento de consensuar con el médico una solución menos aparatosa, pesada y molesta en tan inoportuno momento.

               ¡Vaya faena! Aún nos está esperando Julia en Arrigorriaga para llevarnos en coche a Roncesvalles. Pero regresamos a las 17,30 del hospital y con el brazo inválido para 14 dias por lo menos. ¡Y el traumatólogo me lo pone muy serio!

               Una dificultad más, pero que no impedirá mi salida para el día 8, que Zigor libra y quiere a toda costa llevarme, como recuerdo y agradecimiento a aquel viernes 19 de mayo de 2000, que le llevara yo en el mismo recorrido, a iniciar su Primer Camino de Santiago a sus 24 años.

               Todavía esta tarde triste me quedará moral suficiente para, encerulado  el brazo y con la mochila cargada a tope para el viaje, entrenar haciendo a pie los 10 kms. de la vuelta a las canteras de Zarátamo.

Lunes, 6 de mayo.

SIMULO LA PRIMERA ETAPA ENTRENANDO

               Vestido, calzado y cargado con el equipo completo previsto para el peregrinaje, camino andando seis horas por el monte Mandoia hasta Ermitabarri de Zeberio, para regresar por el asfalto a Ugao y Arrigorriaga. Son unos 26 kms. En una etapa todoterreno y todotiempo, sol y lluvia incluidos, similar a la Roncesvalles-Larrasoaña, de 26, 5 kms., que tenía prevista para hoy.

               Brazo en cabestrillo, con el viejo pañuelo palestino trotamundos de Nerea, termino bastante bien física y animicamente. Aunque las costuras de los calcetines me han dañado los dedos.

Martes, 7 de mayo.

DESCANSO Y REFLEXION
               Mañana de descanso y últimos preparativos en casa. El tiempo sigue muy malo y de invierno. Me tengo que replantear las prendas para la mochila. La anchura y rigidez de la escayola me obligan a cambiar algunas prendas de agua y abrigo. Hasta tengo que cargar con un paraguas plegable de 550 gramos, ya que los pronósticos anuncian agua y más agua. Con los cambios efectuados, el peso sobre mi espalda ha pasado a unos 8,5 kilogramos.

               Por la tarde, en el Kzgunea de Arrigorriaga, navego por Internet en el Camino de Santiago. Entro en el foro de Jacobeo.net para leer los mensajes e incluso dejo el mío. Hago una defensa razonada de las ventajas de hacer el Camino a pie y en solitario.

Miércoles, 8 de mayo.

MISA DEL PEREGRINO EN RONCESVALLES

               Como último entrenamiento, voy a Bilbao en tren a comprar una máquina de fotos desechable y regreso andando unos 10 kms.

               A las 16,30 h., aunque sigue lloviendo, pero la decisión ya está tomada, marcho con mi esposa e hijo en la sufrida  Kangoo  hasta Roncesvalles. 

               El mal tiempo es el tortuoso e incómodo compañero en una tarde para olvidar. Pero la moral alta supera los charcos, nieblas, oscuridad  y frio invernales. A las 7 de la tarde empiezo el Camino, con el sellado de la Credencial y la reserva de la litera en el Albergue, previo pago de 7 €.   Rosario y Misa del Peregrino a las 8. Rodeamos el altar unas 55 personas, que recibimos las bendiciones de aquella pequeña comunidad de siete concelebrantes que nos encargan que recemos por ellos en Compostela.
BENDICION DE PEREGRINOS

Oración
               Oh Dios, que sacaste a tu siervo Abraham de la ciudad de Ur de los Caldeos, guardándole en todas sus peregrinaciones, y que fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto. Te pedimos que te dignes guardar a estos siervos tuyos que, por amor de tu nombre, peregrinan a Compostela. Sé para ellos compañero en la marcha, guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio, defensa en los peligros, albergue en el camino, sombra en la luz, luz en la oscuridad,  consuelo en los desalientos y firmeza en sus propósitos  para que, por tu guía, lleguen incólumes al término de su camino y, enriquecidos de gracia y virtudes, vuelvan ilesos a sus casas, llenos de saludable y peremne alegría.

Invocaciones

               Que el Señor dirija vuestros pasos con su beneplácito y que sea vuestro compañero inseparable a lo largo del camino. Amén.

               Que la Virgen, Santa María de Roncesvalles, os dispense su fraternal protección, os defienda en los peligros de alma y cuerpo, y bajo su manto, merezcáis llegar incólumes al final de vuestra peregrinación. Amén.

               Que el Arcángel San Rafael os acompañe a lo largo del camino, como acompañó a Tobías, y aparte de vosotros toda incomodidad y contrariedad. Amén “         

               Desde el siglo XI en Roncesvalles, según nos asegura el oficiante de la Santa Misa, dirigen esta bendición diariamente a los peregrinos. Yo la copio en el Albergue de Larrasoaña, donde me la facilita de su archivo el veterano hospitalero Santiago Zubiri.

               A las 9 de la tarde, ya casi de noche, un beso paternal y un rápido achuchón con prolongado contacto labiolingual marcan la despedida de mi hijo y amada esposa. Por el obturador de la máquina desechable ya no entra suficiente luz para inmortalizar el momento de la despedida de mi compañera de más de 30 años. Aunque salga la foto, tampoco dirá que se trata de nuestra más larga despedida conyugal. Nuestros cuerpos se pueden separar más de 30 dias, con todas sus largas noches.

               Sigue lloviendo. La niebla y el frío inundan el legendario y sacrosanto lugar de Roldán y Carlomagno. La noche, el silencio y el sitio obligan a la meditación profunda.

               Todavía, en el interior de aquellas paredes sublimes, mientras apuramos el último bocadillo de casa que constituye nuestra cena, cambiamos algunas impresiones. Escucho a los veteranos peregrinos que hoy inician otro viaje más. El gallego de Noya, al que han robado su teléfono móvil en Iruña, va a por su tercero. Para José Luis, un riojano de 58 años afincado en Vitoria, será su cuarto camino. Y hablan de etapas de 40 kilómetros y de poder hacerlo en 20 dias. Su comentario, su reto, su objetivo, entre me asusta y me gusta. ¡Què va,  Patxi , tu  objetivo  es  de  25  a  30  dias!  ¡ Y  contento!  ¡No  pienses  en  tonterías!
        
      Un madrileño de unos 30 años come y escucha. Dos extranjeros han invadido la pequeña mesa de estar junto a las butacas, con las viandas frías de una cena más copiosa y variada que nuestros contenidos en papel de aluminio.

      A las 10,30 les invito al silencio de nuestras literas. Me espera una larga primera noche de ronquidos a coro mal dirigido, con pequeños ratos intermitentes sumido en sutil sueño. El frío del exterior se cuela por una cercana ventana a la altura exacta de mi cabecera. Y no es suficiente acurrucarme primero en el fino saco ni envolverme después en una vetusta manta, veterana en pasar  miles de noches con los esforzados caminantes. A las 3 de la madrugada, tras sacar la pequeña linterna de Zigor para ver la hora, decido levantarme a cerrar aquel portillo de frío. Aún se me hace una eternidad llegar hasta las 6,15, cuando empieza el movimiento en la gran sala de dormitorio.

Jueves, 9 de mayo
1ª ETAPA: RONCESVALLES – PAMPLONA

42 kms

               De 6,15 a 7 h. me da tiempo a organizar mi mochila y preparar mis pies con la primera dosis de vaselina. Una manzana constituye mi primer desayuno antes de empezar a andar.

Roncesvalles: capilla de Santiago, junto al silo de Carlomagno
                         Salen delante de mi, juntos, el de Coruña y el de Vitoria. Ya no les veré andando en el día de hoy. Llueve, llueve y llueve. Y así todo el día. Lluvia y barro. Mi brazo izquierdo en cabestrillo, mi mano derecha sosteniendo el paraguas abierto. El bastón  plegado, pero estorbándome mucho. Porque no lo puedo sujetar en la mochila, a la que tengo que cubrir con su esclavina de nylón.

               Adelanto a varios. Pero no alcanzo a los que presumo van los primeros, los Vitoria yCoruña. A una hora de caminar bajo la lluvia, un paso por un arroyo, donde el agua desborda las piedras. Río abajo hay que encontrar un paso más favorable. Salto y lo consigo. Pero el humedal y fangal posterior introduce el frío agua en mi cuero pedestre. Siento su humedad y un escalofrío atraviesa raudo mi cuerpo al pensar en lo que me queda y con lo que llueve! No  es el diluvio, ni es estruendoso, ni el viento lo hace más imposible. Es seguido, eternamente continuado, parece inhumanamente eterno. ¿Hasta donde voy así, tan pronto calado en mis pies?

               Desayuno a las 8,40 en Espinal. El primer bar abierto. Café con leche, mantequilla y tostadas, 3 euros. Si le pasan 100 cada mañana, que no lo ha negado, buen negocio el desayuno de los peregrinos.
         Cruces en el camino, de madera, de piedra, muy humildes. Parecen de peregrinos que han abandonado su cuerpo en este valle y han dirigido los pasos de su alma al verdadero Compostela Celeste. Rezo padrenuestros por estas cruces y por sus familias, para que sepan comprender el peregrinaje de esta vida y la difícil grandeza de quedar en el Camino. Con todo, las cruces humildesme conmueven más. Y hasta dejo a mi mente que durante algunos minutos imagine aquel cuerpo en sus últimos metros, cómo cayó, cómo se resistió o entregó en su probable solitario final del camino.

PADRENUESTRO PEREGRINO

Padre nuestro, que estás en los caminos,
venga a nosotros tu aliento y vela por nosotros, los peregrinos.
Hágase  tu voluntad
así en el calor como en el frío.
La ruta nuestra de cada día ilumínala hoy.
Auxilia nuestros desfallecimientos
así como nosotros auxiliamos a los que desfallecen.
No nos dejes caer en la aflicción
 y líbranos de todo mal.
Amén. Así sea.
               Lluvia y barro. Y no cesa de caer. La pista se convierte en un peligro. Barrillo, raíces y lastras deslizantes obligan a caminar con pies de plomo. Pasitos cortos y mirando cada paso donde coloco las deportivas Salomon   que hoy tienen que soportar la mayor responsabilidad de esta cruel etapa. Si caigo, mi nariz se clavará en el suelo y la leche  será de circo. Pero sin red ni espectadores.

               Los caballos me miran al pasar, pero no saludan. Están gordos y exuberantes de fuerza. Claro que si saludaran a todos los peregrinos, su relincho estaría afónico. No hay pájaros. Saben que el día es de perros y se han quedado en sus casas sin piar.

               Adelanto a muchos. Pero aún me quedan Vitoria y Coruña. Llego a Zubiri. Hay que perder unos cientos de metros para ir al albergue. Y allí no sellan la credencial. “Comer antes de tener hambre y beber antes de tener sed”. Una pastelería, tienda de pueblo, escasa de género,  no tienen pasteles de arroz, que me aconsejó mi hijo, aunque a mí no me atraen de manera especial. La dependienta tiene más juventud que simpatía. “El 95% de los que pasan son extranjeros”. ¡Vaya esfuerzo que le habrá costado contarme todo eso!. Tres rosquillas y dos vasos de agua, 0,60 euros.¿Qué pasa, que también cobran el agua del grifo?. Me parece que por aquí ser peregrino es como hacer el primo.

Puente medieval de la Rabia en Zubiri sobre el Arga.
                A las 12,10 h. sello mi primera credencial del día. Concejo de Zubiri – V.Esteribar (Navarra). Y en el sello el puente medieval que da orgullo a este pueblo.

               Tengo que parar en Larrasoaña a saludar al veterano hospitalero Santiago Zubiri, con 24 años encargándose de ayudar a los peregrinos y a la vez a su pequeño municipio como teniente alcalde. Ha hecho dos caminos desde Roncesvalles y ambos con su amigo el alcalde del Valle de Esteribar, Francisco Javier Borda. En su segundo viaje, en mayo del 2000, coincidieron varias etapas con Zigor en los leoneses páramos del río Orbigo. Doy una vuelta completa al pueblo y le localizo en su casa, frente al albergue municipal. En cincuenta largos minutos me resume su dilatada experiencia en su doble actuación de ayuda humana. Y me enseña algunos trofeos del humilde local, que abre para atender a los primeros caminantes del día.
               En el sellado de mi credencial anotaré fecha y hora exacta de llegada, para ayudar a la memoria de mi cerebro en el más exacto recorrido por las 24 horas de cada ciclo diario. Y el ovalado recuerdo entintado de la Villa de Larrasoaña  marcará las 13,30 horas.

               El sol intenta tímidamente colar unos rayos de luz a través de unas espesas nubes. Es sólo un espejismo que dura unos segundos cuando mi reloj Casio  marca las 13,22 h.
        
              A mi derecha el Arga y sus fuertes aguas. Las siento más que las veo. Con una vistosa vegetación, tan bella como las curvas frontales de una lozana veinteañera. Me separan sólo unos metros, a veces sólo unos trozos de metros, del torrente que baja hacia Iruña.

             En casi  tres kilómetros de recorrido me han tomado la delantera unas 3000 peregrinas.   Pero son de cuatro patas y de leche y lana. Pienso en la filmación de “El Templo Maldito”, en la escena del pasadizo de las ratas. Yo casi hubiera preferido hacer de extra  gratis pisando las roedoras que aguantar el equilibrio
 abriendo piernas para evitar el chocolateado caño central y caminar levitando bajo la lluvia un eterno lodazal.
               Y más del tema. ¿Cuántos kilómetros harán 3000  ovejas en fila india? Creo que nadie lo va a conseguir saber exacto porque a ver quién es el hábil que las coloca. Tengo ganas de encontrar al pastor para preguntarle algo, más bien para desahogarme del cabreo que llevo. Pero sólo he encontrado a aquel otro casero cercano a la Colegiata de Orreaga y la conversación de la madrugada no fue muy extensa.
               -Buenos días, Señor.
                -Buenos días, igualmente.

               Pero qué quiere decir con el “igualmente”. Será por cortesía o porque no quiere ser menos que yo. ¡Cochino!  Mejor que limpiara un poco ese pedazo de sagrado camino de santos peregrinos que tiene como propiedad particular y continuación  de su cuadra de ovejas. Allí mismo y entonces yo no hubiera aceptado probar el mejor queso de aquellos productivos animales.

               Y el agua, el barro, la escayola y el cansancio tocan ya las intimidades de mi cerebro masculino, aunque esto se suele decir con otra frase. Me escapo al asfalto y me pierdo el paso por La Trinidad de Arre, albergue recomendado que hubiera sido un merecido y lujoso descanso para mi agotadora primera etapa.

          La entrada en Iruña, como en la selva cuando llevas todo el día luchando con los leones fuera de ella. A las 6 de la tarde, tras once largas horas caminando bajo la lluvia, no encontraré  junto  a San Zernín el esperado descanso del guerrero. En este caso del peregrino empapado y agotado. No queda ni una esquina de suelo en el vetusto albergue eclesiástico, ubicado en un palomar  del viejo corazón de la urbe. Coruña, que acaba de adelantarme en la llegada, espera  compañero para compartir humilde pensión.

               La tarde iruñitarra es un hervidero humano en su caso antiguo. Y las emociones de este primer día, aún no han terminado. Por tres veces nos dan mal las llaves de la destartalada pensión. Desde el agotador subibaja de escaleras a un cuarto piso, pasando por la pareja de imbéciles  o subnormales  que no sé si quieren ayudarnos o entretenernos, hasta entrar en otra habitación ocupada  por una rubia que ni se incomoda. Sin olvidar la falta de luz, las grietas en las paredes y un largo sinfín de cuestiones atentatorias menores, hasta conseguir bañarnos con agua caliente, casi sufrimos otra dura etapa no prevista en nuestro programa.

               José Antonio Martínez, el coruñés de Noya, es un veterano del Camino. Vicepresidente de una asociación jacobea de la capital gallega, 52 años bien llevados y varias cosas más. Su preparación, educación y saber estar no van a superar esta primera etapa. Las circunstancias le rompen y mis ánimos no sirven para recomponerle. No soporta la previsible falta de camas en lospróximos albergues tras duras etapas de 40 kilómetros que tiene previstas. Quiere vivir el camino intensamente en su mundo. No aguanta ser relegado el primer día a una esperpéntica pensión de baja ralea. Y antes de ducharse ya tiene la decisión tomada. Y es irrevocable. Antes de la cena saca el billete para marchar mañana en bus a Coruña. Y a las cinco de la madrugada aun nos quedará una larga hora para charlar, mientras ordena su mochila. Me cuenta sus planes y algunas entretenidas batallas de su movida existencia. ¿Cómo se puede ser gallego, con ese nombre y récord Guiness Mundial de Crucigramas?.  Pues porque durante cinco años ha fabricado a mano un pasatiempo con 100.000 huecos horizontales por 93.000 verticales en el que da cabida a 26.000 palabras. Con ello, hace tres años, pulverizó el anterior récord, crucigrama de 83.000 cuadros.

Puente medieval de la Magdalena en Pamplona, sobre el Arga
              No sé si son las doce o la una cuando aún estoy despierto. Hemos cenado en la tasca de la pensión. Charlamos larga y distendidamente. Y hasta hacemos bromas con el camarero, socio y forofo del Osasuna, sobre el final feliz de los equipos vascos y gallegos en el inmediato fin de liga.  El chaval es más agradable y simpático contertulio, envidiable defensa de sus colores incluida, que promesa de la hostelería. Con todo, calentamos el cuerpo, animamos la mente y alimentamos el estómago como para sobrevivir.
            
            Tengo la idea de que de una a cinco mi cuerpo ha dormido poco, porque la noche se me he hecho larga y he oído algunos gritos y voces callejeras desafinadas, pero va a ser suficiente descanso corporal para emprender con ánimo juvenil y entusiasta la segunda prueba.

Viernes, 10 de mayo

2ª ETAPA: PAMPLONA – ESTELLA

46, 5 kms

          A las 6 de la mañana aún es de noche. Sobre todo en nuestro hotel   sin ventanas ni entrada del más mínimo rayo de luz. Así que, tras despedir a Coruña , que marcha en el autobús de las siete, me preparo para otra jornada de agua y frio.

          No se ha secado la colada de anoche. La camiseta de algodón de mangas largas ha quedado desteñida por la granate que llevaba encima. Así que viajará hoy atada por los imperdibles a mi Dauder Futura 42 Airconfort,  la mochila que compré hace un mes en Iris Bilbao para esta aventura. También el calzoncillo y los calcetines viajarán saludando al viento o al agua de lluvia. El sudor, la humedad, el barro y el tinte barato casi me cambian ayer hasta el color de la piel.

          Aunque las ciudades no son apetecibles para este caminante, al menos tienen donde comer y desayunar bien y a la medida de cada bolsillo. Las 6,45 es una buena hora para alimentarse con un zumo de naranja, unas tostadas y un buen cancarro de café con leche, cuando al cuerpo le espera  otro día de sufrimiento. Y todo ello por dos euros y medio está muy bien.

          El día amenaza de nuevo lluvias intermitentes cuando salgo de la ciudad, recién amanecida, por la Clínica Universitaria. Rezo un buen rato y ofrezco los sufrimientos de mi peregrinación por el amigo Mamés, al que a sus 47 jóvenes años van a abrir el próximo día 21 en estos quirófanos del opusdei  para extirparle el mal que anda comiéndole la vida por sus pulmones.
     
           El reloj del Asador Martintxo, en Zizur Menor, marca las 7,59 al cruzarse en mi camino. Parece reciclado de alguna estación de Renfe.

          En Zarikiegui ya he adelantado a toda la caravana que ha salido del albergue de Zizur Menor. Llevo un excelente ritmo y ando bien. Sólo los cambios frecuentes a  lluvia sí y lluvia no, que juega el tiempo esta húmeda mañana,  me hacen perder el ritmo y bastantes minutos. Pon la esclavina, quita la capa, recoge la ropa colgada, que no toque la coloreada camiseta el barro que salpico. Todo un lío para hacerlo con un brazo y en el aire.

          La subida al Perdón está pasada por un barro plomizo que albarda las zapatillas y cuesta arrancar los pies del suelo. El paraguas se ha ido a descansar dentro de la mochila.Y el bastón en mi mano derecha tiene que hacer hoy de ayuda al motor. El brazo izquierdo está obligado al reposo, sujeto con el palestino de Nerea.

          Una tan bonita como inútil fuente se nos aparece casi en la cima. “Gam... MCMXC” está bien grabado en sus esculpidas piedras. Pero ni tiene ni ha tenido gota de agua desde hace años. Se la conoce por  la “Fuente de la Reniega”, donde el demonio esperaba a los cansados peregrinos para ofrecerles un trago a cambio de que abjuraran de su fe cristiana. Parece que al no hacer negocio se debió marchar con todo el agua a otra parte dejando el chiringuito de piedra en pago por el alma dealgún vivillo.

El Perdón. Primer rato sin lluvia, que me permite la primera foto
           Por Uterga, Muruzabal y Obanos camino sólo y acompañando en pequeños tramos a otros más lentos, intercambiando animosas impresiones y el simpático saludo “Buen Camino”, con que obsequiaré a todos los que adelanto a pie y hasta a los que me dejan atrás de los de bicicleta.
Puentelarreina.  En este camino, el agua me parece la vida. Y los puentes... "La mente crea el puente, pero es el corazón el que lo cruza" (Nisargadatta)
          Puentelarreina  es mucho más que el orgulloso puente medieval de cinco grandes ojos sobre el río Arga. Es lugar para parar, visitar y rezar en sus históricos lugares de oración y recogimiento. Pero, sobre todo, es el punto de encuentro histórico de los caminos europeos que entran en nuestra península por Roncesvalles y Somport.

          Las 12,15 horas es demasiado pronto para que mi activo entusiasmo mental pueda ordenar para y fonda a mi cuerpo respondón que quiere más caña.   En una larga hora saco tiempo hasta para visitar el nuevo albergue, situado por las altas afueras lejos de la zona monumental, y de recorrerme por tres veces la Calle Mayor, antigua vía de paso de caminantes, en busca de un mayor deleite, acariciando con los pies, la mirada y el pensamiento aquellas piedras con pasado, presente y futuro peregrino. Sueño con escribir esta experiencia, centrándola en la idea del agua en el camino. Y para adornar las palabras con imágenes, voy a sacar fotos de puentes y fuentes. Porque creo que son inseparables compañeros de un protagonista insustituible del camino, el agua. Simplemente el agua. Necesariamente el agua. Aunque desde hace dias me esté dando la de arena, espero que me proporcione más ayudas. Y me llevo de este lugar la foto de su agua, su puente y su río.

          Los 21, 5 kilómetros que me quedan para la tarde empiezan optimistas, pero se me transforman pronto en pesados y eternos. El barro y la soledad  en Mañeru son el principio de un calvario. El pastor sólo me indica donde tengo un cercano avituallamiento.
Buenas  tardes . ¿A  que  no  sabe  cuántas   ovejas  tiene? - Finjo un humor que necesito no perder y busco un descanso en la sabiduría relajada pastoril.
Buenas.  Pues   la  verdá  es  que  no.  Y  no  quiero  mentile. -  Contestó con su acento de navarrico.
¿Hay   algún  bar  para  comer  en  el  pueblo?
Sí,  a  la  entrada,  a  la  izquierda.  Y  otro  cerca  de  la  iglesia,  allá  al  fondo  arriba.  

           Yo, ya necesito más alimentar al cuerpo, que tengo al borde de la pájara,  que distraer la mente con charlas pastoriles.
          - Muchas  gracias. Me  parece  usted  un  buen  pastor al  decirme  que  no  sabe  las  que  lleva. - Le despido con una ironía que parece aceptar como un halago.
          - Para qué cojones se lo voy a decir a este preguntón  de peregrino, que parece que viene  herido y cansau  el jodío  - Es lo que ha podido pensar.
        
         En Mañeru me cuesta subirme a sentar mi culo en el taburete del mostrador . Devoro más quemastico un enorme bocadillo de ternera y pimientos con una caña de vino. Huyo del bar comiendo a mordiscos una manzana en cuanto las piernas  se me empiezan a dormir. Tengo que hacer unos estiramientos para calentar de nuevo y eliminar los pinchazos.

          Zirauki tiene dos puentes medievales. El primero está al final del pueblo, tras una calzada empedrada  la misma época, que la vegetación y la meteorología van rompiendo. Al puente lo ha destrozado algún arquitecto  que no ha puesto su nombre. Al parecer, para que no se caiga lo que queda de él lo han sujetado con un mocordo  de toneladas de piedra y hormigón, que sólo le falta oler a mierda foral del viejo reino, porque a despropósito huele un montón.
Restaurando uno de los puentes medievales de Zirauki
          La restauración del otro puente, unos kilómetros más cerca de Compostela, la vivo en vivo y en directo. Charlo y saco una foto a los canteros en su trabajo. Elogio su labor y les piropeo como verdaderos arquitectos olvidados. Una pena que bajo esta obra de detalle e importante presupuesto no haya río. Sólo una acequia entre fincas sin síntomas de agua, que me recuerda  la Fuente de la Reniega.
          Me quiero quedar a dormir en Lorca. Pero el pequeño hostal familiar está ocupado por los de casa. Ayer fue la Ascensión, la fiesta del pueblo y antaño una de las más importantes fiestas del cristianismo, celebrada con solemnidad en Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Holanda, Luxemburgo, Noruega, Suecia y Suiza entre otros estados.  En la plaza de enfrente hay tiovivos  y plataforma para la verbena nocturna. Este no es buen sitio para dormir hoy.  ¿Y por qué no va a poder celebrar hoy Lorca su máxima gaupasa  anual y su posadero reservar toda la casa para la familia?
En Villatuerta, este puente sobre el río Irazu divide al pueblo
            En Villatuerta ya no me quedan fuerzas ni para pensar con objetividad. Bastante tengo con buscar y encontrar las flechas amarillas que apuntan a Galicia.A estas alturas de la paliza de hoy, un despiste - que lo tengo y ando como un kilómetro de más -  me parece una penitencia desmedida.

          A las siete llego al Hospital de Peregrinos de Estella, cojeando mucho. Bien puesto el nombre, que mi tobillo derecho, desde hace unas tres horas, necesita más un hospital que un hotel. Mi cerebro ha encargado demasiadas responsabilidades a mi pierna derecha en ayuda de mi brazo izquierdo. La hospitalera, con acento del Este, me atiende con gran amabilidad y preocupación, ofreciéndome de inmediato quedarme más días en el albergue.

          Todavía quedan horas para otras sensaciones. Al llegar a mi litera una moza de unos treinta, la vecina de suite,  muestra sus tetas hacia la pared con toda naturalidad para cambiarse de atuendo. Las cosas onitas son para mirarlas. Pero mi recato y educación me hacen dar la vuelta e ir al baño a orinar y lavarme un poco.
         El paseo posterior por Lizarra, charla y cena en el Restaurante Roma, con el peregrino Pere, de 58 años, profundiza en temas médicos del cuerpo y del alma.Desde mi indicio de tendinitis hasta sus dudas espirituales y teológicas, pasando por su escapada  del convento tarraconense. Es un mosén con teléfono móvil, hijo orgulloso de agricultores, que habla más que escucha y que parece saber hacer su oficio de cura. Aunque vamos a llegar con el control cerrado, casi me obliga a usar su  moderno aparato para informar de mi estado y situación a mi esposa. Quedé en llamarla cada dos dias, pero para no preocuparla omito contarle mis dolores que supongo y espero sean pasajeros.

Estella. Puente de la Cárcel
Puente de la Cárcel en Lizarra Estella
          En el cuarto de baño charlamos un buen rato a media voz, mientras me aplica abundante pomada y masaje en la zona hinchada y dolorida.Su mochila lleva una pequeña farmacia en lugar de un botiquín, que me enseña orgulloso, para ayudar a su frágil cuerpo y al de todos los necesitados. Claro que así se llega a los 12 kilogramos que romperán su ya débil espalda.  Hay que tener cuidado con los remedios, los porsiacasos,  porque a veces ellos te causarán la enfermedad.

Sábado, 11 de mayo.

3ª ETAPA: ESTELLA – LOS ARCOS
  
21 kms

          Tres euros por dormir y dos y medio por un abundante desayuno me entretienen a gusto dialogando entre bocado y sorbo, para salir a las 7,50, después de haber saltado de mi litera baja a las 6,30.

          Lloviendo otra vez. Salimos como en romería. Hoy me he prometido ir descansando y desàpacio hasta Los Arcos, una etapa de relajo. Voy un rato con mis vecinas de cama, las profesoras vascas de la UPV de Bilbao, que hacen el Camino los fines de semana, por etapas, retomándolo cada mes.
          Cojeo clara, casi exageradamente. La curva frontal cercana a mi tobillo derecho está hinchada y agarrotada. Y en cada flexión, en cada paso sus tendones rozan y se lamentan.

          Una bifurcación al terminar Lizarra, nos ofrece Iratxe o Azkueta. Las profesoras acortan por la segunda. Nos reencontraremos de nuevo cuando las alcance a la entrada de Los Arcos, para reservar aposento por delante de ellas y coincidir de nuevo en cercanas literas.

Monasterio de Iratxe
Monasterio de Iratxe
          La visita muy relajada a la Fuente del Vino y al Monasterio de Iratxe me permite descansar y rebajar mi dolor durante más de una hora. A las 8,40 anoto las leyendas que acompañan la concurrida fuente de Bodegas Iratxe.
“Peregrino,
si quieres llegar a Santiago
con fuerza y vitalidad
de este gran vino echa un trago
y brinda por la felicidad.
Fuente de Irache. Fuente del Vino.”

“Normas de uso:
A beber sin abusar
te invitamos con agrado.
Para poderlo llevar,
el vino ha de ser comprado”

“En esta fuente hay instalada una WEB CAM.
Si se conecta  por Internet en
/w.w.w.irache.com,, puede visualizar
los peregrinos que nos visitan”

“El Presidente del Gobierno de Navarra.
Excmo. Sr. D.Juan Cruz Alli Aranguren
 inauguró esta fuente del vino el día 23.11.91”
   
          Pues este peregrino torpe no consigue probar el alcohólico líquido tras girar varias veces la desgastada manecilla. Quiero pensar que están cambiando el depósito interior y sólo pruebo el agua insípida.
          Y medito yo en las veleidades de los humanos y de los que por suerte de este viaje nos creemos peregrinos. ¿Cómo puede ser que esta fuente, comercial cien por cien y nada artística, le haya robado todo el protagonismo con sus insignificantes diez años, a un conjunto arquitectónico de incalculable valía y religiosidad que lleva aquí diez siglos viéndonos pasar?  En la Fuente de la Reniega, según dice la leyenda, el diablo no conseguía clientes. ¿Será que se ha instalado aquí y sí los está consiguiendo?  A 50 metros, en una hora larga visitando el Monasterio sólo entra uno. Mientras,más de cincuenta  habremos hecho los honores a la “Fuente  del  Diablo”.

“Fuente de la  Energía y del origen del tiempo,
creadora de la luz y del universo,
 de las leyes que lo rigen,
 de las fuerzas que lo dominan
y de los seres que lo habitan.

Creadora del hombre,
de su sino, su destino y sus sentimientos.
Dueña de mi ser,
de mi salud, mi dolor, mi suerte y de mi muerte.
 Creadora de todo lo que existe, existió y existirá.

Mi alma, base de mi ser,
guarda en lo más profundo toda la esperanza en vos.
Mi mente peregrina, que vuela libre,
os invoca y pide ayuda
para estar a salvo de la pena y el dolor.
¡Fortalecerme!...  voy a Santiago.”    
                                                                                                          Peregrino Manuel                   
                                                                                                                      
“Madre de Iratxe,
acompañadme en el Camino
a llegar a Santiago.
Voy manco y enyesado del brazo izquierdo.
Y cojo con tendinitis del pie derecho.
¡Pero no me preocupa si sé que me acompañáis!
¡Ave María, gratia plena!”
                                                                                                                       Peregrino Patxi

          No hay placas en bronce ni en cerámica fina con estos dos escritos. Sólo dos páginas escritas con  bolígrafo y mucho sentimiento en el Libro de Visitas. ¿Será una muestra de la fuerza de la mente? 
      
Fuente medieval en Villamayor
         Azkueta y Villamayor de Monjardín, una granja de novillos de engorde en el primero, una fuente medieval antes del segundo, me entretienen para vivir en su profundidad los cambios en el tiempo. Y la universalidad que supone esta experiencia. Tampoco olvidaré en próximas etapas las pastillas vitamínicas que nos regalan en el albergue de lo alto de la plaza de Monjardín las muchachas holandesas, a los que nos acercamos a sellar la credencial.

          Y son las 11,09. Estos entretenimientos sociales y culturales sitúan de nuevo toda la caravana de la romería por delante. Pero sigo relajado, hablando con los lugareños, que se quejan de la sequía y de que “abajo en Los Arcos la cosecha ya se ha fastidiado y no tiene arreglo”  Sigue lloviendo de sirimiri de manera intermitente, probando mi paciencia y mi brazo izquierdo en las tareas repetitivas de defensa de la lluvia.
          Acelero el ritmo porque ya no puedo ir tan relajado. Y me reencuentro con parte del grupo. Aún me preguntan por el brazo, cuando a mí la que preocupa ahora es la pierna. 
Iglesia de Santa María
La iglesia de Los Arcos es una joya gigante
Iglesia de Santa María
Muchas catedrales no llegan a su altura y tamaño
           A las dos  entro en el Albergue Municipal de Los Arcos. Y tras la inscripción, reserva y pago, marcho veloz al pequeño ambulatorio local. Está cerrado. Contacto con la doctora desde la cabina telefónica con el emergencias 112. Me deja un cuarto de hora para comer algo y nos vemos en el despacho médico. Acordamos medidas para que los dolores musculares no quiebren del todo mi ambicioso objetivo.

          Gel de dexketoprofeno para masaje en la zona, venda gruesa y esparadrapo, que me aplico y coloco tras la ducha. Por la tarde parezco un desecho de alguna pobre guerra.  Debo descansar la pierna y al menos eliminar la etapa rompepiernas de mañana, bajando en coche a Logroño. Por ahí van los razonables consejos de la joven médico que comprende mi ansia peregrina tragamillas. Me dice que desde la capital riojana empieza una semillanura que castiga menos los tobillos y rodillas.

          La tarde, no exenta de amagos amenazantes y algunas gotas de lluvia, está entretenida. Un albergue casi completo, con una larga veintena de jóvenes ruidosos italianos,  no permite el descanso de una siesta tranquila para los cansados y dormilones, que no son pocos. Funciona a tope el lavado de ropa y el amplio cambio de impresiones con los universales compañeros del día.  También hay tiempo para callejear por el viejo pueblo y sorprendernos en su inmensa iglesia, tan repleta de espacio, arte y tesoros que parece caída del cielo, pero en lugar equivocado. Nos hace pensar cómo puede haber una “catedral” como ésta en un pequeño pueblo agrícola y vitivinícola.
         
          La cena con José Luis Basurto, mi alias Vitoria, en el elegante restaurante junto a la gasolinera resulta muy entretenida, escuchando sus aventuras riojanas de caza y pesca, no exentas del furtivismo que le dan la chispa.
   Entre las anécdotas a recordar del día, está la de la chica americana de Nueva York, con 14
 kilos de peso en su mochila, que me la enseña entera para que le aconseje eliminar prendas. Que duerme en la litera de encima de mí suena mejor que decir que duerme encima de mí. Otra, como el  mosen,  que lleva la farmacia y un mercado de prendas a cuestas. Le sugiero abandonar la mitad.
     
          Animoso y esperanzador me resulta el comentario médico de un joven italiano que quita importancia a mis cargas musculares, “porque el cuerpo es inteligente y sabe compensarlo”        

          En los albergues, a partir de las once, el silencio es una norma importante que se cumple. La muchachada italiana que peregrina hasta Burgos, amenaza noche ruidosa. Sin embargo, serán otros vecinos de poca edad, a juzgar por sus gritos, carcajadas y carreras, los que  encima de nuestro techo de madera alargan la fiesta hasta después de la medianoche.
 
          Y a las cinco, uno de nuestros joviales italianitos cae desde la litera de arriba al suelo. Grande y pesado cuerpo, a juzgar por el estruendo, pero nada grave, porque en seguida el silencio vuelve a reinar y sólo será levemente roto por algún pedo perdido y los habituales ronquidos y voces que surgen y se  van con distintos tonos por la gran sala durmiente y maloliente.


Domingo, 12 de mayo.

4ª ETAPA: LOS ARCOS – NAVARRETE

21 kms
       
          A las 6 empieza el movimiento en las literas. Marcha silencioso José Luis y me despide. Me resulta muy difícil, una mezcla de envidia e impotencia, ver prepararse a todos  y echarse a sus espaldas las mochilas. Desde el mirador de mi esquina, con el brazo derecho como almohada y los ojos enormemente abiertos voy despidiendo mentalmente a los peregrinos.

          A las 8, tras una eternidad de amanecer, mi cuerpo se marcha cojeando con su casa a cuestasmientras mi mente va rumiando sus dudas, pero empuja hacia adelante. Y las promesas y planes de ayer van siendo derrumbados por esa ansia peregrina de caminar, de sufrir, de hacer el camino. andando.
          Recortaré los subibajas de Viana, dejaré de ver las Torres del Río, atajaré por una casi nueva y llana carretera por la que vuelan los motores empujados por el alcohol de la noche sabadeña. Sólo cederé -también en mi mente algunas veces gana la prudencia- ante la insistencia de unos turistas canadienses, que me transportan hasta el centro de Logroño  al tiempo que les dirijo y hago de guía.

          El recorte, que no llega a los 10 kilómetros, unido a la distendida charla telefónica con mi esposa, a un desayuno adecuado y a una misa concurrida y muy religiosa en la Catedral de Santa María la Redonda, consiguen el suficiente alivio para mi cuerpo y la decisión clara para mi mente.

Catedral Santa María la Redonda en Logroño
          Aún callejeo a gusto por el Casco Antiguo, sello la credencial en la Policía Municipal y en la sacristía de la Parroquia de Santiago el Real, a las 12,15 y 12,27 horas. Vuelo muy relajado laprimera parte  de los 13 kilómetros que restan hasta Navarrete. Un rato acompañado unos tramos de calles por un experegrino de Galdakao, que con el mono encima al verme no puede evitar arrimarse. Después el largo paseo por el Parque de la Grajera, abarrotado de paseantes domingueros en una de las esperadas mañanas primaverales, me acerca a las puertas del objetivo de hoy sin sudar.Aunque el primer calor de esta aventura me invita a beber en algunas fuentes.

          Solo adelanto a cuatro junto a la Cascajera Riojana, cerca del final de etapa. Y aquí tomo nota de dos curiosidades, “No se vende leña”, anuncia un cartel poco habitual. Y la otra es que los peregrinos, con el  cascajo de la madera han colgado cientos, casi miles, de cruces entrelazadas en la valla que separa el camino de la carretera. Yo no me resisto. Y analizo el hecho como una e esporádica costumbre que necesitamos mostrar en el silencio en refrendo a los que nos han precedido.

          La etapa de hoy ha sido rara. La temperatura, sol y claridad del día ayudan. Pero las dos horas y media hasta la capital riojana son para mí un infierno. No sólo en mis piernas, arrastrándose por el asfalto, sino en la soledad alejado del grupo. Me siento desplazado y confundido y las dudas de abandono me invaden. Cargadas las pilas en Logroño, todo cambia.
        
          El albergue municipal de Navarrete está en el centro del pueblo, en un antiguo edificio recientemente restaurado y acondicionado en su interior. Sus 33 plazas, cocina y resto de instalaciones están impecables. Y para mayor alabanza, su estancia es gratis, aunque su hospitalero Kuki  en su charla de recepción por grupos, nos recomienda el donativo. Creo que es más efectivo dejar de contar rollos  y cobrar los 3 euros como donativo  para evitar un poco a Hacienda.
         
Fotografía del Albergue de Peregrinos de Navarrete
Albergue de Navarrete, en el centro del pueblo riojano
Son las 15,10 de un ya caluroso mediodía, que se nublará más tarde. De nuevo Vitoria  que me ha adelantado en dos horas y prepara una pasta de macarrones, mientras yo me acomodo y aplico una pomada anti-inflamatoria y una venda al abultado tobillo derecho.

          En dos horas quedan todas las plazas ocupadas, con mayoría de extranjeros. Dos jóvenes gallegos llegan de Logroño en su primera jornada totalmente rotos. Una pareja de simpáticosjubilados de Donosti, de 72 y 64 años, entran a medias. El dice y se le ve que va hecho un chaval. Y hasta nos reta si fuera solo, como si esto fuera una competición. Pero su esposa llega mal con una hipotermia de la que se  recuperará tras la tarde en cama.

          En los dormitorios varios duermen o descansan, en la cocina-sala tres jóvenes alemanas preparan su cena. Al hospitalero voluntario se le acumula el trabajo. Además de un exceso de celo en su labor humanitaria, le llega el relevo que le sustituirá la próxima quincena. Quiere explicar y controlar en exceso. Hasta se enfada un poco conmigo porque me permito sellar una credencial a un peregrino de paso para no hacerle esperar.

          Dedico más de tres horas de la larga tarde a visitar interesantes edificios y calles del centro, el humilde barrio alto antaño importante por su industria alfarera y cerámica, subo al parque de la colina para ver atardecer y divisar la comarca. El tobillo, curado otra vez con agua caliente y sal muera, gel y vendaje, aguanta casi bien el largo paseo cultural vespertino.

          Pero a los hospitaleros no les debe gustar para nada mi aspecto, porque insisten, hasta provocar un debate sobre el tema, para  que no salga mañana y me quede tranquilamente  descansando con ellos en este de verdad hospitalario y agradable albergue. La charla se prolonga entretenida hasta las once,  la hora límite para  dar paso al silencio de la noche. Aún dedico una hora para escribir estas líneas.        
            Es medianoche cuando en el tercer piso me espera la última litera vacía. Una joven rubia alemana duerme en el suelo, sobre su esterilla, para estar cerca de sus dos amigas. Un sir  inglés, según Kuki,  ronca junto a mi lecho. La ventana abalconada está entreabierta y la noche sabadeña nos envía  voces alegres y algún rugido de motores.
                       
Lunes, 13 mayo.

5ª ETAPA: NAVARRETE -  SANTO DOMINGO DE LA CALZADA

37,5 kms

       Mi primer sueño no llega a dos horas. Pero ha debido ser profundo y casi suficiente, porque son la 1,50 de la madrugada cuando ya me parece la hora de saltar de la cama. El reloj de la cercana monumental y parroquial torre anuncia las horas con el tañido bronceado de una excepcional campana. Y como con orgullo las repite. Pero cuando oyes las dos, las tres, las cuatro y las seis, todas por duplicado, puedes acabar echándole la culpa de que no te ha dejado dormir. Sin embargo, debo reconocer que mi insomnio es una constante habitual que se acentúa cuando salgo de la vida rutinaria cotidiana. Pero no es menos cierto que, si mi mente y mi cuerpo van ilusionados, pueden aguantar semanas con una media de cuatro horas durmiendo dentro de las seis de descanso tumbado en cama.
          Desayuno comunitario a partir de las 6,30. Otro buen detalle para recordar. Suenan las siete repetidas campanadas cuando dejo atrás la gran iglesia.

          Se repiten de nuevo las condolencias por mi brazo y tobillo, que hoy camina enfundado en una visible tobillera. Inicio muy suave la jornada para calentar adecuadamente. Avanzo cojeando a una media de unos 3 kms. hora. Me adelantan muchos, sugiriéndome que pare y descanse o que debo abandonar. Aún no.
         
          Una larga media hora dura de discusión enfrentada en mi mente entre el ego prudente y el impetuoso acaban en consenso. Calentados músculos y tendones, acelero a ritmo fuerte.      “Voy a aguantar así hasta Santo Domingo y allí decidiré. Pero si llego mal, tendré que  parar a descansar al menos un día”.   Esa es mi meditada decisión de ahora.

          A las 8,26 me desvío para entrar en Ventosa, conocer el pueblo y sellar. El albergue de San Saturnino lo regenta Acacio, conocido hospitalero porque ha sabido vender su imagen, También por su defensa del escritor brasileño Paolo Coello, que ha llevado a Brasil la fiebre de esta Ruta Cultural Europea. Como llevara Hemingway la fiesta pamplonica de los sanfermines mucho más allá de los Pirineos. Aunque, a diferencia del escritor americano nacido en 1898, el aspirante a Nóbel brasileiro es un farsante para demasiados.

          ¿Cómo se puede perder un peregrino, ya curtido en 170 kilómetros,  en una aldea de poco más de 100 habitantes?, Aquí me pasa como en Larrasoaña, que regalé una vuelta completa al pueblo para hablar con Zubiri. Pero con el agravante de que me marcho en dirección contraria. La soledad de caminantes y la carencia de flechas amarillas me mosquean. Un horticultor, al que asusto con mi pregunta desde lejos, me reconduce a mi gente.
  
Santa María Real de Najera, un reino en el año 1000
            Vuelvo a adelantar a los que me habían compadecido. Y a saludarles animoso con una aparente recuperación. Nájera, a las 10,15,  me recibe pletórico. Así que decido enviar mis anotaciones diarias a casa para que conozcan con detalle mis andanzas, ilusiones e infortunios. También facturo en Correos un paquete de prendas que aligeran mi mochila en 2,1 kilogramos. Zapatillas, paraguas plegable, pantalón largo, camisetas, calcetines, pañuelos y calzoncillos estaránen casa a las 13,30 previo pago de 5,60 euros. Este vez Correos de España me asombra.
         
            Tras la descarga, el preciso peso estatal apunta 6.910 gramos para mi mochila, bastón plegable incluido. Uno de los aciertos de esta larga peregrinación está en llevar el equipaje y peso mínimo imprescindible adecuado a cada persona. Una aceptable referencia a tener en cuenta  es no superar el diez por ciento, al menos en la mochila, del peso corporal del porteador. En mayo, en una prolongación del invierno que no esperanza mejoría, es muy arriesgado este objetivo. Mi cuerpo ha iniciado con 70 kilos. Y aunque en estas casi cinco duras jornadas  ya ha perdido alguno, voy a apostar fuerte y quedarme con el material que considero imprescindible.


PRENDAS Y PESOS DESDE NAJERA         
          
           Mochila   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   1.820 gramos
Capa de agua   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .       250
Chubasquero   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .        450
Saco de dormir   .   .   .   .   .   .   .   .   .     1.100
Dos polos m/corta   .   .   .   .   .   .   .   .       350
Tres pantalones (largo,corto y baño)   .        560
Calzoncillos y camiseta   .   .   .   .   .   .       180
Gorro de pana   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .      110
Pañuelo y calcetines   .   .   .   .   .   .   .   .     200
Forro polar fino   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .    300
Toalla   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .       320
Sandalias baño y descanso   .   .   .   .   .   .   330
Zapatillas fuertes   .   .   .   .   .   .   .   .   .     910
Botiquín y aseo   .   .   .   .   .   .   .   .   .       500
Bastón plegable aluminio   .   .   .   .   .   .    270
Jabón pastilla todouso   .   .   .   .   .   .   .      150
Linterna   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .    150
Documentación, diario y varios   .   .   .       650
Escayola y venda en brazo   .   .   .   .   .   .    400
                                                                                                            _______
Peso total, incluido vestido puesto,bastón y cérula   .    9,000 kilogramos

          Hoy hace calor. Visto prendas ligeras de verano que no superan los 2,5 kilos, incluidos los obligados complementos del bastón y la cartera de documentos en bandolera. Me queda una mochila ideal, que con frio y lluvia bajará de los seis.                            

          No llega el reloj a mediodía y el albergue najerino se abre a las dos de la tarde, como casi todos..Y ya hay varios esperando. En Turismo, además de sellar la credencial, me informan de los horarios de autobuses de Santo Domingo a Bilbao. Aún no lo tengo claro cómo llegaré.  
 
             La Calle Mayor  siempre fue el paso primitivo y a veces único de los pueblos. Por ello es necesario recorrerla para imaginarse el pasado a la vista de su arquitectura. Me entretengo en ella, también buscando el desayuno que me devolverá reforzado a mi principal trabajo de patear los
caminos.      
           A la entrada de Azofra adelanto otra vez a tres navarricos jóvenes, con los que vuelvo a hacer unas risas. Serán los que terminen de ocupar las 16 plazas de literas que tiene la señora María en el albergue parroquial.  Ya están aquí  los donostiarras Santiago y su esposa, que hoy va mejor. También el supuesto sir  inglés y otros conocidos de Navarrete. Para muchos, casi una mayoría, 22 kilómetros es una etapa normal. No será tan cómodo dormir en el pórtico de la iglesia para los que lleguen después de las 12,45 y no se atrevan a  continuar los 15,5 kms. hasta  La Calzada  con el sol que caliente que jode.

          “Adelante,  Patxi”, me animo a mi mismo. Me espera camino de tierra y polvo, largas rectas interminables, cosechas verdes con algún canal de regadío, en el que tengo que beber por haber reducido tanto el peso hasta eliminar el prudente medio kilo/litro de agua. Así son los diez solitarios kilómetros que me cansan hasta Cirueña. Otro trago en la fuente, la única muestra de vida que encuentro, y una manzana que queda como último alimento perdido en mi zurrón, me llevan a la Calzada del Santo Auxiliador de Peregrinos.

          Ayer, domingo 12, fue la fiesta del santo patrón. Antaño la celebraban para agasajar a los peregrinos que desde el siglo IX empezaron a dar vida a este lugar. Perdidos en el oscuro bosque de encinas, no encontraban el paso del río. Era un buen lugar para los asaltadores de caminos, los cacos habituales de aquella época. Tuvo que ser un eremita llamado Domingo quien arreglara aquel gran problema, dedicando su vida al socorro de los viajeros y a mejorar aquel paso.

          Hoy aún queda parte de la fiesta, en la que los peregrinos ya nada pintamos. A las 16,35 h. cuando entro en el Albergue, magnífico y singular edificio cerca de la Catedral, la “Cofradía de Santo Domingo de la Calzada” celebra en el salón principal un suculento banquete. Es la renovación anual del prior y calzan y visten de tiros largos. Allí no tienen acceso nuestras polvorientas zapatillas ni nuestras sudadas camisetas. Si el santo fraile llegara hoy, seguro que preferiría subir al desván a compartir camino con nosotros.

          Con todo, dada por justificada en parte la frialdad habitual de lo grande en tamaño, vaya mi agradecimiento a un albergue con muchos otros puntos a su favor. Excelente su céntrica situación, amplio número de plazas y gratuidad me gustan más que sus servicios complementarios y escaleras.

          La etapa de hoy, en su conjunto y a pesar del calor, ha sido mejor de lo que ayer hubiera firmado como aceptable. He ingerido casi suficiente agua con vitaminas energéticas, pero el alimento sólido  ha sido muy escaso. Gran error el mío caminar más de nueve horas con sólo un tentempié a media mañana. Al final la preocupación no estaba en la tendinitis sino en la pájara  que ya me estaba avisando.

          Es bueno recordar aquí uno de tantos sabios consejos que varios me han dado y que tanto incumplo. Beber y comer antes de tener sed y hambre. Varias veces y poco copiosas. Alimento sólido cada dos o tres horas como máximo. Y agua más frecuente.

          Por precaución, tras acomodarme en el albergue  “del suculento banquete” y alimentarme en un humilde bareto , acudo al centro médico del pueblo. No me ven mal ni me va a acusar mayorproblema grave. Si he notado mejoría es porque el roce que efectúa el tendón ya va remitiendo. Me proveen de más medicación en forma de pastillas contra la inflamación y el dolor, similares a lossobres que vengo tomando desde Los Arcos. Diclofenaco  Normon.  Así que puedo seguir haciendo etapas y el propio tendón me dirá lo que puedo continuar. A veces lo mejor es escuchar al médico lo que deseas oír, aunque no resulte del todo cierto. También dice que conviene que siga tomando los anti-inflamatorios. Y la tobillera no viene mal, aunque tampoco sirve de mucho, según indica con gesto de hombros el joven médico de guardia. Al menos el chaval me parece simpático.

          De 5 a 7 la fiesta está en la plaza de toros. Así que el Parador me parece un buen lugar para descansar sentado, oyendo música clásica y escribiendo mis andanzas. Desde esta cómoda butaca no es imaginable que a pocos metros hay juerga española, con alcohol, cigarros puros, música y sangre de toro en la arena.

Foto general del "Parador de Santo Domingo de la Calzada"
Santo Domingo de la Calzada
      A la noche queda la mayor fiesta. Y delante de nuestro albergue la peña “El Salero” prepara cena popular gratuita. No veo sandalias de peregrinos en su interminable cola, pero consigo introducirme invitado quizás por deferencia o lástima. Prefiero no preguntarlo y la respuesta me llega sola.  Me cuelan para cotillear.

         Ya metido en el tinglado popular, que yo también me lo he buscado, consigo la buena atención de un peñista que se esfuerza en responder a mis preguntas. Tiene que ir a  buscar las respuestas -no sé si por ello más válidas- a alguno más enterado.    160  cántaras  de  vino,  que  hacen  2.560    litros  y  280  kilos  de  champiñones.” .  Eso es lo que hemos tragado los 3.500 devoradores que rondamos por esta plaza. Un buen aperitivo para empezar la cena de una larga noche.

          Y entre pregunta, pincho de champi  y trago, me culturizo un poco más de la vida y milagros del Santo. La sobremesa  es prudente. La noche ruidosa está en la feria, tres calles más arriba. A las 12 duermo sobre mi litera.  Nunca sabré si han sido los tragos del porrón y la caña de vino de la otra media cena o el cansancio acumulado los que me han propiciado un feliz sueño de más de cinco horas. Y por qué no la suma de ambos.   

Martes, 14 de mayo.

6ª ETAPA  :  SANTO DOMINGO DE LA CALZADA -  SAN JUAN DE ORTEGA

48,5 kms

          Salto de la cama a las 6 h. Y del albergue a las 6,50.

El puente de la Calzada fue un gran avance para los peregrinos medievales
          La foto del largo puente me retratará 14 de los 16 ojos. Y si medimos estas obras por sus ojos, arcos o agujeros, éste puede ser el segundo, al menos del Camino Francés en España. Del primero, el más largo y quizás conocido, escribiré algún día si llego a Puente de Orbigo, a 288,5 kilómetros de aquí.

          Una gran cruz de madera al entrar en tierras de Grañón nos recuerda algún armisticio que firmaron calzadeños y grañoneses tras luchas sangrientas por un pedazo de tierra.         

          Cuando llevo hora y media caminando en ayunas, me acerco al albergue parroquial de Grañón, al que me introduzco por el camino menos conocido, por la planta interior y el coro de la iglesia. Recuerdo el lugar desde una anterior excursión laboral. Quiero conocer y saludar a otro monstruo  del Camino, Don José Ignacio, el cura párroco de este pequeño pero muy antiguo pueblo.

          Desayuno y charla inolvidable. Dicen que no tienen sello. Y no sellan la credencial. Pero ofrecen su desayuno. Así es su peculiaridad.  Y al caminante que viene hambriento de Calzada es como abrirle la puerta del cielo. Copioso en alimento, cariñoso en el trato, interesante en la conversación de lo divino y de lo humano. No pasaré por alto sus nombres y alguna de sus “virtudes”.  El hospitalero Jorge es un gaditano con la alegría y desparpajo andaluz que te hace reír. José Ignacio, observador, humilde e irónico, es un libro de sabiduría, que sabe escuchar y rebatir. Es actualmente coordinador de una de las asociaciones importantes de hospitaleros voluntarios, pero rehuye hablar de su dilatada experiencia en el tema. Sibili, la alemana que se prepara para hospitalera, demuestra una vasta cultura, profana y religiosa, con buen dominio del castellano.
          Una anécdota inusual pone en nuestros rostros el gesto de la extrañeza. Una jarra mal fregada hace que el café mantenga un pequeño sabor a jabón.

          Saliendo a las 9,15  llego  a Redecilla del Camino a las 10.  Me llaman y saludan desde un coche el cura y la alemana, que van a Tardajos a controlar las obras del nuevo albergue en construcción.

          En Redecilla hay una iglesia barroca, antigua colegiata, que aún mantiene sus seis altares laterales con todo su arte. Pero la joya que no nos debemos privar de ver es su pila bautismal del s. XII, románica y mozárabe. Hace unos 30 años, al cambiarla unos metros de lugar, en lo que pretendía ser una restauración, se rompió un poco. Una pena, que no desmerece a la pieza y que sólo  detectan los meticulosos y preguntones como este visitante.

          Maite, joven y guapa lugareña, parece la todoterreno del municipio en esta época. Limpia y cuida el albergue, reparte credenciales de las que hay escasez o carencia en la ruta,  hace  de guía turística y derrocha un montón de simpatía y amabilidad.

Paso por Castildelgado a las 10,35 h.
          En Castildelgado atravieso el pequeño río por la quincena de pivotes redondos de cemento situados casi a ras del agua. Y saco una foto al puente de piedra de tres ojos por el que pasan los vehículos rompiendo el silencio.

          Adelanto por tercera vez a una italiana de Brescia, solitaria, con su simpatía y su pelo blanco, mochila y 60 años a la espalda. Parece que hoy vamos a vernos más veces, porque su menor ritmo me alcanza en mis numerosas paradas
       
          Todos los pueblos de esta primera ruta burgalesa tienen su fuente en la plaza, por lo que me ahorro un peso en el macuto.  Claro que no todos los cuerpos están educados e inmunizados para beber de cualquier chorro. El mío sólo recuerda algún problema con líquidos muy fríos en horas de digestión . El agua es fresca, corriente, abundante y exquisita. Las iglesias están cerradas. Las casas también. No como antaño, no tan lejos en el tiempo, sólo hace unos treinta o cuarenta, cuando los pueblos y el agro español estaban vivos. Aunque ya se vislumbraba su lenta agonía  por culpa de una industria centralizadora y absorbente.

          Hablo con toda la poca gente indígena que pillo a mi paso. A veces, sin parar, un saludo, dos frases, una de pregunta y otra de ánimo o agradecimiento, para no despistarles en su tarea de huerta.

          Viloria de Rioja se anuncia como “Cuna de Santo Domingo de la Calzada”. Después leo “Calle Bajera” y me veo en lo alto de un cerro.  Así que ironizo en mis pensamientos con las dos leyendas. Y no me corto en preguntarle al paisano que, inclinado en su huerta con un azada, mima   cosecha.
Buenos  dias,  señor. . .    ¿Eso   de  calle  Bajera  es  verdad?
Claro  que  sí.  Que  hay  sitio  más  alto  en  el  pueblo.
Como  lo  de  Rioja  no  me  parece  del  todo  verdad  . . .
Qué va,  qué va . . .  las  calles  están  bien.  La  de  la  iglesia  es  la  alta.

          Pero no me dice por qué este pueblo burgalés se apellida “de Rioja”. Y la única calle no tiene ni un tres por ciento de desnivel para “subir” a la iglesia, pero así con dos nombres tan castellanos parece que se entienden mejor. Delante de su aparente humilde parroquia copio el texto de una placa junto a la fuente.

          “En esta villa nació Domingo García, Santo Domingo de la Calzada. Frente a la Iglesia está la casa donde  nació en 1019. Y dentro la pila donde fue bautizado. Después de dedicar su vida y sus bienes a los peregrinos , murió el 12-5-1109 a los 90 años”

          Veinte minutos me entretiene este lugar. Bebo de la fuente de chupete y orino en una pared tras levantar la pata izquierda de mi pantalón corto sin bragueta, como hacía de chaval.

465h . “Avanti Brescia, buen camino, que ya me has vuelto a adelantar.” Voy muy bien con la tendinitis y mejor con el ánimo. El día, con sol y nubes y una agradable brisa, invita a la marcha. Pero esto huele a lluvia para la tarde.

          En Villamayor del Río ni siquiera me quedan dudas.  Este es otro de los pueblos “de las tres mentiras”. Ni villa, ni mayor ni río a la vista. Como Santillana del Mar o Villanueva de las Puertas Ni siquiera un alma a quien preguntar lo que no ven mis ojos. Aunque, vayan mis disculpas a los nativos de estos tres lugares, porque seguro que sus antecesores tuvieron sus razones para bautizarles con tal amplitud de datos.

          A la entrada de Belorado hay que atravesar la peligrosa carretera N120. Una señal de tráfico con “Ud. no tiene preferencia” es muy de agradecer para los que leemos el castellano. A las 13,10 la  suiza Hanna me sella y me sonríe simpática en el Refugio Parroquial. Los helvéticos, según  ella, son tímidos por naturaleza pero muy cariñosos. Yo no los vi así en mis vacaciones por aquel país diferente. 

          La plaza de este municipio, al que la industria peletera ha dado nombre y vida estas últimas décadas, es el centro geográfico y comercial. Ha llegado el relevo generacional y sexual a la sucursal del BBVA, que es atendida por dos jóvenes señoritas.

          En Tosantos me saluda un gallo ruidoso mientras las gallinas me ignoran desde su picoteo en el suelo. Dos perros tumbados al sol ni se molestan. Un letrero, de pintada barata  pero providencial, anuncia  la fuente. Un edificio pequeño en construcción en el centro rompe la arquitectura rural. Habrá que perdonarle la osadía porque es el nuevo albergue, en el que  dicen que se quedará la germana Sibili. Nadie al alcance de mi vista. Ni los albañiles de la obra. Son las l4,35 y habrán ido a comer a pueblo con restaurante.

          Medio litro de agua, vitaminada con mis pastillas, en la fuente de piedra, y a caminar hasta Villafranca, que allí hay comida. Y al de 200 metros tengo que retroceder a por el bastón, que se me queda  pegado  a la fuente. Tampoco encuentro el camino bueno que pasa por Villambistia. Y me echo a la carretera. Los camioneros vienen en fila recién comidos en El Pájaro, a donde suspiro hambriento por llegar a tiempo. Casi me despiden de su pista con el rebufo. Cuatro kilómetros así se convierten  en una peligrosa eternidad.

          Escapo del peligro entrando en Espinosa del Camino. Y desde aquí otros tres kilómetros me separan del restaurante deseado. Este tramo ya lo hice andando con Zigor un sábado 27 de mayo del 2000, año que alcanzó la meta compostelana el martes 13  de junio.

          Llego con la cocina y el comedor cerrados a pesar del acelerón  para no superar las 4 de la tarde. Menos mal que una cazuela de ternera estofada de la barra, regada con una caña de vino, devorada en 15 minutos, me da más fuerzas que las espinacas a Popeye Y hasta me permite pasarme de largo, casi con chulería, del albergue que sigue tan destartalado como hace dos años.

        Subo a las alturas de los Montes de Oca como una centella. Un monumento reciclado en plena planicie montañosa dice: “Tu muerte no fue inútil. Inútil fue tu fusilamiento. 1936”. Y lo acompaña la paloma que ahora simboliza la paz. No puedo evitar unos minutos de meditación sobre aquella tragedia absurda entre hermanos. Y me pregunto cuando nos perdonaremos de verdad aquellas y otras ofensas.

          Se hace largo y pesado el último tramo, cuando aprieta el calor. No me extraña que estas alturas de espeso bosque fueran otro de los buenos escondites para que los bandoleros medievales  atacaran e incordiaran a los agotados caminantes. Varios peregrinos de hoy están tumbados, descansando de la caminata, probablemente hambrientos o sedientos. Poco puedo auxiliarles, cuando mis fuerzas también anuncian su final. Las ráfagas de viento de frente alivian lo que un abanico en la tarde agosteña  de sol y toros.

En la fuente de San Juan de Ortega
          Doce horas  de etapa  y 48, 5 kms. Porque a las 18,50  me han retratado llegando a la fuente de San Juan de Ortega, los dos australianos que me han acompañado los últimos metros. Sin descansar visito la basílica y tumba del santo arquitecto, que ya me son familiares. Tengo que anteponer la búsqueda de cama y ducha de agua helada a la misa de las siete y posterior cena de las sopas de  ajo,  que ya marcan historia en este solitario lugar, alejado del mundanal ruido.

          Vitoria  ya esta aquí.  Antonio Sorrouille, jubilado de Basauri de 72 años, llega detrás y ocupa una de las últimas literas. Me parece otro monstruo andando.

          Lavar calcetines, descansar, escribir y cenar ya no me dejan minutos para dialogar con  alguno del casi centenar de peregrinos que pernoctan en este emblemático rincón.  Aquí, como en Rioja, otro hombre santo, discípulo de aquel Domingo García, construyó este refugio  para los cansados y vilipendiados trotamundos.  Y el lugar, que aún se libra del asedio del modernismo,  lleva el nombre de su benemérito creador, San Juan de Ortega.

          Los últimos deberes de este larga y dura jornada son las llamadas telefónicas a mi esposa e hijo. Cortas y cada dos días, con una comunicación imprescindible para que la sensibilidad no no se emocione.  A Dulce le grabo el mensaje, porque no está después de tres intentos para oír su voz.

          Mensaje  del  Peregrino:  Dos  primeros  dias  con  lluvia  y  barro  a  tope.  Un  calvario. Cuatro  siguientes  buenos  para  andar.  He dormido  en  Pamplona,  Estella,  Los   Arcos,  Navarrete  y  Santo  Domingo.  Y  hoy  lo  hago  en  San  Juan  de  Ortega.  Esto  engancha.   Del  brazo  y  las  ampollas  voy  fenomenal.  Sólo  una  pequeña  tendinitis  me  hace  sufri r  un  poco  desde  Puentelarreina.  Mucho  peregrino  extranjero.  Voy  sólo  porque  no  coincide  nadie  con  mi  ritmo.  Pero  hablo  con  todos.  Mañana  a  Burgos.  Un  beso  a  todos.
            Tampoco hay que preocupar a los de casa. ¿Voy Bien?.

Miércoles, 15 de mayo.

7ª ETAPA: SAN JUAN DE ORTEGA -  TARDAJOS

34,5 kms.
    
          Este bonito y religioso lugar no nos facilita el desayuno. Al menos, a las 6,50 la taberna está muy cerrada. Hay que pasar por Ages y llegar a Atapuerca, donde varios mesones se anuncian con desayunos. ¡Otros mentirosos! Cerrados a las 8,50, a qué hora piensan alimentar a los que venimos vacíos y hambrientos de los montes de Oca?

          Sólo Las Cuevas, al final del pueblo y a la derecha casi escondido y poco anunciado, nos prepara algo, pero no de cocina “porque está sólo”. Una hora me entretengo con el primer alimento y charlando con los paisanos lugareños que apuran y me invitan a una copa de orujo mañanero. Vaya fiasco este pueblo que tiene cerrados los mesones para los peregrinos, aunque cuente con los mejores yacimientos arqueológicos de Europa... o del mundo, que presumen los secantes de orujo.

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Excavaxion de Atapuerca
           En Atapuerca se inicia la subida a una colina desde donde en seguida se avista la Burgos.  Unos minutos de charla con una canadiense que vive en Whasington. Camino oyendo tres diferentes melodías. El grillar o canto del grillo, el trinar de los pajarillos y la más moderna y agresiva del escopetear lejano de algún tiro al plato. Porque hoy, San Isidro Labrador, es fiesta grande en Madrid y en muchos pueblos de la España rural.
Panorámica de la Sierra de Atapuerca rodeada de trigales.
Sierra de Atapuerca, rodeada de trigales
                  Atravesada la colina se baja a la llanura, donde se bifurca el camino. Elijo la ruta de Castañares, en lugar de Cardeñuela, porque a vista de caminante, la urbe me parece más cercana. Todavía se repetirán los letreros para escoger. Castañares a  la derecha, Orbaneja a la izquierda.

          El cielo se ha nublado y el viento suave quema la piel, pero en principio se agradece. Los grillos siguen poniendo la música en la verde alfombra que nos lleva a la histórica capital castellana. El cercado de una plataforma nos obliga a hacer un quiebro por su esquina y doblarla en ángulo recto. Una vieja valla metálica de un metro, unas puertas casi oxidadas y un letrero con anuncio de peligros y males si se entra. Al pronto, tras el barbecho inmenso envuelto en el cercado, veo un avioneta.

          Estoy en el aeródromo de Villafría. Aquí hizo la mili mi hermano mayor, Ignacio, allá por 1956. Y pasa por mi mente su difícil y corta vida, tan poco agradecida. Y pienso, mientras voy pegado a la interminable alambrada, en las retorcidas mentes humanas tan cercanas a las guerras, por preparación o por acción, por defensa o ataque         

          En Castañares también hay fuente de piedra para mi avituallamiento.  Australianos y canadienses son mis últimos interlocutores hasta que doy con un grupo de gallegos de Orense, cuya peregrinación está en las antípodas de la mía. Coches de apoyo, etapas cortas, pernoctar en hoteles ya reservados, grupo amplio con cachondeo incluido, veteranos de la ruta y acaban en Burgos. Aquí caben casi todos los planes, por lo que también les admiro. Y les acompaño encantado  en la calurosa y siempre desagradable entrada  a las urbes con periferia industrial y barriadas saturadas de bolsillos humildes.

El río Arlanzón en Burgos
          A la vista del Arlanzón me descuelgo y zapatilleo su ribera río abajo en tres kilómetros. La sombra intermitente, la humedad y el mullido césped, me llevan hasta el puente de Santa María, a tiro de piedra de la catedral.


         Unos chavales enzarzados en los cotilleos del fútbol me informan del final de temporada de la “Liga de las Estrellas”. Valencia, Coruña, Madrid, Barcelona, Betis, Celta., Alavés, Athletic... Ganó el Alavés al Osasuna en El Sadar, como vaticinó el camarero de la humilde fonda pamplonesa.  También el Athletic en Tenerife, con lo que los dos rivales canarios y el Zaragoza bajan a“segunda”.
    
           A las 14,20 es buena hora para comer un ligero menú del día enfrente de la catedral, charlar y escribir un poco y partir a las 15,45, sin saludar al “papamoscas” porque no abren las puertas hasta las cuatro.  

papamoscas
El papamoscas de la Catedral de Burgos
          El albergue de Burgos está en el parque del Parral, cerca del monasterio de Las Huelgas. Son unos barracones de reciente instalación y agradable aspecto, con un aire informal de camping. María, la brasileña cincuentona de voluminosas y curvadas carnes que manda allí, se hace notar. Con el sellado reparte dos besos a cada peregrino. No le pregunto si las féminas participan del mismo reparto. Pero tras charla distendida y picantona me plasma dos más de regalo y un apretón que casi me ahoga con sus grandes tetas.

          La salida hacia Villalvilla tiene de todo. Bien, muy bien al principio, a pesar de que el calor aprieta y hay que calarse bien el sombrero y protegerse los ojos y la sed.  Al llegar a la dos veces villa me agrada oír el largo repique de campanas que anuncia algo importante. Recordando la película “Bienvenido Misther Marsall”, sueño con ser el peregrino un  millón   y que el largo tañido campanil  es sólo el principio de la fiesta recibimiento que me preparan. Pero, como las cañas se tornaran en lanzas en el cuento cervantino o el espejismo te la juega cuando el cansancio te empieza  a ganar la partida, aquí cambia en breves minutos mi suerte.

          Se apaga la voz anunciadora de la festividad sanisidril y no me llegan los agasajos, sino la dolorosa tendinitis que llevo como olvidada. Y con ella un inmediato cansancio y agotamiento que me obliga a decidir poner punto final a la etapa del día. Un ángel de la guarda, con forma de muchacha de 26 años y de nombre Clara, me cruza en bici  jugueteando con su perro Lanas. Me saluda y pregunta cariñosa por mi brazo y cojera. Y me contesta, después de mi agónica demanda de un humilde catre, que “aquí no hay albergue ni lugar para dormir”.

                     Cuando el cuerpo entra en un bache profundo, imprevisto e insospechado, y otro cuerpo con cara y voz agradable te dice una mentira no intencionada, no quedan reflejos en la mente para comprobar la pequeña pero suficiente guía que llevas en tu bandolera. Y ésa sí dice verdad, porque en Villalvilla hay albergue, aunque sea muy pequeño y no está bien anunciado.

          La chica es buena. Ofrece y trae agua al sediento y agotado cuerpo, que sigue caminando tortuosamente. Y le da conversación y ánimos. Y su compañía durante más de cuarenta minutos hasta avistar Tardajos, que allí la guía y ella dicen que sí hay cama para dormir.

          Resulta agradable y muy entretenida su conversación. Abierta, despierta e interesada en nuestro profundo y casi extraño mundo, camina junto a mí acompañada de su vieja bici y su fiel perro. El ángel de la guarda me ha sacado del bache y reaviva mi cuerpo y mi mente. Su pequeña blusa dejando asomada al sol una envidiable desnudez despierta algún pensamiento otrora pecaminoso en mi obligada abstinencia sexual. Pero mis principios me hacen despedirla mostrando verbalmente mi agradecimiento y aconsejándola paternalmente que peregrine algún día a Compostela. Y mi mente prohibe a mis ojos volver la mirada para verla alejarse con su belleza.

          A las 18,50, llegando cojo pero victorioso al albergue de Tardajos, me sorprenden dos efusivos y lejanos saludos a voz en grito por mi nombre.

Tardajos
           Antonio, el de Basauri, ya está descansando sentado en un banco del pueblo de setecientas almas. El otro saludo viene de uno de los pícaros  del camino, vividores a cuenta ajena, que se me pega al llegar y que muy pronto rehuyo a la vista de su esquizofrenia , mezcla de jeta y realidad. A su lado Vitoria, que me ha vuelto a adelantar.

          Más tarde, casi al anochecer, María Victoria la hospitalera titular llega de viaje. Con mucha educación y suficientes razones que él no niega le manda para Villalvilla, porque aquí ya estuvo la semana pasada y varias más. Parece ser el vivillo  que pasa temporadas en el camino, sin dinero, mochila ni esfuerzo, arrimándose a los más fáciles y desprendidos.

          Otro día que llego el último. Hago el número 12  y sólo quedan 4 literas vacías. Un bocata de sardinas y fruta, no sólo me sirven para cenar, sino que además me proporcionan dos historietas para anotar
.
          La primera es la tendera de la panadería, Sara, una niña de 9 años, la hija de la panadera, que dice lleva allí toda la tarde jugando con las amigas en la calle  y atendiendo sola el negocio. Consigue encontrar las sardinas tras larga búsqueda. Y para saber el precio se sube a una silla y lee muy despacio la lista de precios manuscrita. Sólo se lía con la calculadora y la suma, donde la ayudo un poco.
                                    
          A unos cientos de metros, en el supermercado grande ,  después de las 9 de la noche, veo  que las compradoras del pueblo no pagan. “Apunta” es su moneda verbal. Y viene la costumbre, según me cuenta la dueña, hija y nieta de tenderos, desde hace muchas décadas, cuando todo el pueblo compraba a crédito y pagaba tras la venta del trigo.

          Tardajos, aunque venido a menos como no se encuentra excepción en el campo, me dicen que “últimamente se mantiene gracias a que en la carretera general se han puesto algunos restaurantes y farmacia”


Jueves, 16 de mayo.

8ª ETAPA:  TARDAJOS – CASTROJERIZ

30 kms
        
           Nada especial me levanta a las 4,30, para estar caminando a las 5 y de noche. Sólo mi frágilsueño, que lleva a mi mente a querer realizar más difíciles objetivos. Me tengo que demostrar que ya estoy recuperado del palizón  de ayer. Así que, como ya me basta con lo que he descansado y dormido, a caminar una hora y media nocturna. Y hasta me encuentro otra razón  para ello. Que no me pille demasiado el calor seco y abrasante de Castilla.

File:Rabé 153.jpg
Rabé de las Calzadas
           Carretera general. Sólo la luz de los camiones que embisten de frente y las estrellas que parpadean como saludándome desde su camino de Compostela. Al poco,  el desvío a Rabé de las Calzadas me pone en duda. Me la juego por él sólo porque me suena que es punto de paso de mi ruta. ¡Pero si no he hecho más que dar la vuelta al pueblo!  Y por el recorrido más largo para propinarme unos tres kilómetros más.

          Camino despacio y seguro por el asfalto de una estrecha carretera. Para calentar los músculos y tendones. Empujando más desde la mente que desde la técnica a mis dolientes tobillos y rodillas. ¿Hasta donde llegará este peregrino herido? Cojo, manco, cargado y en la oscuridad, sueña con el abrazo al Santo Apóstol.

          A las 5,30, a la luz de la primera bombilla de Rabé, me da el apretón. Así de repente. Recostado al pie de la farola, sin doblar las rodillas, con el cuerpo arqueado a la contra y sin quitarme la mochila, consigo evacuar mi carga sobrante. Por muy poco no me salpica y me pone perdido. La limpieza resulta otro equilibrio casi circense. Me consuelo pensando cómo lo harán  los profesionales  que entretienen a las muchedumbres en lugares difíciles. Yo, al menos no tengo espectadores ¡Calla, peregrino!. El único coche que voy a cruzar en más de cuatro horas me pilla cagando.  Aunque, confundido con mi difícil postura, puede contar que ha visto a un peregrino escayolado y con los pantalones caídos intentando arrancar una farola para cargársela al hombro derecho.

          Que conste que desde Roncesvalles, nueve días atrás, es la primera al aire libre. Porque aquí los cuerpos olvidan sus costumbres internas y su regularidad.

          Maravilla me suena la música del carrillón  de la iglesia a las seis en punto y en sus cuartos anterior y posterior.  Aún no canta el gallo, pero sí el coro de las pequeñas aves del campo y los trigales. El cuco, la perdiz y la codorniz destacan en mis oídos. Son las 6,30 cuando un letrero anuncia a mi derecha la fuente de Proaduero. Y empieza a amanecer. Su desperezar durará casi una hora. A las 7 en lo alto de la planicie castellana diviso Hornillos del Camino. Está en un vacío  que la creación parece que situó especial para un pueblo.

          Espero para que me alcancen los dos primeros. Alemanes de 65 y 67 años, han dormido en Rabé. Salieron ayer de Burgos y su objetivo de este año es Ponferrada. El resto del territorio ibérico en las etapas hechas hace dos años y en las futuras del próximo. Les abandono media hora después, cuando vuelve el asfalto. Al paso por Hornillos busco con la mirada a algún indígena madrugador. Saludo inútilmente a la viejecita sorda que barre con esmero su pedacito de escalera.
       
          Al salir del agujero para ascender de nuevo a los 800 metros , las ruidosas campanadas de las ocho parece que llaman a la oración al desierto. Con sólo unos bocados de chocolate y una manzana por desayuno, pero con los músculos y tendones calientes, subo muy a gusto la cuesta, dejando atrás a otras teutonas de unos 50.  Parece que estamos en Germania. Hasta ahora en mis contactos con los caminantes predominan los alemanes. Le siguen franceses, australianos y canadienses. También la siguiente solitaria y joven moza, que repone fuerzas sentada en el verde suelo, me confirma su paisanaje con los anteriores, sus 32 años y que va sola, valiente ella, a Compostela. Hay que agradecer a estos cuadrados  del  norte su educación, seriedad y aparente religiosidad. Y su esfuerzo por entenderte y responder en castellano, al menos a este charlatán que no quiere perderse detalle ni respuesta.
          
Albergue San Bol
            En un cruce de caminos se anuncia a la izquierda, a 90 metros,  el albergue de San Bol, antiguamente hospital con  arroyo al lado. Es lo que en mi síntesis de guía se anuncia como Arroyo Sambol, con 288, 5 kms. atrás y 460,5 que me están esperando. Lo regenta Oto,  alemán de unos cuarenta y de muy buen ver y modales, que encuentro dedicado a la lectura. Hay 12 camas, capilla, y bebidas en un local moderno, reducido y singular que no desmerece en el jacobeo. Su sello en rojo me lo grabo a las 9.
                  
           Otra vez me alcanza Vitoria.  Intento mantener su fuerte ritmo unos kilómetros. No puedo. Mi tobillo se queja.  Quedamos para desayunar en Hontanas y me deja atrás, sin perrderle de vista.                                                                             
  Victorino es otro histórico conocido, discutible y discutido. Dicen que su tasca nunca ha conocido el orden ni la limpieza. Su persona es igual. Pero está muy bien situado. Es como el control de avituallamiento obligado en una etapa sin recursos. Un oasis de alimento en el desierto. Me gusta porque me imagino estar en la posada pícara castellana de hace cuatro siglos. El ventero controla el negocio. El dinero, las mujeres y el trago descarado parecen su doctorado. Lo demás que espere. A pesar de la espera, comemos con apetito unos huevos fritos, tan churruscados y estrellados que no sabemos cuantos hay en  cada plato. También los mojamos con la botella de tres cuartos de tintorro barato de garrafón que nos sabe a teta de novicia. Los 5,50 euros y la habilidad para forzar  la propina, con la disculpa de no tener cambios, lo confirman como un sagaz financiero. 

           Despido a José Luis, que marcha como un rayo hasta donde llegue. Yo aún me quedo un rato observando y estudiando los comportamientos humanos. Las mochilas tienen que quedar fuera. Es el reclamo hábil del tabernero.

          Juan, un labrador del pueblo, es mi próximo contacto. Me informa del 2-1 del Real Madrid, campeón de copa ayer. ¡Y me increpa para que afirme mi españolidad!  “Porque jugando España tenemos que animarlo todos los españoles”. Parece que me lo suelta con intención, tras enterarse que soy vasco. Como él no tiene ninguna prisa también me recrimina que “no tenemos que ir corriendo. ” También me sorprende al presumir de su trabajo de agricultor “el mejor trabajo del mundo porque a nosotros no nos manda nadie y hoy las máquinas lo hace todo” - “¡Hasta luego, Juan!... que el sol empieza a calentar y me queda mucho camino” Le tengo que dejar con la palabra en la boca. No tiene prisa, no, el muy enterado.

          El sol no calienta, empieza a abrasar en los diez kilómetros que quedan a Castrojeriz. Los últimos por un asfalto que quema.  Son impresionantes las ruinas del Convento de San Antón, otra joya medieval condenada a desaparecer. Con la carretera por el centro del conjunto, sólo le falta la placa con el nombre del mentecato político que autorizara semejante atentado a la cultura.    
         
          A las 12, 45 sello en la gran colegiata de Castrojeriz, Santa María del Manzano.. Albergues cerrados. Ahora sí que fastidia la espera. Hasta las l4 h. no se abre el de San Esteban, arriba del pueblo. Llego el 2º. Parece una costumbre respetada el orden de llegada para inscribirse y escoger litera. Uno de los tres hospitaleros del día,  el mallorquín Pedro, me da soluciones para la tendinitis. Dice que es más sicológica que física y que hay que superarla con el espíritu fuerte y con hielo. Dice haber corrido tres marathones y no deja de hacer ejercicios físicos de estiramientos mientras hablamos, contagiándome a realizar alguna de sus relajaciones. Tumbado en el caliente embaldosado suelo y con los pies elevados hasta 40 centímetros de la barandilla de hierro, relajo mi cansancio mientras la sangre recorre mi circuito corporal sin atascos.

          Santiago, un argentino bien constituido y con elegante y arreglada barba, parece el titular. Otra catalana, Silvia, de frágil estructura física y de inmensa cordialidad, está en prácticas. Porque  también estos abnegados voluntarios tienen su carrera, sus promociones y sus becarios.          

          Son las 12,50 h. “Parroquia de San Esteban. Pedredo. Diócesis de Astorga”. Es un albergue limpio, cómodo, nuevo, bien situado, ubicado en una de las plantas de uno de los muchos edificios medievales de esta histórica villa de nobles castellanos. La rehabilitación de la planta baja para centro de jubilados y la alta para peregrinos parece de reciente factoría y acertado diseño. 

          Inscripción y pago “voluntario” de 3 E, elección de cama, ducha, cura de pies,  hielo para el tobillo derecho, es la ceremonia obligada a partir del umbral hogareño. Aunque para mi, el de hoy constituye una desconocida novedad, propiciada por el calor y la prudencia. ¡Terminar a las 12,50!
      
           De 4 a 6 escribo estas líneas a la sombra de un sol de justicia de Castilla. El apretado vendaje del tobillo y la cojera consecuente no me impiden recorrer durante otras dos horas los restos monumentales de lo que fuera una importante capital de zona y plaza favorecida por condes castellanos.

          Entre los peregrinos de hoy, quizás el “monumento” más comentado es el albergue de Resti, por la personalidad de su titular, veteranía y actuaciones contundentes. Tengo la suerte de poder charlar un rato con él en el banco de piedra de su calle medieval, que tantas batallas  habrá oído contar. Como despedida, me invita a ver el portal y recibidor de su “santuario”, atendido por cariñosas brasileñas.

          Hoy los restaurantes parecen haber tomado el relevo a sus iglesias, conventos y hospitales. Han conseguido con una acertada rehabilitación, que disfrutemos de las cuadras del pasado. Coincido en la cena con un funcionario de Bilbao, peregrino muy alejado de mis objetivos y sacrificios. Ya me ha mosqueado horas antes, colándose al escoger la cama. Mi humilde cena es la anunciada por 6 euros. La suya es a la carta. Lleva andando sólo un día y no piensa llegar lejos, a unos 20 o 25 kms. por etapa, Me parece más un “dominguero” de los que contará una gran novela a sus compañeros de oficina. Me despido deseándole “buen camino” por liturgia. Porque el puro y el orujo que exige con prepotencia a la camarera, colman mi vergüenza.


Viernes, 17 de mayo.

9ª ETAPA: CASTROJERIZ – CARRION DE LOS CONDES

47 kms

          Empieza a amanecer a las 6. Voy al retrete para no repetir la de ayer en la farola de Rabé. No hay papel. Ya  no puedo dar un “sobresaliente” a este hotel.

Castrojeriz
Castrojeriz
          Castrojeriz está situado al pie de un pequeño cerro que se levanta orgulloso en la planicie.  A las 7 alcanzo de nuevo otro punto alto de la llanura castellana, la colina de Mostelares con 1400 metros, donde el esfuerzo de la pendiente subida requiere un descanso y alimentar el cuerpo con chocolate y agua vitaminada. La vista panorámica es relajante. Un amago de lluvia, con el primer cielo encapotado del amanecer, asusta un poco. Unas gotas nada mas, menos mal. Se camina bien en leve descenso y llanura. Nadie se divisa por delante en el largo horizonte. Tampoco atrás, igual de lejano. Varios kilómetros más y al entrar en el asfalto una fuente con agua de Castilla. Y aunque no bebo, me suliveira  verla, me relaja.Es una de mis apetencias peregrinas, ver agua en el camino, exceptuando la de la lluvia, que esa ya me jode.

          Asfalto casi hasta Itero de la Vega.. La ermita románica de Puentefitero, que en junio se abre cada verano como pequeño albergue, nos despide de las tierras burgalesas. Un puente medieval que me invita a retratarle, nos salva de las aguas del Pisuerga y nos da la bienvenida en Palencia.

En Puentefitero atravieso el Pisuerga y entro en Palencia
           José Luis Herrero es el tendero que lleva 15 años esperando cada mañana para abastecer a los caminantes. Hoy abre su negocio de ultramarinos conmigo. Bocata de jamón serrano por 3,30 € y café con leche que invita la casa todos los dias al primer peregrino. A cambio la conversación distendida pero con el ojo en el negocio. “¿Cuantos han dormido en Castrojeriz?” Sabe que Itero-su tienda- puede ser el control de avituallamiento para muchos.  Me despide a los l5 minutos, en el momento que vemos entrar en la calle a los alemanes que me alcanzaron ayer de madrugada antes Hornillos.

Boadilla

          A las 9 empieza a llegar la caravana, a la que prefiero esperar para encontrar charla y distensión. Luis, Andrés y Carmen son tres hermanos arrienses, hay que añadir que de Guadalajara por aquello de que es un gentiliceo poco conocido,  de 65, 73 y 69 años. Los casi 90 minutos con su compañía en charla cultural y amena, reduciendo mi ritmo habitual, suponen un enorme relajo para  mi cuerpo y alma inquietos. Claro que a veces, muchas veces, la gran cultura del andacaminos, - en este caso el peregrino Luis es ingeniero industrial y ex-vicerrector de la universidad pontificia de Comillas- irradian bienestar. Qué pena que Andrés va tocado del talón izquierdo. Porque es un agradable conocedor de la extensa historia de la península Ibérica y de la etimología castellana y eusquérica.  Por delante van María Dolores y Javier, esposa de Luis y amigo de la familia, que andan más fuertes. Así son algunos de los grupos que caminan a Compostela, donde la heterogeneidad de las personas no impide el diálogo y hasta el inicio de una buena amistad.

          Todavía los encuentro varias veces hasta Fromista, porque el canal de Castilla me entretiene y alucina. Las fotos del agua en el camino entran en mi retratadora deshechable y en mi cerebro pensante. Y miro y remiro el canal, sus piedras, sus exclusas y sus aguas. Y casi veo su historia, arquitectos,campesinos, mercaderes, políticos, pícaros y peregrinos, todos cercanos pero no revueltos. Querían y lo consiguieron en parte  hacer navegable Castilla. Desde 1753 hasta 1849 duraron las obras, de 207 kilómetros entre Alar del Rey y Valladolid. Salva un desnivel de 150 metros por medio de 49 exclusas. Fue quizás la mayor obra de ingeniería hidráulica de la España del s.18, que aún está viva para regadío y abastecimiento de agua a las  provincias de Palencia, Valladolid y Burgos.
Canal de Castilla, cerca de Fromista


          San Martín de Fromista. Me doy  varias vueltas a la joya del románico palentino, que es único en el mundo. Saco fotos y como en el suelo mirando sus piedras que me parecen vivas. Leo y escucho sus historia, iniciada en 1019 y terminada 25 años después. Son 309 los canecillos de piedra, todos diferentes, los que desde el alero del tejado me contemplan. Quiero quedarme con ellos. Siendo el 310 me haría inmortal. No sé muy bien para qué, porque estar tan quieto no me gusta. Pero me da como pena la despedida.
San Martin de Fromista

          Después de una hora, a las dos en punto me prometo no mirar para atrás. No vaya a se que me convierta en estatua de sal en lugar de canecillo de piedra. Me quedan 20 kms., con más de 900 baldosas con la concha, todas rotas o arrancadas, en una recta interminable y llana. El camino es como la acera de la carretera. Practico el juego de caminar contra el reloj. Como los ciclistas. Por cierto, sólo algún peregrino en bici en el anodino recorrido. Y consigo una media de 6 kilómetros hora, 12  minutos cada mojón, en un sprint de tres horas y media. ¡Claro que me pico conmigo mismo! Y hasta sello en Población de Campos, 14,50 h., y en Villalcázar de Sirga, 16, 50 h., en los bares que amplío el descanso con charla y café. La iglesia de Santa María la Blanca de este pueblo es inmensa. Leo que el interior es una muestra de todos los estilos, pero está cerrada.

          A las 17,50 entro en el albergue parroquial de Santa María del Camino de Carrión de los Condes, tras la “etapa reina” hasta ahora, de 47 kms, hechos en 11,5 horas. ¡Y  llego como el mejor día!    Albergue de 41 plazas, en el que me inscribo con el número 40. José Luis Vitoria ha llegado el sexto. Margarita Mariscal, con veinticinco años de hospitalera, parece una beata de misa diaria,pero  esconde un gran encanto y saber hacer, no exentos de picardía  y la salsa del cotilleo. Me coloca en la última litera de arriba “porque no hay más” y parece sentirlo, tras interesarse por mi brazo y pierna. Y hasta me proporciona hielo para mi tendinitis, antes de marcharse a misa de 8 y dejarme de hospitalero. José Luis acude a la misa, descanso para cuerpo ay alma del caminante. Yo llego al final, para después callejear y hacer la compra para las emergencias de mañana.

          Me sirve la cena en el hostal una simpática y joven camarera con patas de gacela y oficio de empleada bancaria en Caja Madrid e hija de colega del Santander. Un encanto de chavala, donde casi en el ecuador de mi programada aventura, una buena cena, su simpatía y cuerpo veinteañero son como un oasis en el desierto, cuya estancia no me importaría prolongar. Por 6,61 € he disfrutado de calidad, servicio, rapidez, educación, trato ¡Como para volver a hacer el camino!. Pero son las 21,57 y a las 22  “Sor Margarita” nos cierra su hotel. Así que “Agur,  simpática y bien hecha”.


          No va a terminar aquí mi viernes de la novena etapa. Me espera una historieta triste, desagradable, en las antípodas de la anterior. Es parte de la cara oscura, la que menos se cuenta,  pero muy real del camino. El peregrino 41, Txomin, un ex-boxeador de Bilbao ha llegado a las 19,30, con un inmenso mochilón a la espalda y algunos pájaros  en su cerebro. No sé cómo, pero la eficiente Margarita le ha encontrado acomodo lejos de mi catre. Tras la cena, entramos  juntos y los últimos. Sigue hablando sólo en voz alta, como cuando llegó, en un monólogo no exento de agresividad. No sirven los suaves consejos míos ni de la hospitalera. Una hora después, le tenemos que dejar marcharse, porque su pataleta  sigue agrediendo la paz y el silencio de la noche. Probablemente es un pobre infeliz, menos peligroso de lo que aparenta,  algo aturdido y muy incomprendido. Pero a veces hay que echar o dejar que se vaya al más desgraciado -este ante los siseos e insinuaciones de que haga menos ruido, amenaza rabioso con irse y no con dar hostias – para que los cuarenta restantes, cuyas desgracias no las van radiando con altavoz, puedan descansar o dormir.

Sábado, 18 de mayo.

10ª ETAPA:  CARRION DE LOS CONDES – SAHAGUN

40,5 kms
         
         Levantarme a las 4,20 a orinar me causa bastante problema. Al francés que me precede en el retrete le pregunto si marcha y con gesto expresivo me contesta si estoy loco.  ¡ Pues le hubiera acompañado!. O sea, de remate.

          Aguanto mi insomnio hasta las 5,30. Este albergue no tiene almohadas. La manta que he utilizado para ello se me ha caído por detrás y con ella la tobillera. He perdido un tiempo de oro para encontrarla. Porque en cada madrugada es fundamental la concentración: vestirse según previsión de tiempo, vaselina a los pies, y recoger todo en la mochila en el orden adecuado. Todo esto a oscuras y sin hacer ruido. Para ganar tiempo, en mi programa tengo suprimido el desayuno y el aseo puntilloso.

          A las 5 ha empezado el movimiento, pero hasta  las 6,20 no despego hoy, en medio de la gran caravana. Marcho con un simpático matrimonio, catalanes de Calella, los cinco primeros kilómetros. Después les dejo porque su ritmo es sólo de 3 o 3,5 por hora. Inicio sólo la larga, larguísima calzada de 12 kilómetros de tierra roja y gravilla. En una piedra colocada a modo de monumento me detengo y tomo nota de su inscripción:
        
“Vía Aquitana
Burdeos – Astorga
Tramo (12 kms.) del
Camino de Santiago
con su trazado original”

          Para algunos el recorrido de Carrión a Calzadilla  de la Cueza son los 17 kilómetros menos agraciados del Camino Francés en España. Sin vida ni especial paisaje, la recta de grava rojiza se hace muy larga y alguna piedrilla se cuela por el talón para añadirle dificultad.
    
            Mitchel, un francés y militar de 58 años viene desde Saint Mitchel (Bretaña), a unos 1.100 kms .En Roncesvalles, el 2 de mayo pasó el ecuador de su objetivo. Anda a mi ritmo, pero hace menos distancias diarias porque va en grupo. Inició el pasado 5 de abril y ha previsto sesenta jornadas hasta Compostela. Las próximas elecciones francesas – presidenciales y legislativas – las votará mediante apoderamiento a su esposa. Nos despedimos en Calzadilla, donde me detengo a almorzar fuerte en el hostal Camino Real. Dos huevos fritos con patatas y bacón, caña de vino tinto y café con leche doble son 4,50 €.

          Me entretengo un buen rato, de 9,40 a 10,45 h. para alimentar el cuerpo, el diálogo con César el propietario y otros comensales, y a tomar las notas oportunas.

          A la salida, una bifurcación. Tomo la de Santa María de las Tiendas. Es un antiguo monasterio con mucho terreno y una gran cruz en el suelo llamativamente torcida.  Aunque aún parece recuperable, el abandono va dejando sus huellas. A la derecha de la carretera asfaltada y moderna que sigo, a 50 metros una pared semiderruida delata viejas ruinas, quizás de los Templarios. Y, al lado, una columna de hormigón blanco, sin resto alguno de tendido eléctrico, solitaria y torcida, llama mi atención. Porque mantiene en difícil equilibrio el nido de la cigüeña y a su elegante inquilina, que parece querer comunicarme que tome nota de su humilde choza.

          En el kilómetro 222 de la N-120 me cruzo con una pareja de veteranos holandeses de vuelta de Santiago, con un carrito de fabricación artesana. Parece un trineo con ruedas tirado por el hombre. Su compañera camina  40 metros detrás. Me dice que han ido de Holanda a Santiago en bus y vuelven a pié.

          En Lédigos no puedo sellar porque la hospitalera  no está ni deja el sello a nadie. Parece que sólo le gusta sellar a los que hacen noche, según me dice un chivato  de los albañiles que trabajan en el nuevo albergue.

          El camino, de grava y tierra,  desde la Cueza hasta Sahagún  va junto a la carretera nacional 120.  Tengo que hacer tramos por el asfalto para evitar las pequeñas putadas  que te hacen las chinas que se cuelan en los pies. Un derroche de carretera, de unos 15 metros de ancha, recién asfaltada y arreglada está vacía de vehículos. Porque a unos metros la nueva autovía Burgos-León, por la que cuento cuatro coches en dos horas de este sábado primaveral “es cosa de los políticos y el dinero”.Qué buena definición la del que arregla un tractor en el taller de San Nicolás del Real Camino. “A nosotros pal pueblo nos sobran las dos, valía con la antigua, que lo único que han hecho es estropear las fincas y el paso a ellas”.

          En este pueblo tengo que volver casi un kilómetro para sellar en la casa del alcalde, el chaletde la entrada.  La  etapa de hoy me resulta algo anodina y monótona de paisaje. Vuelvo a ratos al juego del contrarreloj.   Camino a 5,7 ó 5,8  por hora.  La panorámica de trigo y cebada en una llanura interminable y los escasos coches en la autovía nueva no dan para más entretenimiento. Se me han perdido atrás los peregrinos. Son pocos los pueblos y menos sus gentes que se dejan ver.  Su arquitectura  es de un rural elemental, salvo restos que señalan el poder pasado de la orden del Temple. Camino bien y me hago ilusiones de llegar hasta Bercianos. Serían 51 kms y mi nuevo récord.

          En Terradillos de los Templarios, a las 12,20, paso el ecuador de mi objetivo. Llevo 375 en mis zapatillas y me quedan 374 kilómetros, según la pequeña guía elaborada por la Asociación de los Caminos de Santiago de Vizcaya. Marixa es la hospitalera, con 40 años en su carnet y 10  cuidando a los viajeros. Me carga las pilas en positivo, con dos besos más para llevar hasta el sepulcro del apóstol. Con gorro y gafas de sol para protegerme del cálido viento que me corta de frente, llevo bien la carga.

          A 5 kms. se divisa Sahagún, como un guiño en la llanura. Todavía me quedan sobradas fuerzas  para continuar dos o tres horas. Pero a las puertas de la primera villa leonesa me invade un fuerte dolor en la rodilla izquierda. Sin traspiés ni golpe, en unos pocos cientos de metros, tengo que reducir el ritmo a casi la mitad y sufrir un montón para llegar al albergue. Son las 15,20 h. y casi no puedo dar un paso más. Pienso hasta que esto es un aviso para que no haga chulerías  y sea más prudente con mi ya sufrido cuerpo.

          Este albergue merece más que un elogio. Es un edificio monumental, probablemente presente en los catálogos históricos de la zona, que se ha rehabilitado para los peregrinos y otros fines municipales de una antigua iglesia o convento de la Trinidad. La rubia empleada que me inscribe de los primeros en llegar, me abronca con sibilina y graciosa ironía por mi carrera con las lesiones y me “ordena” reposo absoluto. Nos intercambiamos los bolígrafos, como si sellaramos una amistad. Pero sólo es cuestión de gustos. A ella no le van  los finos que yo busco para mis anotaciones.

          Junto a mi litera, que esta vez escojo entre la abundancia, coincido con dos vascos que vienen muy bien y a  su  aire.  Majos chavales con los que quedo para cenar juntos en la amplia cocina y sala de la segunda planta de la Trinidad, nuestro hotel de hoy. También otras caras conocidas. La  del simpático francés que viene desde Lion, con el que ya he coincido en otros albergues. El militar Mitchel se quedaba en Terradillos, donde nos volvimos a despedir. Pero Vitoria  también está. No sé si el destino o las fuerzas nos traen separados pero viéndonos y coincidiendo  desde Orreaga.

          Dormía ayer Antonio Sorrouille en Calzadilla, cuando llegaron con prisas sus hijos para llevarle a casa. Su esposa se estaba muriendo. Lloro la noticia, que se divulga entre los vascos por “radio Camino”. Con sus 71 años bien puestos y entrenado a tope en los montes de Bizkaia es el único peregrino al que he visto claramente más fuerte que yo, que puede sacarme dos dias de  ventaja en esta larga caminata. Me alcanzó muy fresco en San Juan de Ortega y ya me estaba dejando atrás. Y aunque esto no es una carrera, y que nadie lo estime así ni me interprete mal, a mí me gusta el tema, el esfuerzo y quiero probar mi mente y mi cuerpo también como entrenamiento para otros objetivos.

          Aquí ya empieza a conocerse la selección de gente con la que vas a coincidir más. Angel, el de Donosti, con el que ceno hoy en grupo, salió de Roncesvalles el mismo día que yo, pero no hemos coincidido. Tiene cuerpo y hechos para andar y correr. Pero va a su bola y me parece que buscando la aventura humana, léase ligue.  Puede andar 60 kms. ó 15,  como hoy. Según la compañía que encuentre. Y si le gusta, se acomoda a un ritmo más lento, porque antepone la amistad y el rollo  a otros idearios. Mañana dice querer llegar a León, pero...
     
            Sahagún  es monumental. Hay mucha historia en sus edificios religiosos. Bien merece unalarga tarde su detenida visita. A la entrada, su estación del ferrocarril enseña aún su importancia de punto de carga de los productos de sus campos.  A las 6 el termómetro marca 28 grados. Hay que protegerse en la brisa o en la sombra, porque el sol calienta hasta incomodar. Me pierdo dos horas, cojeando con mi ya menos dolorida rodilla por sus calles, iglesias, arcos  y piedras centenarias.

          La media de hoy ha sido de 4,5 kilómetros hora. La alimentación escasa, tras el fuerte desayuno de las 10. Agua vitaminada y dos galletas energéticas de cereales, nada más. He adelantado a pocos. Brasileños, algún alemán y una sueca solitaria.

          Varios intentos de hablar por teléfono con mi esposa resultan  inútiles. Dulce no está en casa en toda la tarde y principio de la noche. Tras diez dias de separación física, se necesita al menos oír su voz para palpar el amor.

          Me aplico durante veinte minutos una bolsa de plástico con hielos a tobillos y rodillas. Parece un buen remedio para aliviar dolor almacenado en músculos y tendones, hinchados por el esfuerzo. Pero sigo cojeando. No hay soluciones milagrosas ni instantáneas. Y estoy huyendo todo lo posible de los fármacos modernos que puedan curar, pero con algún indicio o riesgo de lesión, aunque digan que mínimo, a otro órgano del cuerpo.

          A las 8,30 ceno con los dos vascos y un matrimonio de Miranda de Ebro. La sobremesa es animada en la calle. Laura, una barcelonesa de 31, hija de Benicarló y con tres años de camarera en Los Maños de Peñíscola, nos muestra sus habilidades malabaristas y contorsionistas, fruto de su pasado infantil en el mundo del circo. Disfrutamos de la cálida noche leonesa en la calle, con espectáculo propio, cuando llegan  los últimos huéspedes de este sábado, un grupo de seis ciclistas quipuzcoanos con sus equipadas mountain  bicke .  Son casi las diez. El sueño, el cansancio y la prudencia me invitan a la retirada.

Domingo, 19 de mayo.

11ª ETAPA: SAHAGUN – MANSILLA DE LAS MULAS

36,5 kms

          Por fin siento haber descansado y dormido bastante bien. Aunque oyendo el movimiento de las 5 y saltando de la cama a las 5,30. Mi cuerpo inquieto marcha a las 6,10 con un vaso de leche como único alimento.
          Hace frío. A la salida atravieso la calle de la zona.  Más de veinte jóvenes sostienen sus vasos y sus cuerpos con alguna dificultad. Me miran entre extrañados y pasotas. Otros más cargados de la euforia alcohólica o pastillera me increpan e intentan detener  mi contundente ritmo para vacilarme.
          Tres cigüeñas coquetean y comen en un prado cercano de alfalfa. Defeco a la vera del camino.  Tras un largo rato en la soledad, adelanto a un matrimonio de Massachusetts (USA).

          Antes de Bercianos del Real Camino, a sólo 500 metros, murió el 9-6-98, a las 4 de la tarde, Federik Manfred, un alemán que ya venía  muy agotado, con un marcapasos en su débil corazón. No hizo caso de los consejos anteriores de los médicos ni de los compañeros. El infarto fue fulminante

          Una visible cruz de mármol blanco recuerda su punto final del Camino. Fue una tarde muy calurosa. Y, casualidades del destino o algo más, un momento después se cayó la torre de la iglesia. Me lo cuentan Licinio y su madre mientras me dan de desayunar en el hostal Rivero, el coqueto bar del pueblo. Ellos mismos fueron los primeros avisados del fatal desenlace.

Las charcas que nunca se secan, antes de El Burgo Ranero
          Una charca con pollas de agua, donde croan las ranas, anuncia la cercanía de El Burgo Ranero.El camino desde Sahagún hasta Mansilla está acompañado de árboles plátanos de unos diez años que ya empiezan a dar una pequeña sombra. Sigo encontrándolo monótono, pesado y cansino como el de ayer.

          Un lugareño, trabajador de sol a sol  a juzgar por su vestimenta y piel, ambas muy quemadas por el sudor del campo leonés, recoge hierba verde en una finca.

Buenos  días, trabajador – Le saludo buscando conversación.
Buenos  días! - Levanta educado la cabeza para mirarme.
Qué, recoge...  alfalfa ?
No,  mielga.  - Creo que me dice. Supongo que es lo mismo, la planta forrajera leguminosa
de las tres hojuelas y flor violada, un manjar para muchos animales de las cuadras.
           Es  usted  el  único  que  veo  trabajando  en  el  campo  desde  hace  varias  jornadas. - Le increpo con intención de halagarle -.
           Pues  todavía  tengo  que  gobernar  las  ovejas.
         Me despido con un “hasta luego” cariñoso porque me ha caído muy bien, como si realmente nos vayamos a ver después.
        
         Más tarde me alcanza suave una destartalada furgoneta cargada de mielga. Se para y me ofrece llevarme hasta el pueblo, al que queda una interminable recta de más de cinco kilómetros.
            -   No,  gracias,  muchas  gracias.    
            -   ¿No  puede  montar  o  qué?
            -    No,  no  quiero.   Mi  religión   de   peregrino  me  lo  prohibe.  Voy   bien.
            -   Ah! - En su gesto parece decir que no entiende nada tras mirarme el brazo y la pierna.-  Pues...   buen viaje!
            -    Gracias,  buen  trabajador.

            A las 11 entro al pueblo que podía haberse llamado Cantalarrana en lugar de  El Burgo Ranero. También yo disfruto de su “música anfibia”, que por un rato es como cambiar de emisora en mi cerebro. Frente al albergue, el bar para el necesario alimento y charla. En él está Bartolomé, el hospitalero voluntario cordobés de este mes. En una hora de pausa  me pone al día de algunos chismes.  El local para los peregrinos tiene 28 plazas, aunque él dice haber metido el doble. Es y va de andaluz, se le nota, abierto y gracioso. Y mientras devoro un bocadillo, escucho, charlo y mantengo una bolsa de plástico llena de hielos atada a la rodilla izquierda. Y trasmito el remedio casero a una francesa que pregunta ansiosa por un médico milagrero que arregle su rodilla hinchada.
        Ya con mi casa cargada, como el caracol, encuentro una cabina telefónica y llamo a mi amor. La emoción ahoga al final un poco nuestras palabras, cuando las lágrimas humedecen el conducto nasal y los ojos. Su recuerdo también despierta mi sexo durante varios minutos.

         Hasta aquí vengo mal. El dolor ha pasado del tobillo a la rodilla. Parece que el cuerpo en su autodefensa va a trasladar el sacrificio a distintas articulaciones de las piernas. Pero mi mente está muy fuerte. ¡Tengo que llegar a León!.
       
          Y vuelo hacia Reliegos. Alcanzo a Albi, el vizcaíno de Leioa con quien cené ayer. Muchocalor cuando llegamos sedientos a su fuente a las 14,5o h. María Inmaculada es la hospitalera, pero se afana en sellarnos su vivaracha hija Raquel, de 10 años. Sigo sólo, muy sólo hasta Mansilla, a pesar de que ya me anuncian que no hay plazas para dormir. Me la juego de ir hasta León. No es tanto la distancia, que serían 56  kms., sino el calor agotador y la rodilla los que me van a obligar a reducir el ritmo y cambiar los planes. Estos seis kms. finales, en los que se divisa el pueblo desde muy lejos, no se terminan nunca. Casi dos horas para llegar a las 4,20 quemado y muy cansado.
Puente de Mansilla de las Mulas y el Esla
        El albergue está  en una de las casas más antiguas de Mansilla, el pueblo que de tantas ferias de  ganado le viene el añadido “de las Mulas”. Hay 46 camas y tres colchones en el suelo. Hago el número 51. ¡Ya supongo lo que me queda... y contento! Porque este Patxi quiere seguir sufriendo y estar en el “ambiente”.
           Pero Vitoria  está aquí. Esta vez para hacer de mi ángel de la guarda.  Sospechando mi tardía llegada ha usado la picardía del veterano, dejando prendas en dos camas. Esto no se debe hacer, José Luis, pero... muchas gracias. Es el tercer día que voy a dormir en la litera de arriba, esta vez en una sala habitación para seis junto a la entrada y a la calle.

          Esta casa de más de 100 años es como un refugio de goma. Porque tanto Laura como Wolf no abandonan a ningún necesitado. Hace dos años han dormido hasta 70. Wolf Schneider, al que no disgusta que apoden “el lobo” ni “el brujo” tiene una energía especial que transmite o percibe a través de sus manos, pero no es masajista. Orienta en seguida mis problemas musculares, derivados de la falta de agua. Me recomienda de tres a cinco litros diarios. También admite la benevolencia del hielo. Mientras presiono con mi mano la bolsa helada  en el exterior de mi rodilla izquierda, sentado en un humilde y vetusto sofá, charlamos de todo. Y tomo notas en mi libreta, como los periodistas humildes. También les cuento mis experiencias, como el aventurero solitario necesita explayarlas
        
           Laura  es la veterana hospitalera con merecida fama de curar los pies, no sé si por su magia, sus conocimientos o su cariño. En el largo rato que la veo atender a los pacientes en el habitáculo multiusos , yo apostaría que ademas de tener los tres hay vocación y amor hacia su trabajo altruista. Le sobran unos segundos para confirmarme que tengo los pies casi perfectos.

          Los 64 años del “lobo” alemán no tienen desperdicio. Mantiene un cuerpo de atleta y es conocedor y enamorado del camino y su mundo. Aún apuesta convencido de poder realizarlo en 13 dias, a 60 kms. por etapa, de Roncesvalles a Santiago.

          A las 19,30 salgo a recorrer el pueblo. Como ayer, a pesar de haber llegado “reventado”, la ducha, la cura y la ilusión me recuperan en dos horas. Y ver estos lugares, con tanta historia y vida en sus piedras es para mi un relajo. No aguantaría una tarde tumbado en el catre para descansar, cuando estas maravillas me están esperando.
          Me dicen después que a las 19 h. llegan Angel y Laura, el atleta y la malabarista. Y que tienen que dormir en el suelo y los dos en un colchón. ¡Y a lo mejor encantados!

         En Mansilla hay al menos otro lugar que casi me confunde El elegante hotel Albergue del Peregrino es reciente y otra historia. Para cerciorarme de sus precios e instalaciones voy a cenar con dos ciclistas de Aranda de Duero. La cena, de gancho pero muy bien presentada y servida, es de 6 €.  Pero pasar la noche cuesta 51,44 € , 8560 pesetas “de vellón”. Por mucho ensueño que tenga la alcoba, este humilde peregrino nunca la cambiaría por su litera llena de humanidad jacobea, con cocina, baños completos, miniambulatorio con casi “dos doctores”, patio para las tertulias y mucho ambiente, por tan sólo  500 pesetas. Los 3 € siguen siendo el donativo “obligado” en los albergues.

Lunes, 20 de mayo.

12ª ETAPA: MANSILLA DE LAS MULAS – LEON – VILLADANGOS DEL PARAMO

40 kms

          De 6,30 a 17,50 h.

          Desayuno un te sin azúcar que me prepara la californiana Ronie Mc Kee, que vive en un chalet de Mendoza, junto a Vitoria Gasteiz. No tiene más. Hablamos un poco de nuestros objetivos del día.

           El camino hasta León es casi todo asfalto o paralelo a la peligrosa carretera. Las afueras de  una ciudad generalmente dicen poco y cansan mucho. Es tiempo para pensar en los de casa. Preparo mentalmente la carta de amor que le enviaré después a Dulce, junto con mi diario actualizado.

CAMINANDO A COMPOSTELA...
DESDE LEON CON AMOR. 20.5.2002

Dulce, mi amor, estoy contigo.
El principal motivo que me empuja
 raudo y veloz a Santiago
es estar pronto en tu regazo
para fundirnos en el amor.
No es largo  el camino.
Largos son los días sin tu compañía.
Sagapó.  Asko,  asko,  asko !
Un inmenso abrazo paternal
a Nere y Zigor.
También a Ainara y José Angel.
Os quiero y recuerdo mucho a todos”

          Paso por un centro de la Cruz Roja. Me aplican una pomada y aconsejan rodillera. Una farmacia y a ponérmela. La tendré que cambiar de rodilla, porque el dolor variará en su sabia defensa.
          Esta mañana camino sólo sin adelantar ni ser adelantado. Dedico varias horas a ver la ciudad. Catedral  y San Isidoro merecen mayor tiempo y atención especial. Desde el BBVA  envío mis escritos a casa, además de hacer  provisión de fondos. Desde Nájera hasta León van detalladas mis experiencias.
Postal Maximum: Catedral de Leon (España) 1964
Catedral de Leon. Sello de España 1964


          Ronie está en la plaza de la Catedral. Me dice que busca tienda para comprar unos calcetines. Inicio la salida a las 14 h., tras alimentarme en taberna típica del casco antiguo, el Barrio Húmedo. Dedico una foto al puente medieval junto a San Marcos. Ahora es el agua del río Bernesga el que tenemos que atravesar los eternos caminantes jacobeos.

          El barrio  El Crucero y  Trobajo del Camino están fundidos en las afueras de la urbe. Las constantes obras municipales y privadas no ayudan a encontrar las socorridas flechas amarillas. Compro fruta, que como sobre la marcha, porque mi cuerpo está deficitario de ella.
               
            La tarde es de asfalto por la N-120, porque algunos tramos del camino paralelo,  por  obras y desvíos, lo hacen más complicado. Junto a Virgen del Camino me alcanza un ciclista. Hacemos casi un kilómetro juntos, porque va bastante despistado. Viene de Asturias, pero acaba de empezar su recorrido en bici en León y ni siquiera tiene la credencial. Tras orientarle y animarle, tengo que despedirle, porque me ha obligado a acelerar demasiado el ritmo y ya me está fastidiando, mientras el va cómodo en su máquina nueva y brillante.
       
          Valverde de la Virgen - en otro tiempo era Valverde del Camino-, San Miguel del Camino, con los anteriores, dan apellido común a estos pueblos. Identificados y probablemente creados por las necesidades de la ruta. Pero la comarca es más conocida como el Páramo.

          Ya no me duele ni tobillo ni rodilla izquierda, pero empieza a resentirse el tobillo derecho. Parece muy cierto lo que me dijo aquel joven italiano en Los Arcos: “Continúa, que el cuerpo es inteligente y enviará el dolor a otro músculo”. También la médico de León, en la Cruz Roja,  me auguró lo mismo.

          Otra etapa pesada y aburrida, con el agravante del cemento, el asfalto y los kilómetros que suman y no cuentan  en la estadística, de casi cuatro horas callejeando por León. Llego a las 17,50 h. al albergue municipal de Villadangos del Pàramo. Es la pequeña capital de la zona,  poco agraciado pueblo carretera, al que  la vía Astorga León le da vida y  problemas. Los camiones y turismos no dejan  de rugir y dificultar el paso peatonal,  cortando en dos al núcleo rural.

          Me inscribo con el número 23 y aporto los 2,5 € recomendados. El edificio es amplio y con terreno exterior. Está a la entrada del pueblo. Se me ha adelantado la americana, que consta inscrita en el lugar 18 de llegada. Al invitarla a cenar juntos dice estar agotada y muerta de cansancio. Me siento un poco culpable porque yo la animé en León  a continuar y vernos aquí. Va a cenar a las  7,45 h.p.m. e insiste que ha sido para ella  una etapa muy dura y tiene que recuperarse.

          Lavo camiseta y calcetines, pero no creo que se vayan a secar fácilmente. Estamos a más de 800 m. de altura, con viento muy frio y los nativos visten ropas de abrigo. Para andar, no ha sido el día de calor 30 grados que me anunciaba el camarero de Puente Villasante, donde desayunaba esta mañana.

          Casi ningún español inscrito, sólo veo dos y otro par de vascos lavando la ropa. La hospitalera, empleada municipal,  se llama Rosario, lleva once años atendiendo a los caminantes y reclama “el mismo protagonismo que esos otros de los que todos hablan”.

          Tras terminar estas líneas a las 8,20, me acerco a misa de 8,30 que está en la otra punta del alargado pueblo, en su iglesia dedicada al Santiago guerrero, al Matamoros de la batalla de Clavijo. El retablo central tiene la imagen del santo con espada y sombrero de tres picos. La misa parece el punto obligado de reunión de los mayores y casi ancianos del lugar. Mi única presencia extraña atrae sus disimuladas miradas, como avergonzadas de su curiosidad.

          Llego a cenar al hostal cuando Ronie y Antonio apuran los postres. Sopa caliente, churrasco y fruta, con vino,  por 7,20 €,  sin dejar de hablar con  la californiana y el madrileño. Y por alargar la sobremesa tenemos que acelerar el paso para llegar a casa  antes de las 10. Sólo algún ruidoso hispano y sudamericano marcan la diferencia del profundo silencio de los que descansan.


Martes, 21 de mayo.

13ª ETAPA: VILLADANGOS – ASTORGA – SANTA CATALINA DE SOMOZA

38  kms

          Salida a las 6,10 sin bocado ni liquido. Camino junto a la C-120, tan aburrido como ayer. En lugar de escuchar a los pájaros del amanecer, como en el páramo burgalés, aquí me distrae el recorrido del agua de riego de un canalillo que me acompaña por mi izquierda.

          Y en San Martín del Camino tampoco hay bar abierto, cuando ya mi estómago empieza a pedir sus primeros auxilios. Menos mal que, a su salida, una pequeña piedra de río en el suelo anuncia a la derecha “sello-café”. Está a 50 metros. Una providencial cabaña convertida en vivienda, casi un chalecito, Es el de Socorro, una chica de 44 primaveras con problemas económicos y de salud.
        
          Las historias que te cuentan en esta larga expedición son sin duda una parte interesante del Camino. Verdad y mentira, fe e ilusiones, cuento y realidad, locos y cuerdos. En cada historia puede haber un poco de todo. Socorro necesita contar su triste vida al primer peregrino que pilla esta mañana, igual que él necesita calentar su estómago. Aunque igual lo de menos es “su historia”, ahí va lo que me cuenta. Desahuciada por los médicos en su juventud por enfermedad incurable y maltratada después en su negocio de modista, ha llegado hasta aquí por su devoción a la Virgen del Pilar y al Apóstol Santiago. Deja Logroño, que es su cuna, y se viene al páramo leonés a vivir de y para los peregrinos. Abrió este su local y casa hace tres dias. Ofrece un buen y abundante desayuno y charla gratis. Mi “voluntad” son dos euros, que es  un precio superior al alimento. Porque el pago de sus cuitas va en mi escucha y dejándola a cambio alguna de las mías  y esos consejos casi siempre inútiles. ¡Claro que me marcho con el pícaro pensamiento de si no es otro el “apoyo” que busca!   
           
           Su sello, como su ubicación y su vida, marca alguna diferencia. Unas viejas botas y un bastón dibujados en una taza, con la leyenda “área de descanso las peregrinas – San Martín del Camino”. Ha sido un alivio esta hora entretenida. Con fuerzas recuperadas arranco de nuevo a las 8,30, cuando le llega el segundo caminante.

          Tengo que volver a constatar mis errores alimenticios. No se debe salir a andar con el estómago totalmente vacío, a menos de no ser un monstruo experimentador de rápidos desfallecimientos, hoy llamados pájaras. Sólo llevo en mi mochila una barra energética de cereales que devoro a las 12. Pues con estos dos tentenpiés  aguantaré los 25 kms. hasta el hostal Juli, en San Justo de la Vega. Aquí ya no me privo de un copioso menú del día propio del lugar.

          En Puente de Orbigo es Mauricio el que me saca una foto junto al famoso paso de 17 ojos vistos más 3 enterrados. Este italiano de Milán, de 35 años, viaja sólo y despacio, aficionado a la fotografía, dice que va a tomar mas de 250 fotos en su máquina digital de 500 euros.

          También paran en el histórico y legendario puente Oregón y Colorado, dos mozas yanquis de esos estados de la unión.

          Dos belgas me han adelantado a buen ritmo antes del pueblo. ¡Ya es hora de que me pase alguno para rebajar  mi orgullo! Creo que son los primeros desde Roncesvalles. Porque Vitoria  y  Basauri   son casi de otro mundo.
  
          La del estanco de Puente de Orbigo se llama Trinidad. Con el sellado de la credencial otra charla de casi 30 minutos sobre el puente y sus historias y leyendas. Aunque las haya contado un millón  de veces, le agradezco su entusiasmo y carencia de prisa para “despachar” al comercial que espera con cara desencajada. Tampoco parece una mañana de importantes ventas.

          Escribía yo en Calzada, hace 7 dias y casi 300 kilómetros, sobre los puentes en el camino. “Del primero, el más largo y quizás conocido, escribiré algún día si llego a Puente de Orbigo”

En el puente de Hospital de Orbigo
           Y cuenta la leyenda que además de los 20 ojos actuales quedan varios más hoy cubiertos que llegaban hasta la iglesia.  Y también que llaman a uno de ellos “la casa de María Palos”, porque en él vivía la curandera  que sanaba a los enfermos con las hierbas y palos que allí depositaba la fuerza de las aguas.
        
           Pero sin duda la leyenda más celebrada de este monumental puente, también llamado del “paso honroso”, es la justa caballeresca que en él efectuó el caballero leonés Suero de Quiñones en el verano de 1.434. Así consta grabada en piedra en el lugar del hecho medieval.

SUERO DE QUIÑONES

          “Por rescate de la prisión en que su señor le tenía y con codicia de fama durable concertó con nueve caballeros más defender el paso honroso junto a este puente rompiendo lanzas contra más de setenta caballeros que al camino de romería del apóstol Santiago llegaron de Castilla, de Aragón, de Cataluña, de Valencia, de Portugal, de Bretaña, de Italia y de Alemania.

          Los diez mantenedores fueron:  Suero de Quiñones, Lope de Estuñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Suero hijo de Alvargómez, Sancho de Ravanal, Lope de Aller, Diego de Benavides, Pedro de los Rios, Gómez de Villacorta.

          XII de julio al IX de agosto de MCDXXXIV”
         
          El puente de origen romano, a pesar de haber sufrido numerosas restauraciones, puede ser el más conocido y recordado del Camino Francés en España.

          El albergue de Hospital de Orbigo tiene un patio muy acogedor. Roque, el hospitalero temporal de Vitoria, se afana en labores de albañilería artística.  Prolonga un mural, que contiene en la pared a un peregrino atravesando las montañas, con una cabaña y una fuente real, lo que en arte no sé cómo se llama.  
 
            Hoy voy de parada en parada. Otra media hora con Roque hace que Mauricio, Oregón y Colorado se me adelanten, para volver a reencontrarlos. Hay lugares, momentos y personas con los que pararías el reloj del tiempo. Y no me refiero a frivolidades ni orgasmos sexuales.

          Los letreros anuncian dos alternativas al salir de este pueblo fundado por los Caballeros Hospitalarios de San Juan. Por la carretera recortaré un kilómetro, dejando Villares de Orbigo y Santibañez de aldeiglesias a ambos lados. Una perrera me sorprende a la izquierda, rompiendo la paz y monotonía.
         
          Sigo ganando altura, que en Astorga será de 868 metros. ¿Podré llegar hasta Rabanal del Camino a 1150 metros?. Un trabajador con bombonas de desinfectar el campo me anuncia que“corra pa Santiago que viene agua pronto”.  Es verdad que el cielo está muy encapotado, huele a lluvia y hace frío. No me quitaré el forro polar ni en la c
omida.
         Antes de San Justo de la Vega está el crucero de Santo Toribio, obispo que fue de Astorga y de donde parece que se tuvo que ir “rebotado”. Nos anuncia abajo el pueblo y  cuatro kms. más allá la Astúrica , donde la torre de la catredral asoma esbelta por encima de sus tejados.

          Una bajada corta pero con piedra suelta rompe músculos, rodillas y piernas. Voy justo de fuerzas porque la barrita de cereales ayuda mucho pero no hace milagros..

          Garbanzos con berza, pollo con patatas fritas, un melocotón y litro y medio de agua. Es el primer menú fuerte que devoro al mediodía, y con la idea de seguir caminando hasta Rabanal. Tomo la última pastilla de Didofenaco  Normon  que me dieron en Santo Domingo. A las 14,40, tras 70 minutos de jamada y sentada, sello mi pasaporte,, levanto el culo y enfilo dirección Astorga. Pero como ni siquiera le he preguntado por sus “necesidades”, al entrar en la capital maragata se me revela y me da  el “apretón”. Menos mal que la señora Ana, la del primer chalet, aunque un poco sorprendida por mi atrevimiento, me deja usar su cuarto de baño.
Catedral y Palacio Episcopal de Astorga
           Esta ciudad, que cumplió 2000 años en 1986, recibiendo los títulos de Augusta y Magnífica, bien merece un día entero de visita. Pero mi objetivo sólo me permite estar dos horas. Llamar a casa, ver la catedral, callejear un buen rato por su casco y sellar en el albergue. El hospitalero portugués me desanima para continuar. “Los pueblos próximos tienen albergues muy pequeños, que estarán llenos, y a Rabanal hay un montón de kilómetros” Otro que me ha visto bastante jodido.  Parece un chico humilde. Me cuesta conseguir su nombre, Agapito o algo así en portugués, porque prefiere el anonimato. No le gusta la fama ni los famosos. Y en referencia al escritor Paolo Coello no duda en acusarle de que “ha hecho mucho daño al Camino”.

          En Murias de Rechivaldo sólo hay un perro tumbado en la carretera que ni quiere aparentar enterado de mi presencia. Voy ganando altura. El camino es ahora una pista de tierra arenosa roja para atravesar un monte de poca monta.  Una liebre se me cruza a menos de 25 metros, plantándose a otros 50 para investigarme.

          Hace frío y amenaza lluvia. Me tengo que vestir el forro polar, tras salir de la ciudad. En esta etapa me he parado a orinar más de diez veces. ¿Será por el agua bebida o por la pròstata   que a mi edad empieza a avisarme?.   He adelgazado unos kilos y el pantalón corto sin bragueta me está tan holgado que me facilita hacerlo por debajo de la pata, como tantas veces en mi infancia, cuando llevar canzoncillo era un lujo. Tengo que controlar al viento, el mayor enemigo en esta postura.

          Cuando sólo resta un kilómetro a Santa Catalina de Somoza, unas gotas gordas de lluvia  y un cielo gris marengo me aconsejan precaución. A las 6,10 llego al humilde bar del deshabitado pueblo. El albergue, la antigua escuela, está en el otro extremo. A andar otro par de kilómetros  fuera de programa. Dormiré con  dos franceses, un alemán y otro de Bilbao. Hace mucho frío y llueve algo. A 980 metros de altura y en plenos montes de León, aquí solo quedan 34 personas viviendo, de las que 4 son menores de 40 años. Esteban, el del bar, tiene un buen jamón y hay que tirar de bocata del mismo, casi la única cena posible. Con la caña de vino del pais, el café y la pensión  heladora hago la noche por 7,30 euros.         
        
            La ducha de agua helada, como en San Juan de Ortega, anuncia el frío que nos espera. Hay 18 literas a pie de calle y un montón de mantas, que en lugar de abrigar pesan como una condena.Y para más inri  a las 9,15  cierra el bar y hay que acostarse a la hora de las gallinas, a las 9,30 noche.

     Miércoles, 22 de mayo.

14ª ETAPA: SANTA CATALINA – EL ACEBO

29 kms

         Pues he descansado bastante bien, con todo el frío y el peso de las mantas tercermundistas. Aunque a la 1,30 ya casi me basta. Pero contento mi impetu con una salida a la calle a estirar músculos y vaciar mi vejiga en la mojada hierba.

          A las 6,20 está amaneciendo.Y a las 7 parto con Jesús el de Bilbao hasta Rabanal, a 1150  m. Sobre el programa tengo la etapa más montañosa y dura. Y el cielo no anuncia ayudas. Ni siquiera me puedo marcar el objetivo donde dormir.

          Antes del pueblo hay a la izquierda un roble milenario que está en la “historia” del camino. Y a la entrada nos recibe la ermita del Bendito Cristo de la Vera Cruz. La lluvia ha pasado de la amenaza a la acción. Lo hará de manera intermitente, con claros y guiños de sol. El frío no hará tantas concesiones, nos castigará sin descanso.

          A las 9,10 nos sentamos a desayunar en el hostal de Antonio. Jesús no se enrrolla y continúa la ruta. A mí me interesan las historias de un charlatán simpático, Bladimiro, además enterrador y sacristán.

“MURIERON EN EL CAMINO”
         
          “El domingo 18 de octubre de 1998 llegó un peregrino suizo de 67 años. Era banquero   y venía enfermo, con recomendación médica de no caminar mucho ni beber alcohol. Eran las 3,30 de la tarde. Se bebió tres bacardís  con  cocacola  y un wisky  de entrada. En la cena bebió vino a tope  y unos ocho chupitos de orujo. Al día siguiente le dio un infarto al corazón a 300 metros de aquí.

          “La compañera, que era la segunda mujer, no localizó las pastillas y murió en seguida. Parece que él mismo cambió de lugar su imprescindible medicina, lo que pudo interpretarse como el principio de un intento de suicidio”

          Así me lo cuenta el enterrador y me lo corrobora el hostelero, con más detalles y otros “cuentos”en una charla que me entretiene casi una hora y que pretenden continuar porque ellos no tienen prisa.
         
“El cadáver estuvo allí unas cinco horas. Dos médicos jóvenes que pasaban de peregrinos, la guardia civil y el juez determinaron muy nerviosos sobre las causas de su muerte. Hubo mucho revuelo por aquí todo el día”

          “Yo, que soy amigo de todos los peregrinos y gran  colaborador   del camino, le coloqué una humilde cruz de madera con la inscripción “Recuerdo de tu amigo Bladimiro”. Fíjese usté bien a la salida”.         
          En el Libro de los Peregrinos del albergue y hostal de El Acebo los dos jóvenes médicos segovianos dejaron escritas sus impresiones en una página que me va a poner el poco pelo que tengo de  punta..
         
          Bladimiro Carrera Fernández, a sus 72 solteros años, prefiere contar su vida que escribirla “porque eso yo no sé hacer”. Y no se avergüenza de ser analfabeto.

          Otra humilde cruz tuvo que hacer para el argentino Miguel Angel Roco Rios, para colocarla a dos kilómetros del pueblo. Murió el 14 de noviembre de 2.000 y también lo atendieron mis dos contertulios.

           Subiendo a Foncebadón  me adelanta Vitoria , envuelto como yo en una capa golpeada por el viento y la lluvia. Va muy fuerte. Lo pierdo de vista en media hora. ¡Buen camino, ondo  ibili,   José Luis!.

          Foncebadón parece y es un pueblo abandonado y saqueado. Se han llevado hasta las enormes piedras y pizarras de sus tejados. Es difícil imaginarse que en otros tiempos se llegó a celebrar aquí un Concilio de la Iglesia Católica. El eremita Gaucelmo, en el siglo XI, ofrecía hospital y albergue a los exhaustos peregrinos en uno de los lugares más invernales de la ruta jacobea.

          Paro a secarme y recuperarme en el mesón de Notario, recién rehabilitado y decorado con exquisito gusto, acorde al lugar. Al observar sus educadas y profundas explicaciones a una pareja de aparentes artistas, me imagino que es otro artista o “loco”, eremita del siglo XXI, que ha apostado fuerte, gastándose muchos dineros en este apartado paraíso e infierno a la vez. Son las 11,20 cuando sello y salgo de la “Taberna de Gaia”.

          A las 12,10 tiro mi piedra, de espaldas y con un deseo en mi mente, en el gran montón de la Cruz del Ferro.  Algunas costumbres y leyendas te contagian. Estoy en el techo del Camino Francés, a 1.600 metros de altura sobre el mar de Alicante. Lugar de emoción, donde el sol me va a regalar media hora de sus últimos rayos de esta invernal jornada. Saco dos fotos y copio los escritos del lugar.

LA CRUZ DEL FERRO

          “La antigüedad del trazdo viero que hoy conocemos como 'Camino Santiago', 'Camino Francés' o incluso 'Camino Gallego', se pierde en la historia, puesto que nuestros ancestros, Celtas y Astures, ya lo utilizaban en sus desplazamientos por el Noroeste.

La Cruz de Ferro


          “La romanización de la zona convirtió a este riguroso paso por el Puerto de Foncebadón  en Calzada, pero, sin duda,  su mayor esplendor vino de la mano de las peregrinaciones medievales desde toda Europa hacia la tumba del Apostol Santiago, en Compostela

          “Este alto, donde hoy se alza la Cruz del Ferro sobre un creciente montículo de piedras, es, sin duda,  un lugar en el que convergen mitos y supersticiones paganas enraizadas en la tradición celta y romana con creencias cristianas.

          “Se pierde en la memoria de los tiempos el momento en que 'los cantos' comenzaron a acumularse como ofrenda a alguna divinidad, protectora de los caminantes expuestos a multitud de peligros en su transitar. Hoy todo peregrino brinda también, ante esta cruz de hierro de  sencilla factura, su tributo pétreo, a veces traído desde muy lejos, para que el último trayecto de su peregrinación hasta Santiago de Compostela le sea propicio”
      
          A unos metros de la veterana cruz, el Centro de Galicia de Ponferrada ha plantado una moderna ermita dedicada a Santiago Apóstol.

          Manjarín, otra gloria del pasado, ya contaba con  un hospital  en el siglo XVI. Hoy sólo tiene habitada la polémica  chabola de Tomás, el que se dice comendador actual de los Templarios. Llego a las 14,30 con la segunda mojadura del día. Otra hora charlando con el personaje solitario y extravagante, héroe o villano, pero historia del camino desde que habilitó un humilde refugio con los más elementales medios para el cobijo y la subsistencia. Me seco y caliento en el hostal-refugio-cuadra-vivienda, escuchando sus historias templarias. Hago el número 61 de los que han estampado  en la credencial su preciado sello.

          Otra subida me sitúa de nuevo a la misma altura que en la Cruz. Al lado se divisa una torre de control del ejército. De ahí hasta bajar a El Acebo me remata la tercera tormenta del día. El descenso de nivel es muy pronunciado, por lo que las rodillas acusan la carga del cuerpo. Cruzo a un holandés caminando la ruta Córdoba Santiago Holanda.

          A las 3,10 llego empapado de agua y aterido de frío al mesón El Acebo. En el concurrido comedor veo varias caras conocidas. La estufa central quema leña con rabia para secar prendas y calentar los cuerpos que vamos llegando congelados. El menú especial que ofrece la casa me devuelve en seguida al placer del camino y a la sobremesa animada. Garbanzos maragatos, codo de cerdo, costilla y chorizo, flan casero, vino, café y chupito de orujo, por 11,85 €, cerca de las dos mil pesetillas.

         Tan recuperado y animado me encuentro en una hora, que me echo el makuto  y las prendas de agua al cuerpo para seguir haciendo camino. No consigo salir del umbral de la protegida casa. Los consejos de los conocidos y el temporal de agua nieve que no cesa de caer me devuelven al nido.

            Están Antonio el madrileño, Angel, Ronie  y  la japonesa con la que “charlé” en Astorga.Hay unas 30 plazas. Consigo una litera de abajo. Al final se llena. Una tarde para la tertulia y el descanso.El frío, la niebla y la lluvia de agua nieve hacen fantasmagórico el atardecer en la montaña. Los pocos vecinos deben de estar en su piso de Ponferrada, porque la calle está desierta en mi paseo, las casas muy cerradas y sólo humean un par de chimeneas.

          El abundante almuerzo maragato aún anda por mi estómago, por lo que sólo ceno un vaso de leche con colacao en la barra del bar.

          A las 9,30, que hoy parece más de noche que nunca, el dormitorio invita al silencio.
         

Jueves, 23 de mayo.

15ª  ETAPA: EL ACEBO – VILLAFRANCA DEL BIERZO

37,5 kms

          Salto de la litera a las 6,45 y a las 7 marcho con dos canadienses. Desayunamos en el bar, que está unido y atendido por los mismos propietarios que el restaurante y el albergue.

          Dejo atrás los montes que atravesamos ayer. La noche, como nos lo anunciara ayer,  los ha cubierto de un manto de nieve. Me adelanta corriendo Antonio. Este jubilado bancario de 71 años hace su quinto camino corriendo. Es otro ejemplo de las grandezas o rarezas de esta aventura. Con sus escasos  55 kilos, un amplio chubasquero que tapa su calzón muy corto de corredor, una mochila muy ligera y unas zapatillas supertrotadas, corre a 6,5 k/hora, haciendo etapas de mi talla.  Le alcancé en Mansilla, donde me dió la noche roncando. Nos contaba en la entretenida comida de ayer la última de sus mil graciosas anécdotas.

          “Cuando adelanté corriendo a dos mujeres, oí como la hija decía a la madre: Vamos a darle un pantalón a ese señor, que se lo han robado y va corriendo de frío y de vergüenza

          Delante del pequeño cementerio de El Acebo, la escultura de una bicicleta quebrada homenajea al peregrino ciclista que dejó la vida en una caída  en la primera curva de la entrada al pueblo por arriba. Me dicen que las creencias religiosas, llevadas a su extricto cumplimiento, no le permitieron una transfusión de sangre imprescindible en el hospital de Ponferrada, donde terminó su poeregrinación.

          Junto al “monumento al peregrino” se inicia la carretera a Compludo, lugar donde se conserva una herrería medieval.

          La bajada  hasta Molinaseca, que es de 8,5 kms. y 560 metros de desnivel, me cuesta tres horas. Es un castigo duro para mis piernas y rodillas. Gabi, el mocetón inmenso y barbudo del valle catalán de Bohi, me adelanta como una centella. Un humilde hombrecillo se me cruza a unos dos kms. antes de Molinaseca. Me ofrece algo que no entiendo. Pero insiste. “Que tiene manos para curar mis piernas, que nota que me duelen mucho” Pastor y analfabeto, como se define, jubilado de 70 años, dice que ya lleva tres desde que descubrió que sabe curar con sus manos “milagrosas”. Que se inició por casualidad curando a un médico alemán. Ahora sube a su chabola de plásticos arriba en el monte. Me da una sesión de masajes de cincuenta minutos. Me adelantan varios. Yo sentado en una piedra y recostado sobre mi propia mochila, el curandero milagrero arrodilado, se afana en agilizar con sus rudas manos la circulación sanguinea de mis doloridas y agarrotadas piernas. El improvisado lugar y difícil postura hacen pensar a más de uno en una caída y cura de emergencia.El alivio y la recuperación ya son para mí un suficiente milagro.

          Molinaseca es un vergel, fértil de aguas,  para contradicción de su nombre. El puente medieval sobre el río Meruelo, las calles y casonas blasonadas y torreadas nos apuntan una importante villa, que llegó a tener hasta cuatro hospitales.

          Sigo con Ronie hasta Ponferada, capital moderna del Bierzo, donde desayunamos a las 11. La compra de otra máquina de fotos desechable y un paseo distendido por su casco monumental me hacen despedir a mi compañera americana, que prefiere no perder tiempo en esta urbe minera.

          Sello a las 12  en la Basílica de Nuestra Señora de la Encina, patrona del Bierzo. Llamo a casa. Nere me da la peor noticia sobre Mamés. Le han abierto para operar y han visto su cuerpo demasiado invadido por el mal. Cierran sin más y las esperanzas disminuyen. Las lágrimas delatan el hondo impacto que me produce.

          Un hombre con portafolios de cuero y aspecto de ejecutivo me pide que rece por él en Compostela. Pero rehuye contarme alguno de “sus muchos problemas”. Estamos delante del Ayuntamiento. Y estos días el Alcalde es noticia “por problemas graves con una compañera”.

          Belinda es la camarera del bar Gran Sol, en Columbrianos, donde me alimento con otro bocata a las 13,30. Y Carmen, en Camponaraya, me invita y ayuda a coger una bolsa de cerezas del frondoso frutal que adorna su casa.

          Aquí saben quedar bien. Una placa me distrae por su originalidad comercial.  Es en la Cooperativa Viñas del Bierzo de Camporaya. “Peregrino: Este es el Camino de Santiago. Y ésta la Cooperativa más antigua del Bierzo. Trae tu pan y llévate nuestro vino que con pan y vino se anda el Camino”. Son las 15,20. No paso a comprobarlo.

          Cacabelos, a las 16,40, me acusa la carga de 29,5 kilómetros. El “milagro” del curandero  empieza a desaparecer y vuelve el dolor. Las chicas del albergue municipal me tientan a quedarme. Manuel, un joven treintañero de Logroño, también llega justo, pero nos animamos recíprocamente y huimos hacia delante. Compartimos las cerezas y sufrimientos que nos quedan. Las primeras se terminan. Los otros se incrementan.

          Junto al Ave Fénix, el conocido albergue  privado de Jesús Jato, está la iglesia de Santiago, con su puerta del perdón, con privilegio especial para otorgar el jubileo. Pasamos a las 6,10, cansados y maltrechos, cuando los nativos salen de alguna ceremonia. Los reflejos, un poco ciegos, no me han invitado a subir los seis peldaños para ver la única iglesia que, a excepción de la catedral compostelana, otorgaba el jubileo. Bueno, eso fue en otros tiempos, para evitar a los enfermos y maltrechos una muerte casi previsible en las difíciles jornadas restantes. Unos minutos después cumplo la vieja tradición de golpear con mi frente su sagrada puerta para redimir mis pecados.

          Los dos albergues de Villafranca distan  300 metros y están en la entrada. Ronie y Antonio están en el Municipal, que es más moderno y amplio. Manuel y yo cenamos y dormimos en el “hospital” de Jato, el de toda la vida.

¡BIENVENIDOS AL HOSPITAL “AVE FENIX”!

“Un hospital hecho con amor,
una idea que nunca muere,
con energía de Dios.
¡Que vengan los que tengan que venir!
¡Que beban los sedientos!
¡Que coman los hambrientos!
¡Que sanen los enfermos!
¡Que se queden los que tengan que quedar,
 que sigan los que tengan que seguir!
A todos un ULTREIA  y un abrazo de LUZ y AMOR.
AVE FENIX – Jesús Jato”

           “El Jato” es un personaje especial en el Camino. A sus 62 años sigue trabajando en su proyecto y realidad de ayudar a los peregrinos. Pionero de los hospitaleros modernos, su cuerpo enjuto y manos machacadas reconstruyen todos los dias por partida doble. Como albañil, su humilde edificio. Como curandero, a los peregrinos con sus propias pócimas y masajes.

          Virginia hace de hospitalera y cocinera. A las 8,45 cenamos unos 15 ó 20 por 6 €, con el desayuno de mañana incluido. Sopa de champiñones, ensalada, huevos con chorizo y algo de jamón cocido, tarrina de natillas y café con leche.

           Aparece Jato y me da un masaje con ungüento de hierbas naturales a mi perna derecha. No le falta un poco de ceremonia teatral ni la conversación animándome. Me insiste en que mañana, si continúo, me lleva la mochila hasta O Cebreiro. Es otra de las veteranas atenciones del Ave Fénix a todos sus clientes que lo deseen.

          En el Municipal había inscritos 57. Aquí 31 de 45 plazas. En ambos siguen siendo mayoría  los extranjeros. La cena es demasiado silenciosa, quizás por  la diversidad de nacionalidades, el hambre y el cansancio.

          Paso una mala noche. Las intenciones y hierbas del curandero no dudo que habrán sido excelentes, pero no han conseguido mitigar mucho mis dolores. Una especie de agujetas  por casi todo el cuerpo no me permite conciliar un sueño continuado.


Viernes, 24 de mayo.

16ª ETAPA: VILLAFRANCA DEL BIERZO – O CEBREIRO

31,5 kms


          Pero el cuerpo castigado, tras nueve horas tumbado en la litera, descansa lo suficiente. Salgo a las 7,45, después de ingerir un aceptable desayuno, detalle de la casa. Hay que vestirse de entrada como de frío. Y tras desayunar cambiar a de agua, chubasquero y capa incluida. No se me ha secado lo lavado ayer, lo que me obliga a hacer la dura etapa de hoy con una carencia arriesgada. Porque   el pantalón corto no tiene braguilla y cada día me cuelga más grande por la pérdida de peso.

          Colgados con imperdibles en la mochila viajarán toda la húmeda jornada los calzoncillos, calcetines y niki  amarillo, pero tapados con la esclavina y la capa de agua.

          Al atravesar Villafranca me prometo que volveré a visitarla, porque ayer el cuerpo no me lo permitió. Monumental y situada en un fértil valle junto al río Burbia, marca con Astorga y Ponferrada los muchos siglos de historia del Bierzo.

          Cuando las circunstancias y la climatología son adversas, un error leve multiplica los problemas. No he advertido en la guía y estudio previo de esta etapa que el paso por Pereje, siguiendo la carretera, ahorra tres kilómetros y el paso de una sinuosa montaña. La subida a Pradela es dura, aunque me va bien. Arriba, un pueblo con menos de 30 habitantes donde  pregunto al pastor y al leñador por los castaños. Coinciden en que hay más de 10.000 y de todas las edades. Es como una pradera en lo alto de la montaña, pero inmensa. Es una maravilla cómo cuidan los castaños y su suelo. Sólo por ver esto ha merecido la pena esta vez equivocarse. Y la vista desde arriba es impresionante.

          Abajo, en el valle, por el que el río Valcarce se abrió camino hace miles de años, un intruso, una especie de dragón interminable de hormigón y asfalto, con el nombre de “Autopista 6” se está comiendo la base y ladera de la montaña.

          Junto a la aldea de Pradela, que bordeo por su izquierda, una oveja albardada de basura está entregada a la muerte. Más adelante encuentro a su rebaño y pastor, que me confirma su estado terminal.
          La bajada a Trabadelo es casi en picado, un martillo para mis rodillas. Tampoco pìllo bien el atajo que me indica el pastor. Otro kilómetro de más.

          En el fondo del valle, el río y la carretera serpentean para arriba casi engullidos por el nuevo dragón.  Rugen las máquinas y los vehículos en otra tercera vía, la que se hizo hace sólo una decena de años. Varios de los pueblos del valle de Valcarce están siendo acribillados paisajísticamente por las tres carreteras. Me duele más la barbarie ecológica que el cansancio de los 600 kilómetros. Quiero cerrar los ojos y pasar rápido de aquí.

          En Portela hay un area de restaurantes para excursionistas y trabajadores. Coincido al almorzar con una excursión de Madrid, con los que comparto mesa y conversación peregrina. Son las 12. Un bocadillo de lacón y el café con leche 3,90 €.

          En Cacabelos inicio el sellado de mi tercera credencial. A las 12, 20  me plasman en la Casa de Turismo Rural de Ambasmestas el 68º sello.

          En Vega de Valcarce gritan de lejos mi conocido nombre. Es Virginia, la hospitalera de Jato que nos puso anoche la cena. Ha subido a negociar con el palero y otras compras. Paso un buen rato con ellos en su cuadra del negocio. El artesano dice que está en decadencia su trabajo manual. Tiene centenares de cachabas y palos todos diferentes. Le pago 4 € por dos y les dejo en su trato.

          Se acentúa gradualmente la subida. Ruitelán, Herrerías y La Faba. Llueve al poco de haberme cambiado el atuendo que traigo desde el amanecer, tras tres horas de escampada. Me enfundo de nuevo en las capas y plásticos. Desde Herrerías se agudiza la cuesta y la lluvia. Dos horas y media para 9 kilómetros y salvar más de 600 metros de desnivel, pasando de los 690 de Ruitelan a 1300 en O Cebreriro.

          A la entrada de Galicia, un kilómetro después de Laguna de Castilla -el nombre del pueblo equivoca-  un mojón monumental marca 152,5 a Santiago. A pesar de la niebla, el agua, el barro y el frío esta entrada inyecta una gran dosis de moral  que empuja a seguir caminando.

          O Cebreiro, a las 4,20 cuando llego me sobrecoge porque aparece como un lugar fantasma- górico. La niebla es tan cerrada que casi me lo paso de largo. Otra vez, unos cuantos metros inútiles de más, porque no consigo ni leer los carteles. A tan sólo unos cientos de metros de su centro y el Santuario de Santa María la Real está el moderno, grande y bien cuidado albergue de 80 plazas.

          Esta mañana he tomado una aspirina para aliviar mis calamidades. He terminado sobrado, con ganas de hacer 10 kilómetros más. La tarde invita a quedarse en el cómodo albergue,  secando toda la empapada ropa en el radiador eléctrico junto a mi cama individual y actualizando mi meticuloso diario. A las 7  tengo todo el trabajo hecho, por lo que me marcho a ver el pueblo de las pallozas, su más visible referencia, que es sin duda el más mítico y simbólico de la Galicia profunda y rural del Camino.

          Todavía el sol nos hace un guiño para dejarnos sacar las fotos obligadas y ver el pueblo y su panorámica con luz natural. Cenamos bien en el  mesón Manolo. Los madrileños Antonio y Joaquín,el riojano Manuel, el catalán  Gabi, la americana Ronie y el vasco Patxi. La animada sobremesa y la charla con los nativos nos hace llegar a dormir a las 11, fuera de control. A oscuras y en silencio se complica encontrar la cama y dejar todo preparado para la mañana siguiente. Pero hay que hacerlo.


Sábado, 25 de mayo

17ª ETAPA: O CEBREIRO – CALBOR

33,5 kms

          Aunque en la amplia estancia dormimos más de 40 caminantes, unas horas después de pagar los radiadores eléctricos, noto un poco de frío. Salgo en ayunas a las 7,15. Ninguno de los varios mesones del afamado lugar madruga para calentar el estómago del peregrino. En esto les doy un suspenso ¿Tan poco negocio dejamos más de 150 “turistas”, para que nos castiguéis sin desayuno?

          El alto de Poio, en Padornelo,  está a 1337 metros de altura – techo del camino en Galicia- y a 9 kilómetros de O Cebreiro. Es una pequeña barbaridad empezar el día con dos horas y media sin alimento ni agua. El último kilómetro, que es en cuesta arriba,  me empieza a anunciar una debilidad preocupante.

          Me recuperan dos huevos con cinco tajadas de lomo, todo casero presume la hostelera y cocinera. Además, regado con medio litro de agua y un café con leche doble. Son 4,80 €. Fatal alimentación la de este día por la montaña gallega. Su escasa infraestructura turística no me va a permitir probar el siguiente bocado hasta las 8 de la tarde. Hay que cuidar estas etapas y llevar alimento en la recámara de la mochila, aunque sean fabricados energéticos que tan mal me caen.

          Cuando llego a  Triacastela, a las 13 h. pero sin hambre, me preocupo más de ver el pueblo y sus monumentos que de llenar el zurrón. Camino varios  tramos con Manuel y con Ricard, con quienes almuerzo en el alto de Poio. E incluso doy uno de los palos al catalán, que  lo necesita en la larga bajada. Pero después no puedo aguantar sus zancadas. “¡Nos vemos en Calbor, si llegamos!”

          Etapa de montaña, de sube y baja, por  la Galicia rural y ganadera, la más humilde y parada en el pasado, que me ha roto las piernas y un poco el alma. En las míseras aldeas  se respira el estiércol  y  el sufrimiento silencioso de sus mujeres con la cabeza tapada y la cara arrugada

          Así describía a  Galicia en el siglo XII el clérigo francés Aymeric Picaud, en el Codex Calixtinus, la primera guía conocida del Camino:

          “Abunda en bosques, es agradable por sus ríos, sus prados y riquísimos manzanos, sus buenas frutas y sus clarísimas fuentes. Es rara en ciudades, villas y labradíos. Escasa en pan de trigo y vino, abunda en pan de centeno y sidra, en ganados y en caballerías, en leche y miel y en grandísimos y pequeños pescados de mar. Es rica en oro y plata, y en tejidos y pieles silvestres, y en otras riquezas, y sobre todo en tesoros sarracenos.”

          Peregrinando 867 años después de aquel supuesto 1135, podemos comprobar, a pie de ruta, lo que perdura y lo que ha cambiado de este relato, a medio camino entre la realidad y la leyenda.

          Triacastela conserva el ábside románico (s.XII) de la iglesia de Santiago. Tuvo hospital y cárcel para peregrinos. De aquí a Sarria puede elegirse el camino de Samos, para poder ver uno de los monasterios más antiguos de occidente, con orígenes en el siglo VI. Pero mis pasos eligen la ruta de las pequeñas  y viejas aldeas – A Balsa, San Xil, Montan, Fontearcuda, A Furela y Pintín - , con un paisaje rural de gran belleza y con muestras únicas de vegetación autóctona, además de gran tradición jacobea.

          Vuelvo a sufrir. La rodilla izquierda y el estómago. Medio litro de agua, que pedí a una lugareña hacia las 12 para tomarme una aspirina, me ha revuelto. No hay problema para evacuar a la vera del bosque, porque la tarde está casi desierta. Sólo andamos a estas horas los pocos raros esforzados que pateamos más de 30 kilómetros. Y como llevamos parecido ritmo, ni nos adelantamos ni nos vemos.

          Montán sólo tiene 14 nativos. La estampa me invita a parar y pedirles permiso para sacarles una foto y charlar otro rato. Ella teje calcetines de lana mientras el hombre contempla el tesoro de la familia. Conviven más que cuidan, en un pequeño prado abundante en hierba alta, sus veintisiete vacas y novillas. Me imagino estar cincuenta años atrás en las laderas de Pozoportillo, en la Euskadi occidental de Ayala, hablando con mi padre y cuidando el rebaño de vacuno.

          Otro apretón en plena aldea de Pintín me obliga a usar una casa que está arreglando. Me entretengo descansando y hablando con los dueños. Me saluda y adelanta Ronie, que viene cargada desde Triacastela con nuestra cena, como quedamos en el almuerzo del alto de Poio. Hoy me viene pisando los talones.

          Segunda gran etapa de montaña con descenso de hasta 900 metros de desnivel. Llego débil y roto a las 17,40 h. a la antigua escuela de la aldea de Calbor, a 5,5 kms. de Sarria. Hago el número 13 y último de los que dormiremos hoy en este coqueto albergue de 26 camas

          En Galicia, los hospitaleros son  funcionarios de la Xunta, lo que les imprime otro estilo. Personas más anónimas que tienen otra actividad complementaria, y a veces la principal. A las 8 de la tarde aparece y desaparece casi de inmediato la responsable, con la disculpa de algo de gripe y de tener que atender sus vacas.
 
           Es de agradecer para los peregrinos la gratuidad de la estancia. Galicia vende así  su turismo.Y su gobernante distribuye sus placas por el territorio más marginado, y se colocan grandes y bien visibles:

                                                   
 “Este albergue foi inaugurado no
Ano Xacobeo 93 polo Excmo. Sr.
D. Manuel Fraga e Iribarne
sendo consellero Excmo Sr.
 D. Victor M.Vázquez Portomein”

          Hace sol por la tarde. Pero la brisa es fría. No me he quitado el forro polar en todo el día. Y ahora con calcetines y sandalias, tras el rutinario aseo y cura de pies, no entro en calor.

          Ronie, Antonio y Ricard están preparando una cena fría. Me conceden dos minutos para terminar mis escritos. Detrás de mí aún ha pasado algún peregrino camino de Sarria. A las 19,59 nos sentamos a la mesa y a la charla, ya de amigos, que llevamos varios días coincidiendo en penas y alegrías. 
          Ha sido idea del veterano corredor quedarnos en este tranquilo lugar, pórtico del bullicioso Sarria, punto de encuentro y partida habitual por aquello de que dista un poco más de 100 kms.a la meta, distancia imprescindible para conseguir “la compostela”.

          Me comentan la historia de los belgas de Burgo Ranero. Un matrimonio de 30 y 35 años, con sus dos hijos de 5 y 8. Llevan seis meses de viaje en burros, que compraron hace un año, y conviven con ellos desde entonces.  De Santiago piensan ir a Fátima. Y el regreso, según las circunstancias. En el Burgo leonés han fallado las “botas” de sus pollinos y han tenido que recurrir al herrero del pueblo.

Domingo, 26 de mayo.

18ª ETAPA:CALBOR – PALAS DE REI

51,5 kms

         El mayor sorprendido de mi inmediata recuperación soy yo. Me bastan todos los dias un par de horas, las de la ducha, alimentarme un poco y escribir, para encontrarme casi recuperado y pletórico. El descanso nocturno, que se me hace eterno porque no consigo un sueño estable ni partido superior a cinco horas, tiene que ser como la recarga a tope de la batería. Porque en cuanto amanece mi mente y mi cuerpo empujan al unísono a andar.

          Llego el último a veces, pero salgo de los primeros casi siempre. Un café con leche caliente me despide a las 7,45 de Ricard y Ronie. En Sarria me comprometo y empiezo a alimentarme más y mejor. Saco de la reserva de mi botiquín una pastilla de Voltaren, a ver si es verdad que vale para casi todo. Me confirman en su albergue que han pernoctado 59, pero 9 en el suelo. Hicimos bien al seguir el consejo de Antonio.

          Una germana del norte, 30 años y 1,89 de altura, viene desde Jaca con su hijo de dos años. Después de caminar 42 dias le han fallado las ruedas del coche del niño. Poco he podido hacer para ayudarles, pero lo he intentado. ¡El más joven peregrino se lo merece!. Y la belleza y valor de su madre también.
          Tampoco esta madrugada nos ha perdonado el frio, la ventisca y la lluvia, que una vez más me obliga a encapotarme. Tras la parada de Sarria, me alcanza Ronie. Aguanto su ritmo y nos acoplamos. Comemos en Casa Cruceiro, en Ferreiros, a las 12,30. A ambos nos une un nuevo reto si los cuerpos nos aguantan. Pasar de  50 kilómetros en la etapa de hoy es un nuevo record que nos ilusione a los dos.

          En Gonzar, Antonio y Ricard tienen reservada la cama, según consta en el libro registro de entrada con los números 11 y 16. Son las 16,20 y vamos tan fuertes y decididos, que no podemos parar fácilmente. Les encontramos después en el bar y nos disculpamos. Intuimos haber dejado a Ricard con ganas de acompañarnos. Pero aún nos quedan 17 kilómetros al objetivo, donde es probable que no encontremos cama. ¡Estas osadías se pueden pagar caras!

          Nos deja en paz la lluvia a media mañana y la ruta nos entretiene más en la conversación que en el paisaje del entorno, que no nos llama especialmente la atención. Me parece ya la Galicia agridulce, donde el pasado rural choca con un presente industrial y urbano poco definido. La belleza natural empieza a ser asaeteada por la mano insaciable del hombre. Es sólo el embrión de lo que nos espera al entrar en la influencia de la urbe compostelana.

          Volvemos a alimentarnos en Ventas de Narón, donde tengo el hambre y el capricho de probar una excelente ración de pulpo gallego, aunque son las 17,20 y la cocina del restaurante está cerrada.Convenzo al camarero, reticente en principio, que nos lo prepara como el mejor experto.

          Nos hemos entretenido más de una hora y aún nos restan 12 kilómetros, pero vamos muy bien. A las 19,20 sello en Ligonde, en un pequeño albergue -antes escuela- bastante solitario y destartalado, donde no había nadie ni para discutir. A partir de aquí quedan 8,5.  La caminata empieza a hacer mella. También a Ronie, que viene aún sorprendida de sí  misma

          Y los 5 últimos kilómetros, casi de manera súbita, parece que se acaba la fuerza del Voltaren y el pulpo. La rodilla izquierda se queja y sufro para mantener el ritmo de mi compañera.

          A las 9,20, ya anocheciendo, duermen en sus literas los casi 58 albergados, cuando llegamos a Palas. Como cena, un vaso de leche con colacao.  Y antes y después de ducharme aún me quedan fuerzas para la charla en el vestíbulo, porque me brindan oportunidad para ello.

          No hay camas. Un lituano se empeña en cedérsela a Ronie. Consigo entenderle y convencer a mi cansada colega para que acepte el obsequio, que viene con buena intención.

          El lituano Juan es otra historia del camino. 30 años, vuelve de Santiago y Fátima. Lleva caminando a pie 20.000 kilómetros en dos años y medio, tras atravesar Europa. Espera llegar en otros cuatro meses a Roma y en año y medio a Jerusalen. Desconoce las distancias que le quedan hasta el regreso a su tierra lituana, pero programa unos cinco años en total de “su camino”. No tiene  ningún dinero, pero su vestimenta es adecuada y su educación y modales me parecen exquisitos. Con su fibroso cuerpecillo de 55 kgs. viaja una gruesa carpeta con documentación y papeles. Me enseña, instalándolas en el suelo, más de una veintena de credenciales que contienen más de un millar de coloridos y variopintos sellados de toda Europa. Se defiende en varios idiomas, fruto de su necesidad en esta experiencia. Prolongamos la charla más de media hora en su elemental castellano. Y creo entenderle que, tras la muerte de su mujer e hijo, está realizando una promesa.

          Ramona es la hospitalera e Iñaki Azkona un chaval de unos 30 años de Barakaldo empeñado en ayudar en aquel albergue, a quien alucina mi llegada, odisea y fuerza. Toma notas de mis comentarios e insiste en ofrecerme contactar con ETB, la televisión vasca, para algún programa que dirige un conocido con quien se relaciona en su trabajo en Yurreta  Dice que es un programa en el que entrevista a gente fuera de lo corriente. Mi “no” es tajante. Ni he venido a hacerme publicidad, ni me gustan los “arreglos de la tele”.

          Si la actividad del día ha sido fuerte, para poder andar los 53 kilómetros totales que habremos hecho, no lo son menos estas dos últimas horas en el albergue. Me ducho a las 22,30 cuando ya todos duermen. El lituano descansará en el duro suelo de terrazo. Yo, juntando dos viejas butacas individuales de skai , lo intento encogido en el saco para no caerme. A las 23,16, tras oír las campanadas de los “cuartos”, termino de escribir y quiero dormir.

          El tiempo nos sigue maltratando. Ha durado poco la paz de mediamañana. El arco iris nos ha mostrado sus colores, anunciando los cambios. Y nos ha vuelto a mojar. Y a guiñar el sol. Y los cambios de ropa, aunque la práctica ya me da bastante soltura para manejarme con un brazo, no son plato de mi gusto. El tiempo lluvioso, frío y revuelto es malo para el caminante.


Lunes, 27 de mayo.

19ª ETAPA: PALAS DE REI – RIBADISO DE BAIXO

26 kms.

          Aunque Ronie y yo mantenemos similar plan, fuerza y respeto recíproco, nada acordamos ayer para hoy. Sin hablarlo, éramos conscientes de que podíamos amanecer rotos o al menos más tocados que otros despertares. Para mí, dormir en el sofá ha sido otra experiencia y penitencia. Pero siempre se puede llegar más lejos cuando la mente está pletórica y el cuerpo llega a regular.

          A las 5 empiezan las excursiones al baño y a sonar los muelles y plásticos. Tengo que salir a las 6,15 porque mi “suite” es el pasillo por el que marchará toda la caravana.

          Otra vez la falta de desayuno hasta las 9,10 en O Coto-Mellide, sumándose a la  frágil cena, me dejará más tocado que la reventada de ayer, ya superada. Juan se empeña, después de acompañarme durante dos horas, en comer el tradicional pulpo y vino en Casa Ezequiel de Mellide. Las 12 es una buena hora, aunque seamos los primeros. Pero mi mente, más que mi estómago, me advierte del peligro. La afamada caldereta está un poco fría. No me he podido resistir a la insistencia e invitación de Juan. Y nos engullimos la amplia ración y la botella del fresco riveiro. Me intuyo pletórico pero envenenado.

          Sólo llevo 15 kilómetros cuando sello y saco dinero en el BBVA de Mellide, a la 1 del mediodía. El sufrimiento se confirma pronto. Durante una hora aguanto a duras penas el ritmo de Juan. Tengo que insistir que siga a su paso, aunque no quiere dejarme solo. La charla es agradable pero mi rodilla no puede. Se ofrece a llevarme la mochila. Tampoco es el problema. Nos despedimos hasta Ribadiso.

          En ningún tramo del camino me adelantan tantos. Voy perdiendo ritmo y fuerza. Los últimos cinco kilómetros son el mayor infierno desde el jueves 9 de mayo, que saliera de Roncesvalles, 700 kilómetros atrás. Ya no veo ni contemplo las aldeas. Un médico alemán  me ofrece ayuda. Me tomo la pastilla de vitaminas que me da las fuerzas para el último kilómetro. No he parado en ningún momento, por la sospecha de resultarme más difícil la arrancada.

          A las 16,15, tras atravesar el puente medieval sobre el río Iso, me tumbo en una litera de arriba del albergue de Ribadiso. Es la primera llegada que me obliga a hacer esto, dejando los deberes recomendados para dos horas más tarde. Siendo difícil clasificar las alegrías y dificultades de esta experiencia, estas horas quedarán en mi recuerdo como de las más sufridas.

          Este albergue viene en la portada de alguna guía. Está considerado como el más bonito de Galicia, gracias a su acertada rehabilitación en un entorno rural y natural de gran belleza. Aseguran que fue el último hospital histórico que permaneció abierto en el camino francés al servicio del peregrino. El edificio fue vivienda rural y molino privado hasta 1993, que fue recuperado y restaurado de nuevo para los peregrinos.

          A las 19,30, después de la ducha y cura de pies, ya tengo fuerzas para recorrerme las amplias instalaciones exteriores al edificio principal en que nos alojamos. Junto al hórreo del extenso prado, unos franceses prefieren pernoctar en su tienda de campaña. En verano se llena de acampados. El río que lo bordea puede invitar a quedarse.  Pero hoy sus aguas frías y la humedad me hacen tiritar cuando me descuido sentado un rato en uno de sus caprichosos árboles de la orilla, echando a volar mi imaginación bucólica.

          Miren Edurne - qué nombre tan orgullosamente euskaldun- es una uruguaya que vive en Sao Paulo de Brasil, que también medita sentada junto al río. Después me ofrece un té y una sesión de reiki  que alivia mi rodilla izquierda.

          La voz de Iñaki Azkona, que ha llegado media hora detrás de mí, es la única que rompe primero el gran silencio en el dormitorio, desvelando mi inusual sueño, y después en la calle, servicios y comedor la enorme paz silenciosa que emana del lugar.

          Por obligación personal y coraje aguanto hasta las 22, ya sólo en el salón y comedor, escribiendo el resumen del día. Todavía muy cansado, destemplado por el frío y con sueño como nunca, me entrego el último al descanso. Por fin no se me hará larga la noche.

Martes, 28 de mayo.

20ª ETAPA: RIBADISO DE BAIXO -  SANTIAGO

41 kms

          A las 7,20 empiezo a cojear. Mi referencia dice que me quedan  39,5 a Compostela. Calentamiento suave en los dos primeros kilómetros. Desayuno a las 8,20  en el hostal O Retiro, a la entrada de Arzua, por 3 €. Otro día de  niebla, frío y lluvia intermitente, aunque suave en principio.

          Me adelantan los australianos que también me vieron ayer. En este tramo disfruto entre prados, robles y eucaliptos que rodean pequeñas aldeas. En Calle se pasa por debajo de un tradicional hórreo algo deteriorado, lo que me sugiere llevármelo en una foto. Unos metros después sorprende  el chiringuito El Carro, que a las 11 ya tiene un montón de peregrinos alimentándose. El lugar es simpático. Me recuerda a la tasca de Vitorino por su desordenado escaparate, pero estratégica situación. El precio, igual que en la mejor cafetería, 3,80 €, con manzana y naranja para el viaje incluidas.

          Espero a José, el abogado alicantino afincado en Madrid, que hace su octavo camino. Continúo con él hasta Monte de Gozo, que llegaremos a las 18,40. Comemos a las 17 en un bonito y muy limpio mesón, el Porta de Santiago, en Lavacolla. Llegamos bastante mojados por no habernos colocado las capas. Después tomamos el remedio, pero casi es mayor el estorbo que la lluvia.

          En esta última etapa voy de menos a más. Con cada metro voy mejorando. Además de dosificarme mejor, tiene que influir la inminente cercanía de la meta.

          A las 12,15 rezamos en silencio ante unas botas de bronce. José me cuenta la historia, que casualmente le tocó vivir. Kilómetro 25 a Santiago.

“Guillermo Watt
'Peregrino'
Abrazó a Dios a los 69 años
a una jornada de Santiago
el 25 de agosto de 1993, año santo.
Vivas en Christo”

          Es una placa en bronce con una concha. Y aparte las botas. Está la derecha del camino. Obliga a parar y rezar una oración.

          “Le vimos morir unos 100 metros antes. Iba delante de nosotros. Habíamos coincidido varios dias con él. Infarto fulminante. Iba sólo. Era español y farmacéutico de Madrid”. Me lo cuenta el abogado con muchos más detalles, como si fuera ayer. 

          Al acercarnos a la ansiada meta, algunas edificaciones, como la Televisión Gallega y el Complejo Alberguista del Monte de Gozo, han desviado el camino, incrementando la distancia, según los veteranos expertos. En todo caso, sea por ello o por el agua que no cesa de caer, hace rato, mucho rato que he perdido de vista los mojones jacobeos.
         
          Al sellar en el inmenso albergue de 800 plazas gratuitas de Monte de Gozo, también reservamos cama. En el pabellón 11, departamento 151 vamos a dormir con una joven austríaca que me reconoce de coincidir en Estella. Después ha dado varios saltos en autobús. También un matrimonio de Alicante con el que hemos andado el último cuarto de hora. Y el abogado José,  que se ha empeñado y me ha convencido para esta reserva

          “Si no os importa prefiero una litera de abajo, pero no os prometo que vaya a venir” les digo al despedirme y echar a andar bajo la lluvia. Mi objetivo es llegar hoy a la catedral. No me vale que desde aquí se divisan por primera vez las agujas de la meta jacobea. Hoy la lluvia no deja verlas. Tampoco copiaré a los peregrinos de antaño que tenían por tradición higiénica lavarse enteros en el riachuelo de de Lavacolla, lo que pudo dar el nombre al lugar.

          Quiero llegar. Tan obsesionado estoy en llegar, que  en la casi media hora que nos entretiene este macroalbergue no he retirado la mochila de mi espalda, ni me he desnudado de la capa y el bordón. Vuelo los últimos cinco kilómetros, a pesar de las dificultades añadidas. Las señales son escasas o se apartan de mi vista. Y los transeúntes pasan  ya de los peregrinos, por llamativos que vayan. Mi figura, que sigue escayolada y cojeando, va casi embutida en una llamativa capa roja, que por el bulto de la mochila y el efecto encorvado como defensa del agua de frente, tiene que parecer la de un miserable jorobado, casi un quasimodo .  Y más al añadirle un bastón llamativo con una especie de figura de una cabeza de cabra encima de la empuñadura, artesanía del palero de Valcarce.

          ¡Tengo que llegar antes de las 8 de la tarde!  Los últimos metros son contra-reloj, contra los semáforos, contra la gente. Busco las conchas en el suelo. No pregunto, porque los humanos me parecen seres de otra galaxia, ninguneando a este esforzado peregrino. A las 7,50 entro en la Catedral por la puerta de Platerías.

          La oficina de la peregrinación está en otro lugar. La localizo a las 19,55 h., a punto de cerrar. No hay cola. Estoy sólo, lo que me permite un relajo y una distendida charla con Ana López, una estudiante de Humanidades y Teología, que me echa el último y más preciado sello en la credencial.. Por las etimologías de los nombres que me da mi apreciada primera “compostela”, mis conocimientos de latín y mi esforzado y penitente viaje, me sugiere una entrevista en la Televisión Gallega. Ante mi contundente y razonada negativa de que huyo en este momento de esa mundanal y efímera fama, su segunda oferta es de que lea mañana la epístola  -ahora se llaman lecturas- en la misa de los peregrinos de la Catedral. Y eso sí que acepto encantado.

          Aún me queda tiempo para volver a la Catedral, que ya están cerrando. La transigencia del vigilante y encargado del cierre me permite el beso a la imagen pétrea y el rezo arrodillado frente a la tumba de plata del apóstol Se condensan muchos recuerdos en los minutos que permanezco postrado. Pido por mis seres queridos y amigos, por los encargos del camino, por la paz, por los más necesitados. Y doy gracias, emocionadas gracias que humedecen mis pupilas, por haber llegado hasta aquí. En el profundo silencio y recogimiento de este momento estoy convencido que alguien me oye y hasta a lo mejor puede hacerme un poquito de caso.

          Salgo el último del recinto sagrado. Y en la realidad cotidiana de la calle me intenta engañar el avispado y mentiroso vendedor de una pensión de tres al cuarto, con la oferta de un plano y guía de Santiago y un tubo protector para mi “compostela”, que llevo en la mano como un “pardillo”. Me hace andar rápido y cargado otros 15 minutos, ya de noche, para dejarme en un segundo piso, de donde escapa corriendo al percibir mi enfado y bronca.
      
           En julio de 1964, mi primer camino de Santiago, pero en auto-stop, fui invitado a cenar y dormir al Seminario Menor. Cené, pero no dormí porque ya tenía pensión reservada y en ella mi maleta. Hoy recuerdo, como si fuera ayer, aquel detalle del que fuera después Cardenal, Dr. D.  Angel Sukia Goikoetxea, que había sido durante los seis años de Humanidades en Laguardia y Vitoria, mi Rector en el Seminario.

          Treinta y ocho años después voy a poder dormir en la tercera planta de este Seminario, rodeado de peregrinos extranjeros. El edificio poco o muy poco se ha actualizado, pero tiene una gran solera. Son 5 € por noche y hay horarios y demasiadas normas. Y está dentro de la ciudad, aunque alejado. Siento no compartir cena y charla con los cuatro que me esperan en el albergue reservado. Prefiero callejear un rato, acercarme a la estación de Renfe y ver el ambiente nocturno santiaguero o más bien la falta del mismo.

          A las 22,20 h. comunico a mi esposa mi meta cumplida y las andanzas del día. Otra vez más me aseo cuando ya casi todos duermen y encuentro mi cama en la oscuridad a las 23,30 horas. Pero las sensaciones de este acostarse son muy diferentes.

Miércoles, 29 de mayo.

UN DIA EN SANTIAGO

          Hoy también empieza el movimiento, aunque una hora más tarde, a las 7. Mi cuerpo se queda tumbado descansando hasta las 8,30. El día nace radiante y soleado. Desde el ventanal contemplo unos minutos el casco monumental de la ciudad, con las agujas sobresaliendo de los tejados para indicar el sacrosanto lugar, meta de millones de peregrinos.

          Dedico las primeras horas a buscar remedio al fuerte dolor de mi rodilla en el ambulatorio, pero no lo consigo. Lo que sí alivia mi cansancio es un buen desayuno de chocolate con churros y zumo de naranja natural.

          A las 10,55 vuelvo a la Catedral. Van llegando compañeros a la plaza del Obradoiro Caras conocidas de últimos encuentros. Sólo hay tiempo para una foto con Ronie, Antonio y Ricard y los abrazos emocionados Dentro se llena el recinto. De nuevo al ritual del beso, al rezo en la tumba y al abrazo a la imagen que preside mucho más que este sagrado lugar y que ayer ya estaba cerrada. Pero hoy todo está más bullicioso, con las colas y el ambiente religioso y turista del gentío humano.

          A las 11,45 me presento en la sacristía, donde se organizan los preparativos para la Santa Eucaristía, lecturas, cánticos y actos. La monja que actúa de maestra de ceremonias me sitúa junto al altar de los siete sacerdotes concelebrantes, debajo del atril y púlpito de lecturas. Resulta emocionante ver la iglesia llena y en silencio escuchando la relación de peregrinos, nombrados por su nacionalidad y puntos de partida con toda solemnidad por el canónigo oficiante. No oigo mi referencia. La hace más tarde, en su momento oportuno.
       
          “Va a realizar la primera lectura un peregrino que es de Bizkaia y que viene a pie desde Roncesvalles”. Y entonces inicio yo los cinco metros que me separan del atril, con el gran libro debajo del brazo. Y subo los pocos escalones con la obligada dificultad de la cojera. Y la venda de la escayola asoma en mi muñeca y mano izquierda, a partir de la manga del sacrificado forro polar. Extiendo mi vista aún con gafas a la abarrotada y silenciosa muchedumbre, me las quito para leer e inicio con aplomo y estudiada claridad, altitud, sentimiento y entonación, la lectura de la palabra del Señor.

LECTURA EN LA CATEDRAL

          Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro. (I, 18/25)
         
          Queridos hermanos:
          
          Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la Sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la Creación del Mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien.       
           Por  Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloria y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.

          Ahora que estáis purificados por vuestra respuesta a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaros unos a otros de corazón e intensamente.

          Mirad que habéis vuelto a nacer. Y no de un padre mortal, sino de uno inmortal por medio de la Palabra de Dios viva y duradera, porque “todo mortal es hierba y su belleza como flor campestre, se agosta la hierba y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre”. Y ese es el Evangelio que os anunciamos.

          Al terminar la ceremonia religiosa, llena de emoción, sentimiento y religiosidad, el oficiante nos despide con una bendición especial, después de botar el botafumeiro,  patrocinado por un grupo de peregrinos alemanes. Se disparan los vídeos y flashes de fotos y se eleva el murmullo, acercándose una multitud de curiosos. Yo también, desde mi privilegiado lugar cercano, disparo mi cámara, aunque no dispone de flash.                         

           Después de la ceremonia, más catedral, más saludos, más abrazos en la plaza, para llegar a comer a Casa Manolo, otro punto obligado de encuentro de los peregrinos.

          Las largas mesas corridas se llenan. Junto a mí se sientan José el abogado, un amigo suyo de Vigo, un bancario de Madrid, la austríaca que me vio en Estella, otro extranjero y muchos más a los que mi oído y diálogo no llega

          La comida y el lugar son para recordar y repetir. 16 primeros platos, 18 segundos, postres varios, vino, agua y cafés, nos cobran 6 € a cada uno.  Cantidad para repetir y calidad para el más
exigente.
         
          En el extraordinario ambiente festivo de la mesa, tratan de involucrarme para continuar hasta Finisterre, que pueden ser otras tres etapas más. Pero no debo someter a mayor esfuerzo a mi rodilla que sigue bastante mal. A lo mejor me estoy metiendo en una lesión  que pueda dejar huella irreversible. Los que continúan me intentan llevar hasta en la despedida, cuando los ánimos de todos, tras la manduca y los caldos de  Baco, están más pletóricos.

          De 16 a 19  h. descanso tumbado en mi litera del Seminario. Y hasta consigo dormir una de las siestas más necesarias que mi mente recuerda.

          Otra excursión a la plaza del Obradoiro, reencuentro con Ronie y extranjeros del camino o que me reconocen de la lectura en misa, fotos y nueva visita distendida a las viejas ruas y monumentos civiles y religiosos que destacan  en la guía del visitante. Un australiano me muestra cariñoso y emocionado su enhorabuena por mi lectura, que han comprendido merced al sentimiento, lentitud y claridad, pese a su mínimo conocimiento del castellano.

          Vuelvo a cenar a Casa Manolo, en rúa Traviesa, 27. Similar ambiente y calidad de cena y servicio por 5,20 €., sin café, para intentar dormir. Comparto la mesa con un matrimonio que vive en Baleares, albergados en Monte de Gozo. El propio Manolo me cuenta en la barra su trayectoria comercial.

          Todavía no tengo decidido el vehículo para el regreso de mañana. Subo andando a la estación de autobuses, pero está cerrada. Bajar hasta mi albergue aprisa y cojeando acaba reventándome. Y a las 23,15 está cerrado. Mi cabreo es muy superior al del extranjero que me precede, que ya está entregado para marchar a buscar pensión u hotel. Compartir desgracia conmigo le parece un alivio, tras sus insistentes timbrazos. Yo no me entrego aún y aporreo más el duro portalón hasta dañarme las manos. Presionamos un timbre que oímos sonar tenue y  perdido tras la muralla cerrada a cal y canto.

          Unos pasos y el rechinar de la cerradura nos devuelve el ánimo. Ahora toca aguantar cabizbajos y humillados la mayor bronca del camino. Y sólo por 10 ó 15 minutos tarde. El hospitalero, clérigo de edad madura, parece más un inquisidor medieval, amargado, destituido  de la mitra y relegado a fray portero. Y apuesto a que ha oído la primera llamada y estaba a sólo unos metros de la puerta. Lo delatan sus pasos, parsimonia y el regreso a un despacho cercano. La segunda parte de la bronca es para angustiarme con la salida de mañana. “No tengo por qué abrir hasta las ocho. Son las normas. Esto no es un hotel ni hay portero”. Me tengo que endulzar de humildad argumentando que no me dará tiempo para coger el bus o tren de vuelta. “Bueno, igual puedo hacer un esfuerzo y abrir a las 7,45 o algo antes”.

          Es medianoche cuando desde la cama oigo las doce campanadas. Mientras revuelvo en mi mente la bronca, las normas, mi culpa, la amargura del clérigo y lo ajustado que andaré mañana para iniciar la vuelta a casa, por culpa de este “hotel”, demasiado anclado en el autoritarismo eclesial del pasado.

          ¡Patxi, duérmete ya, que estás agotado!.


Jueves, 30 de mayo.

EL  REGRESO A CASA

          La preocupación de no perder el vehículo puntual del regreso ha turbado mis sueños. A las 5 me encuentro incómodo. A las 7,10 vamos sumándonos varios en las escalinatas amplias y frías de mármol, en una tensa espera al inquisidor portero. Dejo una nota -no anónima- en su tablón de anuncios quejándome de su acuartelada hospitalidad, sugiriéndoles que actualicen sus instalaciones, sus métodos y sus sonrisas.

          A las 7,28, con la  apertura del portón, se nos relaja la tensión a la docena de peregrinos que escapamos con nuestros macutos y rostros cansados.

          El largo día de hoy va a ser muy diferente. El comienzo es contrarreloj. Subo rápido y cojeando a la estación de autobuses. Tengo uno directo a las 8 por la costa, que no llega a Bilbao antes de las 20,15. Su precio 42 €. No me gusta, porque ya me advierten que puede y suele haber retraso, según los atascos. A patear otros dos o más kilómetros, para atravesar Santiago por las afueras hasta la estación de Renfe. Menos mal que desde las cercanías del Seminario- otras vez el destino me trae aquí- un simpático gallego me lleva un buen tramo en su coche.

          A las 8,15  despido a los canadienses que volarán Madrid – Munich – Toronto. La estación es un hervidero de peregrinos y otros viajeros. Casi tan concurrida y animada como la catedral antes de la misa. Veo a otros conocidos ocasionales a quienes ahora cambio el saludo-deseo que empleo para la despedida. “Buen camino en la vida cotidiana, el verdadero camino, al que retornamos tras este paréntesis jacobeo”.

          El expendedor de billetes de la ventanilla es Corral, un orduñés afincado aquí, de cuarenta y pico años. Compartimos un rato de charla sobre los viejos tiempos y rivalidades futbolísticas Amurrio-Orduña.

          El precio único del billete a Bilbao es de 32,66 €. La salida a las 9,04, procedente de Coruña, y la llegada prevista a las 20,08 horas. Iñaki, el de Portugalete, es el único peregrino y compañero de vagón con destino Bilbao. En el otro coche, del que nos separaremos en Miranda de Ebro, contaremos después nada menos que 45 peregrinos que marchan allende los Pirineos, en tren hasta Hendaya. Parecen  la mayoría franceses. Esta proporción es una muestra casi válida de lo que hemos visto en el camino.

          Tampoco esta vez mi cuerpo  me va a premiar con un relajante sueño. Ni siquiera una cabezadita.  Y hasta el animador portugalujo duerme casi profundamente todo el viaje hasta Miranda. Escribir, leer,  mirar el paisaje, observar el personal que se incorpora o nos abandona en la larga docena de estaciones no es suficiente para entretenerme. Los paseos del recorrido por las dos unidades iniciales más la de cafetería que se nos añade más tarde, algunas esporádicas charlas con los pocos despiertos y dialogantes, son las apañadas distracciones de un viaje que la mayoría aprovecha para dormir.
          Porque tampoco es cosa de dejar  que mis pies descalzos, tapados prudentemente con el sombrero y apoyados en el vacío asiento de enfrente, descansen demasiado hasta el abotargamiento.
       
           Los bocadillos, fruta y dos litros de agua preparados con el recurso humilde, comprados en el supermercado ayer y en el propio horno del pan esta madrugada, están en la línea del resto de viajeros. Sólo me da cierta envidia una hogaza de pan rellena del caliente condumio casero que comen con apetito una pareja,  ya con arrugas del campo leonés. Su aroma  se cuela por más de una nariz, invitando a la mirada suspicaz.

          En Miranda, a las 6,30 de la tarde, hay parada y “fonda” de media hora para tomar un café con leche. Brilla y calienta el sol de un buen día de primavera, de los que deseaba y no he tenido caminando. En el último tramo el tren acaba llenándose, tras despedir a los “gabachos”. Ya me veo en el regreso a la tierra. Porque Iñaki y yo parecemos estar fuera de lugar. Nuestros equipajes, vestimenta, conversación e inconfundible concha, delata nuestra procedencia y  atrae discretas miradas y comentarios.

          A las 20,03  h.,con cinco minutos de adelanto,  pisamos el andén de la estación de Abando, en Bilbao. Mi mente y mis ojos  se cruzan antes a través de la ventanilla con mis seres queridos. Dulce, Zigor y Ainara me reservan su caluroso abrazo del reencuentro.

          Ya en casa, Nerea y Goti me hacen su cariñoso recibimiento. Durante la cena en familia y la sobremesa se me amontonan demasiadas cosas que necesito contarles. El afeitado de mi barba canosa y el desprendimiento lento y cuidadoso de mis vendas y yeso, ambos de 24 dias, ponen el punto final físico y teatral de mi odisea peregrina. En mi mente, sólo un punto y seguido.
               
Epílogo

POLVO, BARRO, SOL Y LLUVIA

          Navegando en Internet en mayo de 2002, antes de partir a Roncesvalles, encontré este poema  anónimo. Terminada mi peregrinación, mi pluma no sabe resumirlo mejor. Y aunque sea algo sublime o anticuado para algunos, refleja una parte importante en la que se medita.

“Polvo, barro, sol y lluvia es Camino de Santiago.
Millares de Peregrinos y más de un millar de años.
 Peregrino, quién te llama, que fuerza oculta te atrae?

Ni el Campo de las Estrellas, ni las grandes Catedrales.
No es la bravura de Navarra, ni el vino de los riojanos,
ni los mariscos gallegos, ni los campos castellanos.

Peregrino, quién te llama, qué fuerza oculta te atrae?
Ni las gentes del Camino, ni las costumbres rurales.
No es la historia y la cultura, ni el gallo de la Calzada,
ni el palacio de Gaudí, ni el castillo de Ponferrada.

Todo lo veo al pasar, y es un gozo verlo todo,
más la voz que a mí me llama la siento mucho más hondo.
La fuerza que a mí me empuja, la fuerza que a mí me atrae
no sé explicarlo ni yo. Sólo el de arriba lo sabe.”

Terminado en "limpio"en Arrigorriaga el 25-11-2003 .            Es propiedad del autor.                        PATXI EGIA